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Santos y la paz

Santos es consciente de que, pese a su esfuerzo de ocho años, no pudo unir a Colombia.

El expresidente Juan Manuel Santos sigue jugado por la paz de Colombia, en momentos en que, según sus palabras, se hizo irreversible, pese a que no ha logrado consolidarse, y a que construir un futuro de convivencia será aún más complicado que poner fin a una guerra de más de cincuenta años.

Este lunes lanzará su fundación Compaz, con la que pretenderá continuar el trabajo de construcción de la paz, a través de tres componentes: la experiencia que se tuvo en resolución de conflictos para que los líderes regionales construyan paz, la reducción de la pobreza, y la reconciliación con el medioambiente.

Santos es consciente de que, pese a su esfuerzo de ocho años, no pudo unir a Colombia, porque la tergiversación de los hechos en relación con el proceso de La Habana y la manipulación del plebiscito polarizaron la sociedad hasta prácticamente partirla en dos mitades hasta ahora irreconciliables.

El problema, y él lo prevé, es que la paz seguirá teniendo dificultades, como ha tenido siempre, porque su construcción es más difícil que su consecución. “Una cosa es silenciar los fusiles y otra cosa es construir paz. Se requiere más tiempo, más esfuerzos, modificar sentimientos, prejuicios, modificar formas de pensar”, explica el exmandatario.

Santos emprendió, sostuvo y finalizó el proceso de diálogo con las Farc, con el pensamiento puesto en que toda Colombia debería asumir la tarea de consolidar la paz, pues era un beneficio para todos, pero no fue así. El increíble alud de mensajes para distorsionar la verdad y enmascararla en la maraña de mentiras bien diseñadas que tejieron algunos sectores políticos, terminó por dejar la paz en veremos, en medio de grandes dificultades para consolidarla, meta incluso más importante que lograrla.

Por fortuna, no todo el esfuerzo fue estéril. El mundo entero se congratuló con el logro, que, además, dejó lecciones vitales para otros pueblos envueltos en guerras internas y externas. La más importante de ellas, que no hay conflicto que no se pueda resolver. Esta es una conclusión que nació del hecho de que, después de intentos de todo tipo, nadie pensaba que ponerle fin a la guerra fuese posible.

Pero —con dificultades y defectos— se logró, y hoy de la paz disfrutan también quienes se opusieron a ella y quienes le ponen talanqueras al esfuerzo de consolidarla y convertirla en un estado permanente de la sociedad.

Lenta pero seguramente se están creando las condiciones para permitirle a esa paz nacida de las dificultades la oportunidad de crecer. Poco a poco los ciudadanos se están convenciendo de que fueron engañados por propaganda intensiva y nociva para los intereses del país. Ya toda Colombia se ha dado cuenta de que el país no les fue entregado a las Farc, como reiteraron los opositores, ni que al firmarse el acuerdo en La Habana el país sería una nueva Venezuela.

Y la convicción de que la guerra era el obstáculo para todo lo que significara avanzar, una necesidad inaplazable para una sociedad como la nuestra, a la que le han marchitado todas las esperanzas en aras de egoísmos partidistas y de intereses personalistas y alejados del deseo de pensar en el bienestar de los demás.

Domingo, 9 de Diciembre de 2018
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