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Editorial
Se acaba el verde
Ciudades que están tan lejos o más que Cúcuta de ser llamadas verdes, tienen manuales de arborización y una cultura avanzada.
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Jueves, 24 de Mayo de 2018

No basta tener árboles —un poco más de 800.000, calculan— sembrados en las calles de Cúcuta para decir que esta es una ciudad verde o al menos arborizada. Y menos si, como pronostica un experto, dentro de poco, la mitad de todos esos árboles morirá o caerá enfermo sin remedio alguno.

Esta tendrá muchos árboles sembrados, pero no es una ciudad verde, porque carece de una planificación forestal, y porque el concepto verde implica que se debe ser sostenible, lo que significa que los árboles sean al menos de especies nativas, que beneficien el resurgimiento del ecosistema y de otras especies.

Pero Cúcuta está plagada de nim, especie de la India que, hasta donde saben algunos expertos, está perjudicando la polinización, pues elimina los insectos, tan necesarios para algunas funciones de la naturaleza, e impide que especies vegetales menores puedan desarrollarse, lo cual altera el medioambiente.

En Cúcuta, los técnicos han logrado identificar 121 especies, no todas nativas. 

Un dato permite establecer la realidad de Cúcuta en materia de sostenibilidad como ciudad verde: en el mundo, en este sentido, las ciudades no se miden solo por la cantidad de árboles, sino por los metros cuadrados de zonas verdes que haya. Y mientras las ciudades verdes deben tener al menos entre 9 y 10 metros cuadrados de zonas verdes por habitante, Cúcuta escasamente tiene un metro cuadrado.

La medición incluye parques, campos deportivos y separadores de avenidas.

Sin embargo, el mayor problema es la desatención absoluta en que están todos los árboles del espacio público, por desidia de las autoridades locales. El pronóstico de que en poco tiempo morirán o enfermarán sin remedio la mitad de los que hay en Cúcuta es anuncio de una catástrofe, que merece que la Alcaldía enfrente con todo rigor y con todos los recursos disponibles.

La verdad es que de un tiempo para acá, con mayor frecuencia de la esperada, los árboles están cayendo en los parques y, en especial, en el canal Bogotá. Menos de un mes atrás, una rama de un árbol muerto del parque Santander, cayó sobre los transeúntes y causó lesiones a una ciudadana extranjera que pasaba.

Lamentablemente, esos árboles que dejaron de existir no son reemplazados.

En muchos sectores de la ciudad hay decenas de árboles en iguales o peores condiciones: a punto de desgajarse sobre los peatones, los autos, o las casas. Y si se presentara el caso de que cuando caigan alguien quisiera reemplazarlos, la ciudad carece de un manual actualizado de arborización que indique qué hacer y cómo.

Ciudades que están tan lejos o más que Cúcuta de ser llamadas verdes, tienen manuales de arborización y una cultura avanzada de silvicultura urbana que llevan a que el manejo de la flora sea el adecuado.

Porque lo peor que puede ocurrir es que, por desconocimiento, se pongan en riesgo las viviendas, las calles y la infraestructura en general, por razón de árboles de los que no sabe si sus raíces se profundizan o se expanden, levantando pavimento y demás cosas que tengan encima.

Así que si Cúcuta quiere ser la ciudad verde que se precia de ser, sin serlo, le queda aún un buen trecho por cumplir. Y les corresponde a las autoridades liderarlo.

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