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Editorial
Se llenó la copa
En Norte de Santander llevamos años inmemoriales suplicando que por favor al menos nos cambien el puente Mariano Ospina Pérez.
Jueves, 27 de Octubre de 2016

Para los nortesantandereanos, estos días, ver televisión, a cualquier hora, es enfrentarse a la ocasión propicia para morir de envidia provocada por el Gobierno.

Con una calidad visual impresionante, con despliegue de técnica que en sí misma es atractiva, desfilan, una por una, la hermosas y avanzadas autopistas de cuarta generación (4G) con las que se pretende a construir, ahora sí de verdad, un nuevo país.

Puentes monumentales, túneles asombrosos, rectas interminables, curvas perfectas, pasan por ráfagas ante los ojos del telespectador, mientras una voz va citando millonada tras millonada que se invierte en ellas, en una situación que, al final, marea. La cuenta del dinero se pierde con tantos billones de pesos.

Son 30 megaobras que llevarán a Colombia hacia el futuro que le espera, y que, de todos modos, despiertan sentimientos de orgullo irrefrenable por la patria que ha tenido que esperar tanto para empezar a caminar por donde otros llegaron ya muy lejos.

Quien recibe el mensaje llega a imaginar que un gran cataclismo ha revolcado este país para transformarlo. Que parezca estar todo en obra negra solo es efecto de la publicidad, que quiere dar la imagen de que no hay rincón del territorio que no esté afectado por la maquinaria y por ejércitos de obreros con casos amarillos.

Esa es la realidad que se muestra: la de un país que no ahorra un centavo, porque todos sus recursos —o casi todos— los destina para poner al día toda la infraestructura vial —o casi toda—; es, como dijimos, la realidad que se muestra.

Porque la verdadera, la que nos pertenece, es bien diferente, pues mientras el norte se vanagloria, con razón y con justicia, del puente de 4,7 kilómetros que surcará la Ciénaga de La Virgen, para unir en menos tiempo a Barranquilla con Cartagena, en Norte de Santander llevamos años inmemoriales suplicando que por favor al menos nos cambien el puente Mariano Ospina Pérez, en El Zulia, por uno más nuevo. Al menos eso…

Porque mientras se afinan los detalles del proceso para dotar con dos carriles más a la autopista Bogotá-Girardot, para que cada calzada quede con tres, aquí, en Cúcuta, suplicamos que nos ayuden a construir la segunda calzada de la vía que nos une con Pamplona. Y hasta ahora no ha sido posible, porque dicen que no hay dinero. Pero, para el proyecto bogotano hay 3,5 billones de pesos.

¿Qué falta, para que Bogotá no nos desprecie, para que no nos dé ese trato de colombianos de segunda que acostumbran los gobernantes nacionales, para que de verdad a Norte de Santander lo escuchen y les presten atención?

Primero, convencernos de que todo depende de nosotros. No hay que pedir con la mano pordiosera; hay que exigir, con voz firme y fuerte; hay que reclamar lo que se nos debe como parte de este país, que se parió aquí, y demostrar que la paciencia no es señal de bobería.

Y, por supuesto, legitimar una nueva vocería. Esto es claro, esto es clave. Es definitivo.

Hay que actuar como en cualquier organización: quien no sirve para los fines que se le entregaron responsabilidades, pues que se vaya…

Así de sencillo.

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