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¿Sí es otro México?

México y Amlo son un buen ejemplo para Colombia, que aún se resiste a la posibilidad de un gobierno de izquierda.   

Desde ayer, y aunque sea en la teoría, hay otro México, uno esperanzado y optimista en torno de lo que Andrés Manuel López Obrador (Amlo) podrá hacer por un país descuadernado, sumido en una violencia extrema, empobrecido y, como el nuestro, en manos de la corrupción más exacerbada.

Luego de una larga lista de presidentes impuestos por las maquinarias de la política tradicional, Amlo se constituye en el primer presidente de la izquierda real en toda la historia mexicana y causa de que, desde cuando fue elegido de manera arrasadora, su solo nombre obligara a las bolsas de valores a ceder puntos y a los empresarios a estar listos para lo que sea. Por si acaso.

Al nuevo presidente le esperan retos que harían palidecer, de la angustia, a otros, pero no a él, que se ha enfrentado a la más poderosa fuerza política de todos los tiempos en México: el corrupto, retrógrado y autoritario Partido Revolucionario Institucional (Pri), hasta sacarlo del poder.

El principal desafío es la seguridad. Con 25.000 asesinatos el año pasado, la mayoría a manos de narcotraficantes de al menos cinco carteles, México vio caer, durante la campaña electoral para cuerpos colegiados, al menos a ocho periodistas y a 145 líderes políticos, asesinados por rivales partidistas y el crimen organizado.

Uno de los grandes problemas para que se mantenga el reino de la violencia tiene que ver con el hecho de que en cualquier pueblo actúan tres policías distintas y muchas veces enemigas: la municipal, la de cada estado y la Federal, casadas en cada lugar con uno o varios sectores la delincuencia organizada.

Otro reto de Amlo tiene que ver con la credibilidad de los mexicanos en todas las instancias del gobierno. Un siglo después de la revolución de Villa y Zapata, los mexicanos no creen que desde la presidencia se pueda generar un cambio que logre el beneficio de las mayorías.

En su mensaje de ayer al asumir el cargo, el mundo entero quedó notificado: en el gobierno de Amlo estarán siempre “primero los pobres”. Los analistas creen en la sinceridad del presidente, pero en el pueblo quedan dudas razonables, pues después de tantos años de revolución priista, México es ahora más inequitativo que nunca, tiene más pobres que en peores épocas, y la austeridad en el gasto es una imperiosa necesidad, a riesgo de que el Estado colapse y la sociedad estalle.

Pero es el riesgo que López debe correr. El hecho de la mexicana sea hoy la segunda economía latinoamericana, después de Brasil, es un acicate para que el nuevo presidente al menos intente superar todos los males que crecieron durante el gobierno del impopular e incapaz Enrique Peña Nieto.

México y Amlo son un buen ejemplo para Colombia, que aún se resiste a la posibilidad de un gobierno de izquierda, desde luego, alejado del populismo que les ha traído tantos dolores a algunos países del vecindario.

Allá, a pesar de que la campaña fue igual, los electores no se detuvieron a escuchar los cantos de sirena que decían, como aquí, que votar por Amlo y Morena, su partido, equivale a hacer del enorme país una Venezuela más grande.

Bien por México y por López. Y mejor por la democracia.

Sábado, 1 de Diciembre de 2018
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