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Editorial
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El ministro Trujillo le debe prestar atención a varias misiones urgentes para “avanzar en términos de seguridad” en el Catatumbo.
Martes, 12 de Noviembre de 2019

El nuevo ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, dejará las relaciones exteriores para meterse de lleno en las honduras de la seguridad, el conflicto interno y la lucha antidrogas, en un ambiente de aguas agitadas por todo lo que derivó en la caída del exministro Guillermo Botero.

Con su designación, el presidente Iván Duque mantiene como un inamovible el nombramiento en su gabinete de personas estrechamente vinculadas con el partido de gobierno, el Centro Democrático, sin importar los temporales políticos que esto ha acarreado y que seguramente continuará desencadenando. 

Su llegada, cuando el país aún no se repone de la tragedia de los menores que murieron en el ataque al campamento de ‘Gildardo Cucho’, ha generado reacciones encontradas. La senadora Paloma Valencia dijo que “Carlos Holmes representa seguir construyendo un ejército profesional que avance para generar más capturas, reducir las bajas y al mismo tiempo el respeto supremo de los derechos humano”. 

En el otro lado de la mesa está la advertencia del senador de la Alianza Verde, Antonio Sanguino, que habló de algo que nos atañe y llegaría a afectar gravemente a los nortesantandereanos: “Ojalá que el ministro Trujillo no traslade al Ministerio de Defensa su enfoque anacrónico y trasnochado de guerra fría que mostró durante su paso por la Cancillería, porque si lo hace,  nos podría estar acercando a un escenario  de confrontación militar y de violaciones de derechos humanos o de conflictos  internacionales con un país vecino como Venezuela”.

Le corresponde a este vallecaucano  con sus tareas misionales en la cartera de Defensa responderle al país con sus actuaciones, desvirtuar lo que se afirma desde la orilla opositora y demostrar que la política de seguridad no implicará solamente el copamiento militar de los territorios, sino también el aislamiento social y político de la mafia.

Cuidarse de fantasmas como el de los falsos positivos, cerrarle el camino a las fallas que conlleven a dolorosos escándalos como el de la muerte de niños en un campamento de las disidencias de las Farc que fue bombardeado, o el grave suceso de Dimar Torres, muerto en una acción de tipo vengativo que desdice de la Fuerzas Militares.

Claro que no es hora de prejuzgar. Hay que permitirle al nuevo ministro de Defensa que lance su estrategias y ponga en marcha los proyectos con el propósito de saber qué tanto de los cambios que espera el país se van a dar o, si por el contrario, nada va a cambiar a profundidad y continuarán las mismas directrices para enfrentar los retos que enfrenta la seguridad interna.

Por el momento, el ministro Trujillo le debe prestar atención a varias misiones urgentes encomendadas por el presidente Iván Duque, dentro de las cuales se destaca “avanzar en términos de seguridad” en el Catatumbo, el Bajo Cauca antioqueño, Arauca y la región del Pacífico en Nariño.

En ellas hay cultivos de coca, hacen presencia bandas criminales, se producen asesinatos de líderes sociales y de excombatientes desmovilizados de la guerrilla, las disidencias tienen allí varios de sus frentes, al igual que el Eln, mientras que los laboratorios productores de coca van en aumento y es un hecho que los carteles mexicanos han llegado también a hacer de las suyas.

Luego al ministro Carlos Holmes Trujillo lo que le sobra es trabajo; en su nuevo rol tendrá que darle cabida y prioridad a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario, que aunque a algunos líderes y a una parte de la población no les guste porque estarían favoreciendo ‘bandidos’, lo cierto es que hasta una guerra o conflicto tiene sus reglas y hay que acatarlas.

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