Dilan Cruz, un joven estudiante dejó su sangre en las calles de Bogotá en las manifestaciones antigubernamentales. Y del otro lado son ya unos 300 los policías que también han resultado afectados en estas marchas, incluyendo al que resultó herido en Neiva.
Ese no debería ser el resultado dentro de una protesta social, que es un derecho ciudadano, en el cual es posible reclamarle al Estado aquello con lo cual no se está de acuerdo y exigir soluciones a necesidades urgentes que no podemos desconocer ni ocultar con un dedo. Son evidentes la gran brecha y los gravísimos problemas, pero esto no se puede saldar con la sangre derramada del pueblo, porque tanto los jóvenes como los miembros del Esmad son pueblo.
Grave que esto comience a llevar al extremismo de la polarización, que empieza a mostrarse en medio de las manifestaciones, al escuchar los señalamientos de asesinos y otros señalamientos contra los miembros de la Fuerza Pública, mientras que en la otra orilla surgen las denuncias de presuntos casos de excesos por parte de las unidades policiales encargadas de ejercer el control, devolver la movilidad y garantizar los derechos ciudadanos.
En este sentido cobran importancia las palabras de Denis, la hermana del joven Dilan: “Entendemos que todo lo que está pasando solo va a cambiar el día en el que todos sin excepción alguna decidamos hacer todo desde el respeto, el amor hacia el otro, cuando dejemos atrás la indiferencia, el odio, el rencor y empecemos a construir cariño, conciencia, valores, empoderamiento. Lo que queremos nuestras generaciones es paz”.
Y tiene toda la razón, porque mientras impere el odio visceral, el señalamiento perverso, el ensañamiento hacia el otro, la estigmatización por razones políticas, de raza, religión o condición social, lo que estaremos recogiendo es más y peligrosa división.
Igualmente, es recomendable que entiendan que todo no se irá a arreglar de la noche a la mañana y que su histórica acción lógicamente llevará a que por fin el Congreso de la República recapacite y haga lo necesario para combatir la corrupción y que ellos pongan su cuota de sacrificio, puesto que no todo de lo que se reclama es solo responsabilidad del presidente Iván Duque.
Y al Estado, porque también es necesario que dé muestras que ayuden a aclimatar los ánimos, sin la pérdida de su poder ni la entrega de los principios constitucionales y democráticos, es indispensable que lea lo que los colombianos, en especialmente los jóvenes en las calles le piden a gritos.
Porque tampoco es posible que sectores políticos como el uribismo solamente lancen estigmatización contra los manifestantes, pues de eso no se trata. Lo que el partido de Gobierno, en sus vertientes radicales y moderadas, debe tener presente que en las diferencias se construye país y que es necesario escuchar, atender, admitir las equivocaciones y proceder a rectificar, en el entendido que entre todos debemos construir una Colombia en que quepamos todos y en la que, ojalá, los problemas que desde hace tanto nos agobian, por fin tengan el canal de solución producto de esta nunca vista expresión de protesta social.