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Editorial
S.O.S por Lagunas Verdes
Indudablemente la naturaleza pasará factura al hombre por destruirla.
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La opinión
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Domingo, 2 de Abril de 2017

¿De qué valdría tener dinero si la vida está en riesgo ante la destrucción de las fábricas naturales de agua por la acción del hombre? No costará nada y en cambio esa depredación sí llevará a la materialización de la famosa producción de televisión ‘La Tierra sin humanos’. 

Para que Norte de Santander no sea uno de los protagonistas de esa miniserie es urgente la protección, sin dilaciones ni excusas, de la zona de Lagunas Verdes, en el páramo de Santurbán, para evitar que el turismo desbordado y  descontrolado, al igual que la ampliación acelerada de la frontera agrícola y ganadera, transformen esos humedales de origen glacial, de Silos y Mutiscua, en áridos y desérticos paisajes marcianos.

No se entiende como en momentos que abundan las pruebas de la acelerada desaparición de las nieves perpetuas en los nevados colombianos, de la contaminación y pérdida de caudal de importantes ríos y del marchitamiento de nacientes de agua, las autoridades encargadas de preservar y conservar joyas como Santurbán y sus extraordinarias riquezas hídricas, de fauna y flora, no hagan nada o casi nada o muy poco o sean paquidérmicas en razón de la lenta burocracia gubernamental.

Y mientras el Ministerio del Medio Ambiente, Corponor y las alcaldías tardan años luz en actuar, duele saber que de seguir las cosas como están, en pocos años nos estaremos lamentando porque se acabó ese lugar, incluyendo los frailejones que hoy son arrancados por los visitantes para hacer fogatas, que pagan $80.000 y $120.000 para llegar a ese espectacular destino. Ellos no saben que el frailejón es una planta especializada en retener agua. 

De acuerdo con lo que encontraron allá arriba a 4.000 metros de altura los reporteros de La Opinión, podría decirse, para desgracia del planeta, que avanza el proceso de muerte lenta de Lagunas Verdes, en un símil con la tragedia que afecta a las mirlas negras, que caen envenenadas por los agroquímicos que usa el hombre para el cultivo de papa.

Qué dirán el Minambiente, en Bogotá, y el director de Corponor, en Cúcuta, del basurero, propio de una ambiente urbano, que se está formando en ese punto del páramo de Santurbán, donde ese hermoso y gélido lugar es perturbado por colillas de cigarrillos y desperdicios plásticos, en una práctica que no tiene nada de turismo ecológico, ecoturismo o como se le quiera llamar. Ahí lo que se nota es un negocio en el que solo importan solo los pesos y no los tres enormes humedales de origen glacial de lo que Norte de Santander se debe enorgullecer y no permitir que inescrupulosos los destruyan.

Tanto los reservorios de agua como los demás componentes que integran el paramoso escenario merecen respeto, porque indudablemente la naturaleza le pasará factura al hombre por destruirla, que para el caso serán ríos secos con quebradas y arroyuelos llenos de piedras, que obligarán al éxodo en búsqueda de agua, esto sumado a los riesgos de caer en conflictos cuando la escasez se agudice y de soportar el rigor del cambio climático por la devastación ecológica y ambiental.

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