La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Tambores de guerra

Rusia no combatirá una guerra en esta parte del planeta, por la ineludible seguridad de que la perderá. 

La  posibilidad de guerra entre países vecinos siempre existirá. En eso no se puede ser tan optimistas como para descartarla de plano, ni tan pesimistas como para comenzar a buscar protección. Saber que puede ocurrir es parte de vivir en las fronteras en cualquier región del mundo.

En términos estrictos, no hay países hermanos. Y, aunque los hubiera, ¿por qué descartar que un día cualquiera, dos de estos países —Colombia y Venezuela, por ejemplo— terminen enfrentados hasta las últimas consecuencias? No hay razón.

El hecho de que a Caracas hayan llegado dos superbombarderos rusos, con capacidad atómica y autonomía de vuelo de varias horas, no significa nada diferente de un gesto de amistad de Moscú para un gran deudor suyo, y otro, venezolano, de eventual disuasión para Colombia y Estados Unidos.

Pero, en términos prácticos, Rusia no combatirá una guerra en esta parte del planeta, por la ineludible seguridad de que la perderá, además de que la obligará a destruir su economía para apoyar a sus tropas desde una eternidad de distancia…

En cuanto a los aviones Tupólev-60, son dos de los 16 que aún le quedan a Rusia desde cuando nacieron en 1987. No son naves de última tecnología, como se puede pensar. El TU-60 es el bombardero más grande del mundo, que sin todo el equipamiento atómico pueden causar más susto que daño.

Un avión así y dos cazas MiG-31 sobrevolaron ilegalmente a Colombia en 2013, durante operaciones navales y aéreas de Venezuela y Nicaragua. Es posible que en esta oportunidad vuelva a ocurrir un incidente parecido. En esa ocasión, los tres aviones huyeron cuando cazas Kfir colombianos los persiguieron.

Lo más probable es que, después de unos ejercicios militares, tanto estos dos como otros aviones, uno de carga y otro de pasajeros, que los acompañaron, vuelen de regreso a Moscú.

Que Venezuela no deponga su tradicional lenguaje bélico no indica que esté lista para atacar o repeler un ataque, mucho menos para afrontar una guerra en la que llevará las de perder. La tecnología sola, como la que tiene, nunca gana guerras. Estados Unidos sabe de eso mucho: lo aprendió en Vietnam, Afganistán, Somalia, Irak… donde, como lo dice la historia, ha sufrido derrotas humillantes y reiteradas.

El Gobierno de Venezuela es reiterativo en sus discursos con sentido bélico. Este lunes, nada más, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, le dijo al mundo, y de paso a los venezolanos, que “así como estamos cooperando en diversas áreas de desarrollo para ambos pueblos (ruso y venezolano), también nos preparamos para defender a Venezuela hasta el último palmo cuando sea necesario”.

Es innegable que hay ruido de tambores, pero no necesariamente de guerra. Así que lo mejor es guardar la calma y hacer el esfuerzo por diluir los temores. La verdad es que a ningún país del mundo le conviene una guerra, y mucho menos a Venezuela, en las circunstancias en que está.

Y en cuando al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, mejor le conviene dedicar todos los esfuerzos a la solución de los numerosos problemas del pueblo, y no gastar pólvora en zamuros. Le puede salir el tiro por la culata.

Martes, 11 de Diciembre de 2018
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día