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Editorial
Tres años después…
Muchos venezolanos vinieron por productos de la canasta básica, pero, también, por ropa y otros productos de manufactura local.
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Jueves, 27 de Diciembre de 2018

Esta Navidad le trajo un buen regalo a Cúcuta: 35 por ciento de aumento en las ventas del comercio local son, desde luego, de lo mejor que le ha podido ocurrir a esta ciudad por la que, a veces, ni los mismos cucuteños nos preocupamos.

Pero la estadística de los propios comerciantes son elocuentes: de Venezuela vinieron miles y miles de compradores, un poco más optimistas, porque el soberano, como llaman al bolívar actual, se puede estirar un poco más, para comprar a precios más asequibles que en su país.

Según los expertos, desde 2015, el comercio cucuteño no veía un crecimiento tan prometedor como el registrado en esta Navidad, lo cual puede ser señal de que, al fin, la realidad económica de la ciudad —y del departamento— puede estar dando el viraje que necesitaba luego de largos tiempos de depresión profunda y angustiosa.

Estos días, muchos venezolanos vinieron por productos de la canasta básica, pero, también, por ropa y otros productos de manufactura local —ropa y calzado—, y medicinas, que no encuentran allá. También compraron juguetes y regalos.

Desde luego, no todo tiene explicación en la presencia de los venezolanos: los cucuteños también disfrutaron de cierta holgura de la que estaban marginados, por la misma razón: la región estaba pasando afugias serias por la situación al otro lado de la frontera, sin que nadie en el Gobierno central se detuviera un instante a buscar una solución acertada y prolongada.

Los registros indican que las compras globales fueron hechas en 30 por ciento por venezolanos; el 70 por ciento restante es la cuota de los compradores locales, que también dinamizaron un poco más al comercio barrial.

Si el caos callejero que se vivió durante los días previos a la Navidad tuvo que ver con la afluencia inusitada de compradores en busca del comercio informar, pues no hay duda de que los vendedores callejeros también deben estar alegres como unas pascuas, porque, en verdad, había sectores por donde no se podía caminar.

Cuando un productor acepta que por lo menos 90 por ciento de su mercancía que estaba en bodegas se vendió, es porque la dinámica comercial de estos días pasó del marasmo en que se debatía a generar tranquilidad y optimismo.

Otro indicativo está en lo que ocurrió en la Calle Mayor del Calzado, en San Miguel, que parece que bulló de compradores, que se llevaron unos 48.000 pares de zapatos, cifras no alcanzadas en varios años.

Detrás de todo este alentador panorama hay, sin embargo, una enseñanza que, al parecer, no ha sido asimilada a cabalidad, porque quizás no la hemos percibido, y tiene que ver con la —esta vez— demostrada capacidad de Cúcuta y los cucuteños para bastarnos nosotros mismo, así sea en forma parcial, sin esperar que el egoísta centralismo nos de la mano que siempre ha prometido extendernos.

Ya demostramos que somos capaces, que podemos desentendernos de Bogotá y de Caracas, y hacer las cosas a nuestra manera. ¿Que es difícil? Claro que sí, pero ya dimos pasos hacia demostrar que si no nos ayudan, de todos modos tenemos la capacidad, la iniciativa y las ganas de salir adelante solos. Y esa es otro buen regalo navideño.

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