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Editorial
Un Congreso inútil
Lo que Macías da a entender en su petición a Duque, es que el Congreso que preside no sirve, porque no trabaja.
Lunes, 12 de Noviembre de 2018

Si en una democracia como la colombiana el Congreso no cumple con su obligación fundamental de legislar, por la razón que sea, a cualquier ciudadano lo asiste el derecho de plantear la posibilidad de que se convoque una constituyente para que asuma el compromiso de reformar lo que haya que reformar.

Cualquiera puede hacerlo, menos, precisamente, el presidente del Congreso, no porque como ciudadano no tenga el mismo derecho de todos, sino porque si la corporación no funciona, no hay duda de que en mucho es por razón suya. La falta de liderazgo está, muchas veces, en el fondo del asunto.

Estos días, el controvertido y cuestionado presidente del Senado, que es a la vez presidente del Congreso, Ernesto Macías Tovar, se declaró impotente para lograr que la corporación tramite ‘verdaderas reformas’, porque las presiones de las Cortes y oros intereses lo impiden, según escribió en su cuenta personal de Twitter.

Desde luego, la inmediata respuesta del presidente Iván Duque fue que por ahora confía en que un paquete de reformas que él presentó al Congreso, ‘para que el secuestro y el narcotráfico dejen de ser hacia el futuro delitos conexos con el delito político’, sea aprobado.

‘Estamos trabajando institucionalmente’, dijo e insistió Duque desde París, lo que permite pensar en que la posibilidad de una Constituyente no es tan cercana como algunos esperan.

Lo que Macías da a entender en su petición a Duque, es que el Congreso que preside, en medio de la desconfianza general, no sirve, porque no trabaja. Y en todo país decente, cuando eso sucede, el presidente de la corporación renuncia, no solo por decencia, sino por no convertirse en un obstáculo para que el Estado funcione.

Si llegado el caso, hay necesidad de convocar a una constituyente, es lógico pensar que es porque el Congreso es inútil. Así, ninguno de sus miembros podría ser elegido como constituyente, pues sería darle vida a un organismo con los mismos integrantes que no sirvieron para nada en otro.

En ciertos aspectos, hay que darle la razón a Macías, porque, la verdad, nada hay que diga que de estos casi cuatro meses se puede rescatar una ley de la cual, realmente, sentir satisfacción de ciudadanos.

¿En qué va, por ejemplo, todo el paquete de normas contra la corrupción, de la cual los congresistas saben tanto, y que surgió de un compromiso formal de todos los partidos políticos y todas las instancias del poder, incluida la presidencia de la República? En muy poco, que para efectos prácticos significa nada.

¿Acaso no era prioritario estudiar esas iniciativas? ¿No fue eso lo que se les dio a entender a los colombianos? ¿La idea que surgió de las bases populares no es la de hacer todos los esfuerzos posibles para erradicar la corrupción, sin importar que el propio Congreso y la burocracia en general resulten afectados?

¿Entre tantas cosas que ignora Macías, sabrá que el Congreso, que preside solo por razón de que su partido mayoritario lo designó, es la más desprestigiada institución de este país? Si es así, y si es por esa razón que pide una constituyente, todo el país está de acuerdo. Claro, una constituyente sin Macías y sin los que hacen parte del actual e inútil Congreso.

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