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Un madrazo presidencial

Todos los mandatarios dan peleas insospechadas, muchas veces contra los famosos enemigos chicos, que terminan victoriosos.

Una de dos: o como presidente de Estados Unidos a Donald Trump le queda tiempo libre, algo realmente imposible de que ocurra, o compra peleas al precio que sea necesario pagar —y ¡qué altos, los está pagando!—, con tal de satisfacer su insaciable ego monumental.

Todos los mandatarios dan peleas insospechadas, muchas veces contra los famosos enemigos chicos, que terminan victoriosos. Es inherente a todo gobernante involucrarse en conflictos con sus gobernados.

Lo que no es correcto es que un presidente se refiera a algunos ciudadanos como ‘a esos hijos de puta’ que se arrodillan cuando se escucha el himno nacional, como Trump lo dijo en un discurso para referirse a los deportistas negros que protestan así contra la violencia policial hacia su raza, que ya deja varios muertos.

Nuestro histórico ‘y si lo veo le voy a dar en la cara, marica’ es una especie de caricia si se compara con la procacidad del lenguaje de Trump, digno allá de un sargento de marines y acá de verduleras, pero no de un mandatario que quiere apaciguar los ánimos en su país, recalentado por el racismo y la discriminación que se extienden desde la propia Casa Blanca.

Con sus palabras, Trump generó muchas consecuencias no calculadas. La principal: usó los peores términos posibles para criticar a personas que, amparadas en la Constitución, hacen uso de su derecho a expresarse en libertad. Con ello, reafirmó Trump su espíritu de propiciador de ataques contra los derechos fundamentales de la gente, en un país donde quemar la bandera es un acto absolutamente legal de protesta.

Y, de paso, autorizó a cualquier ciudadano para que se refiera al presidente en los mismos términos que usó para los deportistas. Y para que, como ocurrió el domingo pasado, arrodillarse al escuchar el himno en los estadios haya sido gesto unánime y solemne de los deportistas negros y de sus empresarios.

La protesta nació con Colin Kaepernick, de los 49ers de San Francisco, quien rechaza cantar el himno nacional en rechazo a la discriminación racial. Lo imitaron unos cuantos jugadores de otros equipos, pero, a raíz del madrazo de Trump, arrodillarse se hizo gesto de muchos en todo el país.

La protesta de Kaepernick recibió el apoyo solidario de Barack Obama, que considera que el deportista tiene derecho a expresarse de esa manera, amparado por la Constitución.

Ya hubo un incidente que dejó mal parado a Trump, cuando canceló la invitación al basquetbolista Stephen Curry, estrella de los Golden State Warriors, para que disfrutara del honor de visitar la Casa Blanca, como campeón de la liga.

La respuesta vino de la superestrella Lebron James, en Twitter, la red favorita del presidente: ‘Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que apareció usted’.

Apoyado por todo su equipo campeón, Curry irá a Washington, según anunciaron en un mensaje que es toda una réplica y una enorme lección para Trump: ‘de todas formas viajaremos a Washington, para promocionar valores como la igualdad, la diversidad y la inclusión’.

De verdad que hay diferencia entre este mensaje de los basquetbolistas y el madrazo presidencial vulgar, pendenciero, degradante para un gobernante como el presidente de Estados Unidos.

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Lunes, 25 de Septiembre de 2017
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