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Una nueva travesía

Tomando en cuenta el legado tormentoso de 2020 se tienen que asumir los retos de 2021 con entrega total y responsabilidad. No será un año despejado. Por lo cual es necesario tener temple y claridad.

Llegó 2021, advenimiento que en el imaginario colectivo y en la división del tiempo se designa como año nuevo conforme al ordenamiento del calendario. Serán otros doce meses, en los cuales se espera un cambio de dinámicas, renovados propósitos, variación de rumbos, revisión de estrategias, decantación de planes, ajustes de programas, corrección de errores cometidos y la reafirmación de la voluntad de superar las adversidades individuales o de una comunidad en general. En ese lapso, sin duda, surgen perspectivas, algunas alentadoras y otras no tanto, pero se debe mirar hacia adelante con claridad, esperanza y optimismo, tomando en cuenta que la vida ofrece posibilidades estimables.

No se puede decir que 2020 quedó atrás o que ya no cuenta. Fue un año de estragos generalizados y devastadores. Solo la pandemia del coronavirus deja un saldo desolador por el impacto de su letalidad. El número de contagiados y de fallecidos en el mundo es altísimo, lo que genera dolor en muchos hogares, deterioro de la economía y fracturas de orden social considerables.  Ha quedado al descubierto la magnitud de la desigualdad entre las clases en que está dividida la población que habita el planeta. El mundo está en crisis. Es un colapso por encima de todas las previsiones.

Por entre señales tan negativas hay que hacer el camino del 2021. En Colombia la realidad es bien compleja. La violencia, el desempleo, la corrupción, las arremetidas contra el medio ambiente mediante explotaciones o abusos recurrentes, los descarrilamientos de servidores públicos, con diversas afectaciones de las responsabilidades de Gobierno, son algunos de los eslabones de la cadena oficial. Es un establecimiento con pérdida considerable de coherencia, de ética y de unidad. Se ha llegado a graves niveles que ponen en peligro la institucionalidad y en inminente riesgo de distorsión la democracia.

Tomando en cuenta el legado tormentoso de 2020 se tienen que asumir los retos de 2021 con total entrega y responsabilidad. No será un año despejado. Por lo cual es necesario tener temple y claridad. La reactivación requerida impone repensar el manejo de la nación, en Colombia, en todos sus aspectos, con énfasis en las prioridades. Se debe tomar en cuenta que sin el fortalecimiento de la democracia no se podrá avanzar en las soluciones de los problemas que no admiten más aplazamientos. Seguir en la construcción de la paz debe llevar hacia otras salidas que impliquen la erradicación de la pobreza mediante la producción y el empleo como fuentes de riqueza para el bienestar de todos.

Está pendiente, claro está, la contención o erradicación total de la pandemia. Todo lo que se haga al respecto debe llevar a esa finalidad en forma segura para restablecer la normalidad en la existencia de los colombianos.

En lo que respecta a Norte Santander, son los mismos propósitos que cuentan para la nación. El departamento debe entrar en el rumbo de los objetivos fundamentales que le deparen a su comunidad los resultados más positivos posibles.

2021 debe representar para  los nortesantandereanos un avance satisfactorio en el progreso económico y social de su población. 

Es el año de la esperanza para todos.

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Sábado, 2 de Enero de 2021
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