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Editorial
Una tragedia silenciosa
El año pasado, en Norte de Santander ocurrieron 67 de los 222 homicidios de venezolanos registrados por Progresar.
Miércoles, 13 de Marzo de 2019

Por lo menos la apariencia es de un genocidio. Solo falta que la matanza sea sistemática y que el motivo sea, por ejemplo, la calidad de extranjeras de los 222 venezolanos víctimas de homicidio que dejó 2018 en toda Colombia.

El hecho es que durante el año, hubo por lo menos esa negra cifra confirmada de venezolanos muertos en homicidios, intencionales o no, en continuación infame de la tragedia de Venezuela. Solo que, para el caso, de la matanza solo se vinieron a conocer cifras cuando las reveló la fundación cucuteña Progresar.

Es una tragedia silenciosa que se suma al rosario de problemas que enfrenta el venezolano común y corriente de la enorme mayoría, que deja su país para irse en busca de futuro, por caminos que solo le deparan la muerte violenta.

El año pasado, en Norte de Santander ocurrieron 67 de los 222 homicidios registrados por Progresar, lo que significa una tercera parte de todas las muertes; de esa cifra, 44 corresponden al Área Metropolitana de Cúcuta.

Es de esperar que esa larga lista de víctimas no tenga origen en xenofobia, pues, si así lo fuera, este país estaría en gravísimos problemas ante el mundo, que está castigando con todo el rigor este tipo de conductas.

Asesinar extranjeros solo porque lo son, por diferentes, es una de las más graves violaciones de los derechos humanos. Son hechos de lesa humanidad, lo que significa que jamás prescriben y que sus autores nunca, hasta la muerte, podrán estar tranquilos.

Estas víctimas han caído en las calles de las ciudades y de los pueblos de toda Colombia, pero también en zonas específicas donde el delito campea, como en los cocales de Tibú y, en general, del Catatumbo, en circunstancias de marginalidad e informalidad que caracterizan al inmigrante que carece de recursos y posibilidades de encontrar un mejor nivel de bienestar.

Los medios de comunicación han venido registrando, de manera sistemática, aunque aislados unos de otros, casos de venezolanos que mueren envueltos en las diversas violencias de la frontera. Pero solo cuando ese rosario de víctimas se agrupa en desarrollo de una investigación como la de esta fundación, se puede establecer la gravedad de unos hechos ocultos y silenciados.

El estado de necesidad en que llegan los venezolanos los obliga a decirle sí a cualquier trabajo que les ofrezcan, y muchos de estos trabajos, también está dicho, tienen que ver con el narcotráfico, al menos en lo relativo al cuidado de cultivos de coca y a la recolección de sus hojas para macerar en laboratorios en donde también es posible hallarlos.

Sea cual sea la causa de estas muertes, el Gobierno deberá, de inmediato y con todos los recursos a su alcance, establecer la verdad de esta matanza, antes de que comiencen a inquietarse los órganos internacionales de justicia y el Gobierno del vecino país.

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