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Venezuela, doble contravía

Maduro fue elegido presidente en unas elecciones que para muchos sectores y países no fueron transparentes.

Ninguno de los dos es la solución que Venezuela necesita. No pueden serlo mientras Nicolás maduro y Juan Guaidó estén, no solo contrapuestos, sino vayan en sentido contrario. Representan a dos Venezuelas que avanzan en doble y muy peligrosa contravía.

Maduro fue elegido presidente en unas elecciones que para muchos sectores y países no fueron transparentes, y Guaidó se proclamó presidente en una marcha de opositores a Maduro, y no ante la Asamblea Nacional o el Tribunal Supremo de Justicia, como lo ordena la Constitución.

Ambos tienen el respaldo, al menos expreso, de superpotencias, Maduro de China y Rusia, y Guaidó de Estados Unidos. La Unión Europea (UE) no reconoce a Guaidó, pero cuestiona a Maduro y pide elecciones.

Teóricamente, el escenario es ideal para que un pequeño error de cualquiera derive en acciones de hecho. Maduro tiene el poder de las armas constitucionales, pero Guaidó dispone de lo que puedan hacer los venezolanos opuestos a Maduro, y todo quedaría listo para una guerra civil, que ojalá nunca se materialice, porque, al menos en lo relativo a Colombia, las consecuencias serían inimaginables.

Por ahora, los militares están con Maduro de forma irrestricta, y para actuar solo les bastará una pequeña señal. Pero, en su sorprendente actitud de mesura y de autocontrol, Maduro no parece estar dispuesto a darla, o ya lo hubiera hecho.

El hecho es que Maduro y Guaidó están en marcha. ¿Hasta dónde llegarán un presidente con poder, aunque considerado ilegítimo, y otro de papel, sin dientes siquiera para morder algo de ese poder?

Si Guaidó logra, mediante hechos políticos, producir una fractura en el eje militar, que sostiene todo el poder revolucionario, los días de Maduro en el poder no serían muchos. Lo difícil es que esto ocurra, aunque haya apoyo internacional, respaldo popular y se tenga la supuesta legitimidad de la Asamblea Nacional.

Maduro, por su parte, sabe que una revolución no puede permitir disputa de la soberanía en el territorio, y en consecuencia deberá actuar. Y la única manera que tiene de hacerlo es cerrando la Asamblea Nacional, arrestando a Guaidó y sus seguidores y sometiéndolos a su Justicia.

Maduro es un presidente incapaz de dirigir a su país como se necesita,

Pero ahí no terminará nada. Por el contrario, la situación se agravará, y en esas circunstancias la injerencia extranjera escalará en todo sentido, incluso hasta niveles de violencia bélica, en la que, de todos modos, y aunque se considere una especie de imposible, Colombia resultará involucrada. Prácticamente ya lo está.

Por eso, quizás la salida sea como lo pregona Europa: solución política y elecciones libres, en las que, por qué no, la revolución también podría participar —¿y ganar?—, pero para llegar a ellas primero debería haber un diálogo con garantes internacionales, entre los que no podrían estar ni Estados Unidos ni Rusia ni China, pero en cuyas manos podría descansar gran parte del proceso.

Sin duda, Guaidó aceptaría dialogar sin presiones. No se puede pensar igual de Maduro, encarnizadamente empeñado en seguir al frente de Venezuela, en posición que será peor para él en la medida en que se mantenga tercamente parado sobre las arenas movedizas que el mismo acumuló bajo sus pies.

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Jueves, 24 de Enero de 2019
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