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Editorial
Vuelve y juega
La suerte final del Cúcuta Deportivo debe ponerse de una vez por todas en el terreno y que Cadena diga si va a cumplir.
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Jueves, 28 de Mayo de 2020

Tanto que se escuchan a los dirigentes del fútbol profesional colombiano rasgándose las vestiduras para posar como víctimas de la inesperada pandemia del coronavirus, pero resulta que sus actuaciones distan mucho de ser las que pregonan al mostrarse como líderes del denominado deporte de multitudes.

Es el caso del Cúcuta Deportivo y de la misma División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor) que le metieron un gol con la mano a la ciudad y a la afición al incumplir el compromiso de amortización de una antigua deuda con el IMRD que va en $790 millones y que el mes entrante saltará a $990 millones, no siendo de extrañar que después la consideren imposible de pagar.

Con qué cara -piensa la gente- esta dirigencia futbolera trata de vender a ese deporte como ‘la cura para el alma’ o el ‘elixir para el estrés de la pandemia’ para que se vuelva al terreno de juego, si hay casos en que el buen ejemplo es lo menos que se impone.

Mucho se ha teorizado sobre la situación que ha venido arrastrando el club cucuteño desde que su dueño es José Augusto Cadena, la cual hoy muestra visos de estar en un callejón sin salida, puesto que en este caso en particular ni siquiera la Dimayor, que actuaba como ‘garante’, fue capaz de cumplir con la palabra empeñada.

En una de las audiencias ante la Superintendencia de Sociedades, Jorge Enrique Vélez se había comprometido a hacer un abono con parte de los dineros que al conjunto rojinegro le correspondían por los  derechos de  televisión internacional. Pero ¡oh sorpresa! La Dimayor no giró lo prometido en febrero y también, al mejor estilo de una gambeta para esquivar al contrario, aseguró que no asumió ningún tipo de obligación solidaria o pago conjunto de parte de la citada acreencia con el ente municipal del deporte.

El 11 de marzo -cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia del coronavirus- es la fecha que nos sirve para marcar la línea divisoria entre lo que llamábamos normalidad y la nueva realidad. Pues bueno, como vemos, la divisa rojinegra sigue hoy igual o peor que antes.

Por lo que se advierte, no hay asomo de cambio a la vista. Volvió a dilatar el acatamiento a un compromiso adquirido dentro del proceso que se adelanta en la  Supersociedades, en el que sigue rondando el fantasma de la liquidación.

¿Será que nos va tocar jugárnosla por llegar a ese extremo? ¿Será que 2020 con toda su carga nos conducirá a escribir una nueva historia en el fútbol profesional en la frontera con un borrón y cuenta nueva? ¿Es tiempo de seguir con este juego?

A la luz de los acontecimientos y de que indudablemente deben producirse cambios, el mundo del fútbol no puede  escapar a ellos y por ende la suerte final del Cúcuta Deportivo debe ponerse de  una vez por todas en el terreno de juego y que el presidente Cadena diga si va a cumplir los acuerdos y que los acreedores finalmente también definan el camino, porque así como van las cosas, nada bueno no espera.

Si hay que liquidar, empezar de cero, estructurar un equipo con pasos programados a determinado tiempo, pues que se haga. O si van a vender, pues que hagan la oferta y se abran las opciones, porque en realidad el sacudón pandémico debe trasladarse al escenario de la escuadra futbolera cucuteña, con el fin de que no siga en ese vaivén.

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