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Editorial
¿Y los muertos, qué?
Eso lo entienden todos en Venezuela, donde se entiende todo lo que está sucediendo en la economía, en la política misma, en la educación, en fin… 
Martes, 10 de Octubre de 2017

Nadie en Venezuela tiene el valor de responder la pregunta de Ángelo Capacho, el músico de 26 años que el próximo domingo no votará en las elecciones regionales, porque no ve un ‘discurso claro’ por parte de los dirigentes de la oposición, léase Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

‘Llamaban a la desobediencia; luego salieron con elecciones regionales y la calle se apagó. ¿De qué valieron tantos muertos…? Siento que se trata de una lucha por cuotas de poder’, reflexiona y pregunta el ciudadano desorientado

Es una pregunta muy fácil de contestar. La verdad, ya fue respondida cuando la MUD decidió participar en las elecciones, dejando tras de cada uno de sus miembros una hilera de más de 125 cadáveres de venezolanos jóvenes que les creyeron cuando los incitaron a salir a las calles a tumbar al presidente Nicolás Maduro a punta de pedradas.

Pero Maduro no cayó y las pedradas fueron respondidas a balazos, con tropas a las que protege la legitimidad del Gobierno, y los cuatro meses de parálisis y de caos pasaron sin pena ni gloria a las páginas de la historia menuda venezolana. Y los instigadores callaron de repente, para dedicar sus esfuerzos y sus recursos a las elecciones de las que saldrán los gobernadores de los 23 estados.

Tienen derecho, claro, pero no se entiende su participación, luego de meses y meses de expresiones de repudio al régimen, como lo llaman, y a todo lo que tiene que ver con él.

Una noche, todos en la MUD se acostaron opositores acérrimos, de los que invitaban a dar la vida en la defensa de los intereses de la oposición, y al otro día despertaron listos para disputar las gobernaciones en un proceso electoral del que siempre vituperaron, pues lo consideran corrupto, y porque es un mecanismo de reproducción y perpetuación de la ‘dictadura de Maduro’.

Así, este domingo, en todas las mesas de votación estarán los ciudadanos, tal vez con los miembros de la MUD a la cabeza, haciendo largas filas para hacer uso de un mecanismo democrático que no los convence mientras las elecciones están lejos, pero que los llena de vitalidad cuando se acercan y tienen la oportunidad de hacerse elegir.

Está la MUD tan metida en el proceso electoral, que incluso pelea porque el Consejo Nacional Electoral (CNE) no le permite cambiar unos candidatos ya inscritos. 

Las elecciones estimulan a muchos, la propia Iglesia católica incluida. Desde púlpitos y micrófonos está invitando a que ‘no nos dejemos ganar por la desconfianza y el desánimo’ y a votar por la oposición.

Muy probablemente, el mismo domingo, durante la votación, la MUD comenzará de nuevo a rechazar el resultado de las urnas, como fórmula ya usada que permite justificar un eventual resultado adverso. Y, el lunes, de nuevo entrará a radicalizarse y a invitar a tumbar el régimen.

Todo eso es válido dentro del juego democrático venezolano. Las aspiraciones de la MUD de gobernar son legítimas, como legítimas son las del gobierno de seguir en el poder.

Eso lo entienden todos en Venezuela, donde se entiende todo lo que está sucediendo en la economía, en la política misma, en la educación, en fin… Por eso nadie pregunta nada. Salvo, claro, Capacho y miles y miles como él, a quienes nadie responde ‘de que valieron tantos muertos’ jóvenes en las calles.

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