Colombia y Venezuela son países con una larga relación de hermandad, con altos y bajos, y que están unidos más allá de los gobiernos de turno. En comercio no ha sido la excepción. Una relación comercial que llegó a superar los US$7 mil millones no se puede desconocer y tampoco olvidar, pero hay que retomarlo con prudencia porque resurge de una coyuntura política y no por las dinámicas del mercado, porque hay muchos asuntos comerciales y de cartera que habrá que resolver primero, porque habría que recobrar la confianza y darle un marco institucional y jurídico que garantice las operaciones y las inversiones.
Un encuentro de autoridades y de empresarios es un buen comienzo, un primer paso en la dirección correcta, aunque resulta un poco prematuro suponer que vamos a recuperar los US$ 7.290 millones que alcanzó el intercambio comercial en su momento más activo y menos llegar a los US$ 10.000 millones que se han prometido por algunas voces.
Tanto entusiasmo servirá, eso sí, para darle dinamismo y control a esa extensa frontera que la disputa diplomática ha dejado en manos de la delincuencia insurgente y el narcotráfico. Es urgente que las autoridades militares reanuden el diálogo y cimienten la confianza, pues eso también permitirá un adecuado manejo al problema migratorio.
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Unos 2,5 millones de venezolanos se encuentran en Colombia a la espera de que mejoren las condiciones en su país, sin una embajada que los represente ni unos consulados que los atienda. También decenas de miles de colombianos que migraron a Venezuela en búsqueda de oportunidades en las épocas doradas en ese país están desatendidas.
Una lección que nos dejó el comercio con Venezuela fue que necesitábamos diversificar nuestras exportaciones, nuestros productos y nuestros destinos de ventas y esa ha sido una tarea que poco a poco se va cumpliendo con paciencia y buenos resultados.
En 2010 exportamos US$ 1.422,8 millones y en 2021 US$ 331,1 millones, 1% del total y el destino número 24 de las exportaciones colombianas. Destacan los sectores de plásticos, confitería, industria alimentaria y entre ellos aceite de palma, soja, leche en polvo y harina de trigo; insumos de maquinaria eléctrica; medicamentos; y productos químicos como abonos.
Hay que pensar en crecer y diversificar, en evolucionar la canasta exportadora y Venezuela es un país que le permite a las empresas colombianas vender sus productos, pero es importante aprender de lo vivido y es a no acomodarse en este mercado manteniendo productos sin la exigencia de innovación, actualización y cumpliendo con las normas de calidad exigidas en los mercados internacionales.
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Con las perspectivas del nuevo gobierno en Colombia se abre paso hacia la comercialización de productos diferenciados y con valor agregado importante, un camino que se ha allanado gracias a la estrecha relación comercial con Estados Unidos. La diversificación de la canasta exportadora de Colombia en la última década abre oportunidades para la venta de todo un abanico de productos tanto de sectores agrícola como de manufacturas.
Bienes transformados o agroindustriales en el primer caso, como diferentes tipos de café, aguacate, frutas frescas o con preparación, confitería e insumos, diferentes variedades de pescados, especies variadas de flores. E insumos intermedios y terminados para el segundo, como autopartes, plásticos y sus manufacturas, papel y cartón, insumos de la industria aeronáutica, material eléctrico, bienes de hierro o acero, textiles y confecciones, productos químicos, metales comunes, medicamentos, entre otros.
Para los departamentos fronterizos no hay duda de que son noticias alentadoras porque no se puede estar de espaldas a los vecinos y menos si han sido tus clientes durante décadas. La recomendación, no obstante, es mantener los ejercicios de diversificación y productividad para evitar que más adelante o por alguna coyuntura, otra vez surjan dificultades.
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