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"Estar vivo es la mejor sensación del mundo": Raimundo Angulo

Angulo está aprendiendo a caminar nuevamente a sus 77 años.

Ni los tres meses que pasó en una unidad de cuidados intensivos, ni todas las veces que lo dieron por muerto, ni los embates más severos del COVID-19 le arrebataron la firmeza a la voz de Raimundo Angulo Pizarro.

Al abrir los ojos y escuchar lo cerca que estuvo de la muerte, Raimundo no pudo sino experimentar “la mejor sensación del mundo: estar vivo y tener fe”, como él mismo dice y aunque estuviera acostado en la camilla de una unidad de cuidados intensivos, asistido por un respirador y sin poder caminar, ni hablar. Esa, “la mejor sensación del mundo” es la que ha ido afianzándose en los cuatro meses que lleva recuperándose y más ahora, cuando puede respirar por obra y gracia de sus pulmones, sin estar conectado a una máquina; cuando puede dar esta entrevista sin sentir que el aire se le escapa.

Raimundo está aprendiendo a caminar a sus 77 años. “La alegría enorme que tuve fue hace unos diez días, cuando di el primer pasito -me dice-. Ya empecé a dar pasos, ya camino unos pasitos con bastón, ahí estamos, aprendiendo. En esto hay que tener profunda fe, hay que salir adelante y esto es algo que nos tocó a nosotros y yo estoy feliz de que me hayan reservado y permitido estar en la Tierra y por algo será, para ver cómo ayudamos más en la vida”, dice. Es la voz de siempre, la misma con la que hace unos treinta años responde las decenas -¿o cientos?- de entrevistas que le habrán hecho: como alcalde de Cartagena, como diplomático, como empresario, como filántropo y como el líder que ha presidido el Concurso Nacional de Belleza desde hace veintitrés años. En ninguna de ellas habló de su vida personal porque, simplemente, su trabajo es lo que lo ha hecho siempre un personaje público, uno de los hombres más reconocidos de Cartagena. Accedió a contarnos su experiencia con el COVID-19 porque es una forma de decir: gracias. A la vida. A Dios. A todas las personas que oraron por él. A Rosalba Trujillo, que lo ha acogido en su casa y que ha estado ahí de forma incondicional.

¿Cómo se siente hoy?

Pues hoy, gracias a Dios y a las oraciones de tantas personas que rezaron en grupos por mi bienestar, me siento bastante bien. La recuperación ha sido muy buena. Tú sabes que estuve en UCI tres meses, ¿no? (...) En Medihelp Services me atendieron y yo, de esa parte, no me acuerdo de nada, la presencia de toda la familia, toda la atención fue extraordinaria. He tenido, eso sí, secuelas: estoy aprendiendo a caminar, pero también es para ponerme la vacuna, porque hay que ponérsela de todas maneras, y me siento bien. Hay que agradecerles a todas esas personas, que, de una u otra forma, han contribuido, como son los médicos que han venido de Colsanitas, tanto las fonoaudiólogas, los psicólogos, todos, porque son un equipo de gente que lo acompaña a uno en esta enfermedad y yo me siento bien.

Quiero volver a esos primeros días, mediados de julio de 2020, ¿cuáles fueron sus primeros síntomas?

Me cuidaba tremendamente, me cuidaba muchísimo y no salía. Un día salí al banco, al supermercado y fui a visitar una construcción, creo que ahí fue donde tuve el problema, creo que ahí me contagié, del resto no me acuerdo de nada. Me acuerdo nada más ya después de que salí de la UCI y que los tenía al pie, pendientes de mí (familiares y personal médico). Eso fue extraordinario, llevo cuatro meses en esta etapa de recuperación. No me acuerdo de nada, nunca sentí nada, me dijeron que me llevaron para la clínica y después fueron historias que me contaron.

Cuénteme algunas de esas historias...

Bueno, no, que me llevaron para Medihelp, allá estaba y me atendió el doctor Antonio María Martínez y a él lo llamaban y le decían que si ya me había muerto o algo, porque la gente estaba muy preocupada, pero, gracias a Dios y con la ayuda científica, con todo el apoyo que me dieron, fue que me permitió estar hoy en día conversando contigo, pero duré tres meses en UCI y llevo cuatro meses al día de hoy en recuperación.

Usted no recuerda nada, pero su familia estaba muy esperanzada y lo sé también porque hablé con su hijo y su sobrino José María Del Castillo muchas veces...

Eso sí, gracias a Dios no perdimos la fe en ningún minuto, además porque Carlos Felipe se vino de Bogotá y se quedó aquí todo el tiempo, al pie del cañón, como le digo yo.

Cuénteme qué le dicen ellos del momento más difícil y ¿cuándo comenzaron a ver otra vez que las cosas avanzaban de forma positiva?

Lo más difícil fue el tiempo que estuve en UCI, me cuentan ellos, porque no recuerdo y creo que eso es una ventaja para mi recuperación, estaban muy preocupados pero tenían la fe de que yo iba a salir adelante.

¿Cuál es el último recuerdo que tiene de antes de enfermarse?

Bueno, el recuerdo es de mi casa, de mi apartamento, trabajando sobre los distintos temas que nos competen. De una junta directiva del Concurso Nacional de Belleza, que se había decidido en junta virtual que no haríamos el concurso de belleza en 2020 y entonces me acuerdo perfectamente del trabajo que teníamos.

Cuando usted salió de la UCI, que despertó otra vez, ¿qué fue lo primero que pensó?

Para serte sincero y claro: felicidad. Todos me decían que eso había sido tan grave, que muchos me dieron por muerto, esa fue la felicidad más grande. Esa fue la mejor sensación del mundo: estar vivo y tener fe. Hay amistades mías de otras ciudades que me han llamado para pedirme que le hable, que estimule a una que otra persona que está en la situación mía, que le diera un mensaje de optimismo. (...)

¿Cuándo comenzó otra vez a involucrarse con todo lo del CNB?

Sinceramente, te cuento que por ahí hace unos dos meses estoy retomando toda esa serie de cosas.

¿Cómo se ha sentido en ese proceso de volver paulatinamente a su ritmo habitual?

Bien, bien, muy bien, gracias a Dios y por fortuna la secuela que me tocó fue aprender a caminar, pero la cabeza me permitía perfectamente seguir adelante.

Sobre eso quisiera hablar, sobre las secuelas. Usted habla perfecto y he escuchado a otras personas que han atravesado el COVID-19 y no pueden hacerlo tan bien...

Ya me quitaron la fonoaudióloga, que, por cierto, es extraordinaria; la psicoterapeuta también (...) Muy pronto me los fueron quitando a todos ellos porque ya no tenían nada que hacer conmigo, ya cumpliste... me decían. Me quitaron el oxígeno muy pronto y todo fue andando divinamente. Hoy, lo que produce gran trabajo es la fisioterapia porque eso es duro: levantarse, hacer los ejercicios. La alegría enorme que tuve fue hace unos diez días, cuando di el primer pasito. Iba con ella, me dice: “Agárrame, como si fuéramos pareja”, y después me fue soltando y fui dando un pasito corto, y caminando muy bien. Hoy me muevo y ella me dice: “No abuses”, porque, con el bastón, trato de caminar rápido, pero no puedo darme el lujo de caerme. De manera que ahí vamos, hay que echar para adelante. Yo doy muchas gracias, no solo por estar vivo sino... bueno, como estoy hablando contigo.

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Colprensa
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Lunes, 8 de Marzo de 2021
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