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Influencia de la princesa Diana sigue viva
Sus hijos tienen papeles cada vez más importantes en la vida nacional de Gran Bretaña.
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AP
Domingo, 27 de Agosto de 2017

La fuerte impresión llegó una noche de verano: después de unos días idílicos en el Mediterráneo, el mundo se enteraba que la princesa Diana resultó herida gravemente en un accidente automovilístico en París. Su novio estaba muerto y ella estaba hospitalizada.

Su estado de salud era incierto.  Murió horas después, el 31 de agosto de 1997, hundiendo a Gran Bretaña en un dolor que perdura hasta ahora. Todavía se siente su influencia. El tiempo ha borrado algunos recuerdos, pero la gente de todo el mundo todavía se acuerda de Diana como una novia joven, llevada de la mano del príncipe Carlos, como una un mujer glamorosa capaz de inspirar modas al bailar en la Casa Blanca con John Travolta.

Ella fue la adorada y encantadora mamá que llevaba a sus hijos a parques de diversión, y la incansable benefactora de caridad que se acercaba a pacientes con sida cuando la mayoría de la gente los evitaba. Los hijos que Diana dejó (el príncipe Guillermo, quien ahora tiene 35 años, y el príncipe Enrique, ahora de 32 años) tienen papeles cada vez más importantes en la vida nacional de Gran Bretaña, mientras la gente se enfoca en la siguiente generación de la realeza, a veces a costa del padre de Guillermo y Enrique, el príncipe Carlos. 

“Su legado esencial son sus hijos y el hecho que ellos ahora son más conocidos como hijos de ella que de él, en el sentido de que la labor caritativa que están haciendo resuena con lo que ella hacía: asuntos difíciles como salud mental, de la misma manera que ella abordó el sida”, dijo Andrew Morton, quien escribió una biografía sobre Diana. “Ella tiene un legado viviente”, agregó. 

El libro que Morton escribió en 1992 reveló cuán desesperada estaba: su lucha con una grave enfermedad alimentaria, intentos de hacerse daño, y lo que él llama el “profundo descontento” de su matrimonio con Carlos, que terminó en un divorcio amargo en 1996. 

Se suponía que todo debería haber sido muy diferente. Carlos era el heredero al trono y el ingreso de Diana a la familia real indicaba que ella podría convertirse en reina algún día. 

Al final, Carlos y Diana vivieron una historia más de infidelidad y de votos incumplidos, pero con la diferencia de que estuvo a la vista pública. Ambos recurrieron a las entrevistas televisivas y a los libros de escritores cercanos como megáfonos al tratar de ganarse la simpatía de la ciudadanía. 

Carlos, con su apariencia inflexible y su personalidad inaccesible para la gente, nunca pudo competir con los grandes y nobles ojos de Diana, especialmente cuando ella se quejó de que siempre hubo “tres personas en este matrimonio”, en referencia a Camilla Parker Bowles, quien se casaría con Carlos ocho años después de la súbita muerta de Diana. 

Muchas personas vieron a Diana como una joven madre agraviada por su esposo, quien era mayor y privilegiado y que se rehusó a dejar a su amante de toda la vida, incluso después de que la princesa también admitió que ella tuvo sus propios amoríos. 

Rehusándose a cumplir con las exigencias de imagen de la casa real, ella buscó nuevas maneras de enfrentar la fabulosa riqueza, la fama mundial y las altas expectativas. Ella se acercó y tocó a pacientes con sida _un tabú en ese entonces_ y viajó a antiguas zonas de combate para resaltar el peligro que las minas representaban para los civiles. 

Muchos sintieron que se podían identificar con ella cuando relataba su lucha contra la bulimia, así como lo sola y desilusionada que se sentía.

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