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Los turcos de Cúcuta: el libro de Beto Rodríguez
Cuenta que de ellos siempre le llamó la atención el respeto por sí mismos.
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Lunes, 11 de Junio de 2018

Hace más de 40 años, estando en San Salvador (Brasil), en contacto con árabes palestinos que vivían en la zona, a Beto Rodríguez lo alcanzó un síntoma de nostalgia, tras recordar a sus compañeros de colegio.

“Los Ibrahim, los Abrahim, y empecé a pensar que si allí había tanto árabe que me había atendido tan bien, pues valía la pena hacer algo sobre los turcos, o árabes de Cúcuta. En eso duré muchos años”, cuenta.

Con los datos, las historias, llegó su propia guerra con la pregunta: ¿Cómo empiezo?, frente a un papel en blanco, y pensando en las ideas para abrir un libro que, con el apoyo de la Gobernación, se hizo realidad: Los turcos de Cúcuta.

Al fin resolvió cómo empezar la narración: con un chiste de árabes en torno al dinero, en el que el comerciante Hassan Abdel Mustafá, enfermo en su lecho, llamó a sus familiares, y pregunta si están todos allí.

Al unísono le responden que sí, y él dice: “Bartida de vagos... ¿Entonces, quién cuida el negocio?”

Aunque reconoce que para los árabes es importante el dinero, resalta que lo obtienen de su laboriosidad y que “respetan la plata porque les da para realizarse y para responderle a Alá; por eso el Corán dice que puede tener las mujeres que quiera si tiene cómo responder”.

Cuenta que de ellos siempre le llamó la atención el respeto por sí mismos y por sus hermanos, su cuidado y prudencia para dar amistad, y su radicalismo cuando definen sus afectos, porque “no existe término medio: amigos, o enemigos”.

Por esas caratcerísticas empezó a buscar, a seguir los pasos de los árabes, sus aportes en Europa, por ejemplo, con el idioma, las costumbres, “el baño diario”, la arquitectura, los monumentos, entre otros aspectos.

Estando en ello, encontró que el desplazamiento de los árabes hacia Latinoamérica se inició en Chile, hacia 1900, y a Colombia ingresaron por Barranquilla.

En su libro, relata por ejemplo cómo el palestino Carlos Sus se bajó equivocadamente en Barranquilla pensando que estaba en Chile, y cuando se pudo recuperar económicamente con la ayuda de Elías Mavdi quien le fió mercanía para que vendiera, arribó a Cúcuta, donde fundó el almacén La Samaritana, que funcionó durante más de un siglo en la avenida quinta.

Para el caso local, afirma que el aporte de los Sus, los Abrahim, los Lamk, los Sleby, entre otros le han dejado grandes aportes a Norte de Santander, en especial en materia de profesionales: médicos, arquitectos, ingenieros, abogados, militares.

“Es difícil encontrar un árabe borracho, trasnochándose y causando problemas”, dice. “El único fue Leonel Sus Slim que sí era parrandero y se la pasaba inaugurando burdeles, pero nunca ofendió al prójimo”.

Luego de los turcos, Rodríguez espera pulir un par de cuentos, y la novela del loco de las primeras piedras en torno a quienes padecen esa enfermedad: poner primeras piedras, y dejar todo a medias; no como los turcos.

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