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Acostumbrarse a la ausencia, un paso fundamental en el proceso de duelo

Es normal sentir tristeza, impotencia, ira, de hecho, cualquier emoción. Lo importante es estar atento a ellas.

“¿Es que acaso he empezado a olvidarlo? ¿Es que ingresa ya al pasado, que empieza a desdibujarse? Entonces cierro los ojos y lo convoco con desesperación, lo hago nacer entre la bruma de la memoria, lo hago realidad de carne y hueso. Ahí está, recostado contra la puerta, mirándome, sonriente, y compruebo otra vez cuánto se parecía a mí”. Así relata Piedad Bonnett una de las tantas remembranzas que hace de su hijo (fallecido en 2011) en el libro Lo que no tiene nombre.

Al inicio del fragmento dice sentirse culpable porque de pronto parece que se le escapa, “que de momento no me duele. Me asusto, siento culpa”. Es justamente en eso en lo que consiste hacer un duelo, que es la experiencia por la que se pasa después de una pérdida, y que incluye todas las emociones, síntomas físicos y cognitivos que aparecen y terminan haciendo parte del proceso de acostumbrarse a la ausencia.

Hay emociones de todo tipo, tristeza, enojo, culpa, impotencia, explica Ana Carolina Calvo, psicóloga de la Universidad CES, y agrega que si bien los duelos más complejos tienden a ser los por fallecimiento, a lo largo de la vida deben afrontarse otros muy variados siempre que se trate de la pérdida de algo significativo.

“Los duelos por fallecimiento son más complejos porque nos debemos acostumbrar a vivir sin alguien y es una realidad que no puede evitarse”. Sin embargo, también se pasa por un proceso como este cuando ocurre, por ejemplo, una graduación (y se pierde el estatus de estudiante) o cuando se sufre una ruptura amorosa. “Son distintos, no tienen la misma expresión emocional”, dice, pero todos implican afrontar una pérdida y acoplarse a ella.

Durante el proceso de duelo ante la muerte se viven distintas situaciones a nivel emocional, cognitivo, conductual y espiritual, continúa Calvo, “podríamos sentirnos enfermos, con dolor de cabeza, dolor muscular, perder el apetito, tener alteraciones del sueño. Todo esto es una expresión normal de la carga emocional que se está viviendo”.

A nivel cognitivo podrían haber pensamientos intrusivos, asuntos que llegan a la mente y se repiten constantemente. En cuanto a la parte conductual podría haber deseo de aislarse, y a nivel espiritual, si se es adepto a alguna religión, haber preguntas como por qué me pasó esto a mí “Todo esto y más es normal, porque estamos aprendiendo a vivir con la ausencia”.

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Depende de cada persona

Si ha pasado por un duelo por fallecimiento es probable que se sienta identificado con lo descrito anteriormente, o que lo haya vivido de otra manera, porque en realidad hay tantas formas de hacer un duelo (de acostumbrarse a la ausencia) como personas en el mundo.

“Todos los seres humanos somos distintos y el duelo también, aunque se tengan pérdidas similares. Lo más importante es que surja de la construcción de cada persona según sus creencias religiosas, espirituales y culturales, para que pueda expresar su sentir”, explica Diana María Peláez Cardona, psicóloga de la Unidad de Duelo de la Funeraria San Vicente, especialista en Cuidados al final de la vida.

En este sentido, cada ser humano identifica lo que puede serle útil o no en su proceso, cada momento y cada estrategia serán diferentes, lo más importante, concluye, es identificar las emociones que está sintiendo.

El duelo y la intensidad con que se viva dependerá de diversos factores como el vínculo que se tenía con la persona, la forma en que se enteró de la muerte, si estaba acompañado o si tuvo acceso a un rito, señala Calvo. “No existe un manual ni un paso a paso. Además, es importante comprender que es una montaña rusa de emociones: en algunos momentos vamos a estar tranquilos, en otros no, y son cambios que se pueden dar de repente”. Por ejemplo, podría encontrarse trabajando como es usual y de pronto tener que retirarse al baño a llorar, “eso es importante comprenderlo”.

Con respecto al tiempo, a nivel clínico está establecido un lapso de entre seis meses y un año para culminar el proceso. “Dependerá del tipo de muerte, pero normalmente el primer año es el más duro”.

Otro de los factores que influirá en la respuesta ante la pérdida es la forma como falleció el ser querido: si fue una muerte esperada (porque tenía una enfermedad crónica, por ejemplo) o si fue inesperada (a raíz de un accidente u homicidio).

Para el primer caso está la posibilidad de realizar un proceso de duelo anticipado, dice Peláez, mientras que por el otro resulta ser más impactante, sin la oportunidad de dialogar sobre asuntos pendientes. Sin embargo, “no hay una más dolorosa que otra, eso no lo podemos medir ni cuantificar, el dolor es el mismo en cualquier situación”.

Expresarse es clave

La velación, la celebración de una eucaristía, los novenarios virtuales, un video homenaje, un mural, escribir algunas cartas, hacer un álbum de fotos o un libro conmemorativo son algunos de los rituales convencionales y alternativos que enumera la psicóloga Calvo.

“Son importantes porque nos ayudan a canalizar: toda esa carga emocional se orienta hacia el ritual, así lo descargamos, nos concentramos en una actividad específica. Los ejercicios artísticos, sobre todo, permiten conmemorar y honrar, y al mismo tiempo son muy útiles porque permiten la expresión emocional”.

Piedad Bonnett, para la columna de opinión Érase una vez el fin le expresó a la periodista Leila Guerriero que ella misma se escandalizó cuando tuvo la idea de escribir un libro sobre la muerte de su hijo. “Por momentos me digo: ¿Qué ser humano soy yo, que soy capaz de eso? (...)” y concluye: “Mientras escribía tuve que tomar miles de pequeñas decisiones narrativas, y esa fue mi salvación”.

Es en la intimidad de cada persona cuando emergen las emociones, y ahí cada una explora y expresa su sentir a través de rituales personalizados, puntualiza Peláez. “Lo más importante es que surja de la intención de cada individuo y que sea él quien le dé significado: escribir un poema, realizar una costura, una manualidad. Siempre será un acto simbólico que favorece el proceso de recuperación”.

Ambas expertas coinciden en que lo más importante es expresar lo que se está sintiendo, porque cuando las emociones se bloquean el proceso podría complicarse. Para este punto la red de apoyo (los amigos, vecinos y familiares) tienen un papel clave. Lo principal, explica Calvo, es validar lo que está viviendo la persona, entender que está viviendo algo doloroso. “Decirle que no llore o sea fuerte no ayuda, más bien hace que se aísle. Mejor si le decimos ‘si necesitas algo avísame’. Es importante preguntar en lugar de asumir”.

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Signos de alarma

Si no puede controlar la intensidad de los síntomas por la pérdida, si no siente apoyo de su entorno o si la aflicción le impide continuar con sus funciones cotidianas, es importante que busque acompañamiento psicológico, afirma Peláez. Así mismo, si aumenta el consumo de sustancias como el alcohol, se altera su ciclo del sueño, no puede controlar sus sentimientos o tiene intenciones de autolesionarse, es momento de pedir ayuda, agrega Calvo.

Elaborar la pérdida es importante para comprender el lugar del ser querido en la historia, “además se logra resignificar la existencia, es un momento crítico que lleva a la persona a reconstruirse para continuar. Cuando no elaboramos las pérdidas nos quedamos suspendidos emocionalmente, algo que tendría repercusiones en la salud mental y en la calidad de vida (propia y de quienes lo rodean)”, dice Peláez.

Finalmente, recuerde que el duelo no es un proceso negativo ni positivo, es necesario para adaptarse a la pérdida. “Tengámonos paciencia, seamos compasivos con nosotros mismos. No es fácil y no hay norma para elaborar un duelo. Hay que ir poco a poco, un día a la vez”, concluye Calvo.

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Viernes, 23 de Julio de 2021
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