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Al 'ángel' de los deportados le dieron casa

Doña Rita se levantaba desde las 6 de la mañana a prepararles alimentos.

Con sus mejillas coloradas por los fuertes rayos del sol, su piel tensa por las horas que pasa trabajando en las calles y con un corazón enorme y lleno de paciencia, bondad y labor social, Rita Gómez González se convirtió en el personaje más importante para algunos de los colombianos deportados y retornados de Venezuela durante la crisis humanitaria. La mujer los alimentó durante 15 días.

Su buena obra hizo que el padre Alberto Linero, a través de la corporación Minuto de Dios, le entregara una vivienda en un barrio de Cúcuta.

La historia

Eran las 11 de la noche del jueves 21 de agosto. En el barrio La Playita, en Villa del Rosario, no es común ver personas rondando las calles a esa hora, debido a la inseguridad que hay en el sector. Aún así, los primeros 10 hombres pasaron caminando frente a la casa de doña Rita. Todos decían que venían de Venezuela por un aviso que las autoridades de ese país les habían manifestado, mientras llegaban decenas de colombianos que cruzaban el río Táchira.

La Guardia Nacional les dijo que salieran de las casas para evitar ser capturados en un operativo que se realizaría, la mañana del viernes.

Doña Rita escuchó la noticia muy atenta, mientras varios de estos hombres buscaban donde pasar la noche. En ese momento comenzaba su corazón a decirle que debía ayudar a estas personas y fue ahí donde decidió brindar refugio para que algunos de ellos pasaran la noche.

Sintió la algarabía

Rita Gómez González es muy conocida en Villa del Rosario por su carisma y buen corazón. (Foto Jean Estupiñan)

A las 6 de la mañana del viernes 22 de agosto, una multitud de hombres se encontraba a orillas del río en La Parada (Colombia), escuchando cómo, en el lado venezolano,  a sus esposas e hijos los dejaban sin hogar.

Las autoridades venezolanas comenzaban a sacar a las familias colombianas y destruir sus viviendas una a una. “No me pude aguantar. Salí de la casa al escuchar los gritos. La orilla del río estaba cerca de la casa donde vivía. Desde ahí los hombres les gritaban a los guardias miles de cosas porque estaban sacando a las familias como si fueran unos delincuentes”, contó doña Rita.

Agregó que en ese momento, al ver los rostros de los hombres y de las mujeres que llegaban desesperadas al lado colombiano, después de cruzar el río, pidió a sus hijas un cucharón y una olla para preparar el sancocho familiar.  

“Mi situación no era la mejor en ese momento. Debía luz, arriendo, no tenía mercado. Por eso con un poco de sal, una olla y un cucharón, busqué cocinar algo para esas familias que estaban perdiéndolo todo”, añadió.

Corazón de servir

En este lugar se reunía doña Rita con los vecinos del barrio para iniciar a cocinar durante el día. Siempre se levantaba muy temprano para poder cumplir su cometido, alimentar a los colombianos. (Foto archivo)

Ese amor y sentimiento por lo que ocurría fue lo que impulsó a doña Rita a alimentar a más de 200 personas en el lugar, mientras centenares de ‘cambuches’ se levantaban a orilla del río Táchira y una larga fila de personas retornadas se agolpaban para recibir el plato de comida que amablemente les ofrecía, ella pensaba en no hacerlos pasar hambre.

“Comencé con nada. No tenía ni para mi almuerzo, pero era servir a los demás. Sabía que ellos estaban en una situación más difícil que la mía. Pero no duró mucho. Las personas cercanas se daban cuenta de lo que estaba pasando y comenzaron a llegar donaciones de alimentos. Desde ahí eran más de 200 personas a las que atendíamos entre mis hijas, los vecinos y yo. Todos por una misma causa. Servir sin esperar nada a cambio”, dijo doña Rita.

Desayuno, almuerzo y comida

Y así fue. Doña Rita le servía a decenas de personas sin importar el no conocerlos. Diariamente, durante 15 días, despertaba a las 6 de la mañana. Se alistaba para iniciar su día de labor social y preparaba desayuno, almuerzo y comida.

“Cuando empezaron a llegar las donaciones preparábamos de todo. Siempre había qué comer. Nunca nos falto el alimento. Gracias a Dios. Además, todo se hizo con el corazón. Sin esperar nada a cambio”, manifestó.

Le regalaron una casa

La casa queda ubicada en el barrio Minutos de Dios, en Cúcuta. (Foto Jean Estupiñan)

Doña Rita cuenta que luego de que pasaron los 15 días en los que atendió a los colombianos deportados y retornados recibió una llamada de una emisora nacional. Allí le manifestaban que realizarían una maratón para recoger dinero y pagar sus deudas. Luego, mientras estaba en línea, le pidieron que esperara que “el padre Alberto Linero necesitaba hablar conmigo”.

“Me saludó y me dijo que me iban a regalar una casa. Que gracias a mi labor me la había ganado. La emoción fue inmensa. Apenas era el anuncio pero me sentía feliz. Eso es por hacer las cosas sin esperar nada a cambio”, repitió con orgullo doña Rita.

La casa fue entregada el pasado martes por el padre Alberto Linero. La emoción y la dicha invaden a la familia Gómez González, quienes vivían en arriendo en el barrio La Playita, en La Parada y ahora, en Cúcuta, en su casa propia, en el barrio Minuto de Dios.

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Jean Estupiñan
Miércoles, 4 de Noviembre de 2015
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