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Frontera
El drama de los enfermeros en área COVID en Venezuela
Quienes prestan sus servicios para atender a las víctimas de la pandemia, se ven abrumados por el riesgo de contagiar a sus seres queridos.
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Eilyn Cardozo
Viernes, 4 de Septiembre de 2020

“Trabajar en el área COVID es bastante fuerte, primero, desde el punto de vista personal por las carencias que tenemos actualmente en el país, de gasolina, de transporte, inseguridad; pero también por el temor de verse afectado por una enfermedad que ha cobrado tantas vidas en el mundo; sin embargo, lo más difícil es no poder abrazar a mi hijo”.

Así lo define Giovanny Martínez, enfermero intensivista, quien presta sus servicios en el área para pacientes COVID del Hospital Central de San Cristóbal.

“Uno no lo hace por la retribución económica, porque el salario del personal de salud en Venezuela es simplemente irrisorio (cerca de quince mil pesos mensuales), uno lo hace por la mística de ayudar al prójimo y por amor a la profesión”, menciona el profesional. 

Martínez es casado y su esposa tiene 8 meses de embarazo, ambos tienen además un hijo de 7 años. Explica que desde que comenzó la pandemia, ha extremado los cuidados para evitar que sus familiares más cercanos se expongan a la enfermedad, pues no quiere que nadie enferme a causa de su labor como enfermero.

“Siempre hay temor, y uno no es consciente de eso mientras trabaja; pero cuando salgo del hospital, me subo a la moto y voy hacia la casa, la realidad de lo vivido me abruma. Es frustrante ver tanta gente en la calle sin tapabocas, haciendo fiestas, gente que no toma conciencia de que esto es una pandemia, que la COVID no es un juego, y que un descuido puede ponerlos en mis manos, en el área de pacientes críticos, y uno no quiere eso”, añadió. 

Interrogado sobre los cuidados para evitar convertirse en un riesgo para su familia, el intensivista hace una pausa, respira y no puede evitar que se le quiebre la voz. 

“Al llegar a casa, paso a un área que hemos aislado, me quito la ropa, que se pone a lavar inmediatamente, me ducho y sólo entonces entro a los espacios que comparte la familia, pero desde marzo no he vuelto a abrazar a mi hijo, y eso me parte el alma”, detalla con lágrimas en los ojos. Teme también por el bebé que está por llegar y a quien le tocará nacer en medio de la pandemia.

Quienes prestan sus servicios para atender a las víctimas de la pandemia, muchas veces se ven abrumados por la realidad de lo vivido en sus áreas de trabajo.

“Cada día son más los pacientes, y el personal de salud ha sido uno de los más afectados, eso hace que cada vez seamos menos los médicos y enfermeros disponibles para atender a un número de pacientes que no para de crecer”.
 
Las normas internacionales establecen una atención personalizada, es decir, un enfermero por cada paciente en esa condición y además un auxiliar de enfermería por cada dos pacientes. 

Pero debido a la migración masiva de profesionales ocurrida en Venezuela en los años anteriores y a las bajas de salud entre el personal, ocasionadas por la pandemia; en la actualidad un solo enfermero intensivista en el Hospital Central de San Cristóbal debe atender entre 5 y 8 pacientes críticos durante turnos de 6 o 12 horas.
 
En este momento hay una vacante de 800 enfermeros en todo el hospital y específicamente en el área COVID-19 se requieren 33 enfermeros por turno para prestar un servicio óptimo, 3 para el área de triaje y en aislamiento consideran que deberían de tener 4 enfermeros por piso, para un total de 12.

No obstante, también hay puntos positivos –dice-, trabajar en el área COVID le permite abastecerse de combustible, un bien sumamente escaso para el resto de los tachirenses. En esta entidad hace ya 8 semanas que se suspendió el abastecimiento de gasolina a todos los vehículos no vinculados a los sectores prioritarios: alimentación, medicamentos y salud.

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