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Familiares destrozados por la muerte de Lisbeth Andreina Ramírez

La mujer de 30 años, que vivía en San Cristóbal, murió junto al expolicía Óscar Pérez.

“Quiero salir corriendo por la calle, la quisiera aquí conmigo, enterrarla aquí en San Cristóbal”, repite empapada en llanto Faride Mantilla, de 63 años.

Y es que debieron transcurrir seis días desde el operativo desplegado por los cuerpos de seguridad venezolanos en contra de Óscar Pérez, piloto y exfuncionario del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, en el que cayó muerto su hija Andreina Ramírez Mantilla para que le entregaran el cuerpo la tarde del sábado. “Se trató de una maniobra del gobierno para hacernos sufrir”.

Los familiares de la joven, nacida en San Cristóbal, pese al traslado de los restos al Táchira aún no salen del asombró al enterarse el mismo día de los hechos que su hija se encontraba dentro del Chalet, atacado por las fuerzas de seguridad venezolanas, presuntamente por tratarse de “terroristas”.

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“Me la quitaron, se la llevaron. No sé porque le hicieron eso, mi Dios es justo y ellos tienen que pagar. No confío en la justicia de aquí, la justicia es ellos, mire lo que hacen. Mi confianza está en Dios y más nada”, señala la madre de la joven que cursaba el cuarto año de odontología en la Universidad del Zulia y era Técnico Superior en Enfermería.

Su familia nunca imaginó que Andreina estaba en ese lugar donde aconteció el hecho que les cambió la vida y no cree que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, haya pedido el resguardo de la vida del grupo opositor.

“No creemos que Maduro los hubiera querido vivos ¿Cómo es posible que pasaran por encima de las órdenes del presidente, eso es mentira, Maduro los mandó a matar?”, recalcó la madre.

Lisbeth Andreina Ramírez en compañía de sus familiares, aparece de última a la derecha.  

Los padres de Andreina llegaron a Venezuela hace 40 años, provenientes de Ocaña, Norte de Santander, buscando un mejor futuro para la familia y para los hijos. 

“Todos nos veníamos a Venezuela a trabajar porque cualquier cosa que uno ganara era mucha plata y aquí había oportunidades. No nos hemos ido porque creemos que las cosas van a cambiar, este país lo adoptamos como nuestro. Ya nos sentimos venezolanos y nos duele lo que pasa”, dijo Faride, entristecida, apretando la mano de Yamile, la mayor de sus hijas, también de nacionalidad colombiana.

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De tener la oportunidad de estar frente a los verdugos de su hija, seguramente y, a pesar de la indignación, afirma que “no les diría nada, se los dejo a Dios que es el único que puede hacer justicia. Tengo mucha rabia, ella no merecía morir así. Si ellos pidieron clemencia, (el grupo de resistencia) si se querían entregar, ¿por qué los mataron? Si alguien pide clemencia, ¿usted qué lo mataría?, no, eso no se hace”.

El padre de la joven, Ángel Ramírez, muestra orgulloso un álbum fotográfico que elaboró Andreina con sus manos. El libro muestra un recuento de los mejores momentos de su vida, familia, amigos y esposo, plasmados en fotografías que Andreina resaltó con dibujos de corazones, estrellas y flores coloreados en tonos alegres y pasteles.

“Tengo que estar sereno, soy la fuerza de la familia. Estoy recuperándome de un infarto que me dio hace unos meses atrás, ya es el segundo, debo controlar mis emociones”, dijo con los ojos enjugados en llanto.

Nunca pensó que la matarían

Andreina envió mensajes a su familia antes de morir: “pidió perdón, nos dijo que nos amaba mucho y a las amiguitas les envió mensajes de texto en los que les pedía que la ayudaran, que la habían hecho presa. Ella se sintió atrapada pero nunca imaginó que la iban a asesinar”, narró Shirley Ramírez Mantilla, colombiana y hermana de la joven asesinada.

Es recordada por sus parientes como una muchacha emprendedora, alegre y siempre con deseos de superarse. Nació el 25 de septiembre de 1988, tenía 30 años y fue criada en la religión católica, por lo que sus parientes aseguran que era incapaz de atentar contra alguien.

Conoció a su esposo, Jairo Lugo, quien también cayó abatido en el operativo, cuando alquilaba teléfonos celulares en las inmediaciones del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC), en San Cristóbal.

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“Con Jairo se conocieron en la sede del CICPC, él vino a hacer un curso, era sargento de la Guardia Nacional y pertenecía al Grupo de Acciones Especiales –GAES-, de ahí se fue de baja. Ellos se enamoraron y se fueron a vivir a Maracaibo”, narró la hermana.

Sin poder contener el llanto, Shirley recordó que su fallecida hermana pasó las fiestas navideñas con la familia, “fue una navidad muy especial porque, curiosamente, teníamos muchos años sin pasar el 24 y 31 con ella. Siempre compartía solo una de las dos fechas. Retornó a su casa en Maracaibo el lunes 8 de enero porque tenía que estudiar”.

La familia desconocía que ella iría a Caracas, hasta el pasado lunes que envió una nota de voz a su hermano pidiendo que la perdonaran. 

“Ahí empezó nuestra angustia, luego vimos los videos que difundió el muchacho Oscar Pérez y reconocimos a Jairo (esposo de Andreina)…y hasta que nuestra hermana, que está en Caracas, no pasó a reconocerla en la morgue, no nos convencimos de que estaba muerta. No creíamos nada. Ella no era ninguna terrorista, era un ángel, tenía una fundación y ayudaba a los niños de escasos recursos con ropa y lo que podía. Todavía no me cabe en la cabeza la manera en que ella muere”, precisó Shirley.

El cuerpo no está

El grupo familiar, sentado alrededor de la estrecha vivienda, trata de completar las diligencias del traslado del cuerpo de la joven desde la capital venezolana hasta el fronterizo estado Táchira. 

Hablan con servicios fúnebres, los diputados de la Asamblea Nacional los ayudan con contactos para el traslado, el movimiento estudiantil planifica el sepelio y el alcalde de la ciudad ofreció cubrir los gastos del cementerio, solo falta un detalle: el cuerpo no está.

“Por qué demoraron seis días para entregar el cuerpo y el del choro (delincuente) colectivo Heicker Velázquez - miembro de las fuerzas de seguridad de Venezuela que atacaron al grupo Resistencia- de una vez lo entregaron a la familia y le rindieron honores, condecoraciones, como si fuera el Libertador Simón Bolívar. Ahí ve uno las injusticias, aquí todo es al revés. Los buenos son los malos y los malos quedan como los buenos. En Venezuela parece que es mejor ser malandro y cometer injusticias que ser una persona de bien”, rumoró, con rabia, Enrique Ramírez, hermano de la joven asesinada.

Con tiros a la cabeza

Por su parte, el diputado de la Asamblea Nacional venezolana, Franklin Duarte, integrante de la comisión especial delegada para acompañar a las familias de los caídos en la morgue, dijo en exclusiva al diario El Colombiano que “la entrega la estaban dilatando y que el mundo lo sepa. El diputado opositor al gobierno de Nicolás Maduro aseguró que todas las actas de defunción señalan que los siete abatidos mueren por disparos en la cabeza.

Rosalinda Hernández C.

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Domingo, 21 de Enero de 2018
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