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La escalonada marcha que no llegó a frontera

La esperanza se desdibujó con las horas, y se cuestionó por qué no permitir que el pueblo decidiera su futuro.

A las 8:00 de la mañana, con un sándwich en la barriga, un refresco y la convicción de desmontar los contenedores soldados en el puente internacional Tienditas (Villa del Rosario) más de mil personas partieron del lote en el que pasaron la noche en el suelo, tras el concierto Venezuela Aid Live.

Mientras el grupo salía, la Fuerza de paz Venezuela se organizó para liderar la caminata, luciendo relucientes boinas azules.

Petra Lourdes Primera y Javier Ricardo Gómez, una pareja de profesionales, afirmó que el proceso era irreversible.

A las 9:00 de la mañana, una tractomula con flores entregadas a los marchantes fue el inicio de los primeros pasos, y así llegaron casi las 11:00 con la gran masa formada en un carril de la vía.

El primer clamor de paciencia se asomó desde un micrófono ubicado en uno de dos camiones con parlantes.

“Una sola voz, una sola instrucción”, dijo el exiliado diputado Ismael García, cuando la gente preguntaba, a media voz, ¿hasta cuándo la espera?

Ángel Zambrano, representante de la población con discapacidad de Venezuela, se ubicó delante de la multitud para movilizar al grupo, cuando se anunció que cuatro tractomulas con donaciones irían a los puentes Francisco de Paula Santander (Cúcuta) y Simón Bolívar (Villa del Rosario).

Los gritos de “¡libertad!” resonaron con las bocinas, y la instrucción de García de escoltarlas se convirtió en el motivo para encaramarse en ellas.

Para el mediodía, un segundo llamado al orden y la disciplina, cuando se alzaron voces con preguntas, distraídas luego por canciones, pero el cansancio fue evidente, la sed, el hambre, de este lado de la frontera.

“10 minutos de paciencia”, porque ya habían desertado miembros de la Guardia Nacional Bolivariana, los camiones llegaron a Ureña, y momentáneamente, a las 12:45 p.m., volvió el entusiasmo brevemente.

 “¡Nos están engañando!”, alegaba uno; “¡Nos están debilitando”, decía el otro; “¡Hasta que no hagan toda la farándula!”, y con el calor se calentaron los ánimos.

“Digan si se va a prender el reventón”, preguntó Samuel Goitía, quien llegó desde Falcón hace 4 días, y desde hacía dos no se bañaba.

Édgar Muñoz, de Miranda, recordó que sus padres murieron en sus brazos, y cuestionaba por qué tanta espera, porque el día de ingreso “es hoy”, “o nos vamos pa’l coño”, gritaron al fondo.

El almirante Carlos Molina Tamayo, casi a las 2:30 de la tarde, hizo retornar a los que avanzaron para decir: “cada vez se justifica más una intervención militar para el rescate de Venezuela”, pero ante la frase: “no tenemos instrucciones para pasar”, los que quedaron, emprendieron el retorno.

Antes de pasar por la entrada, Jesús Otero sentenció: “allá todos metidos bajo el aire acondicionado… Eso no es así, volvieron a traicionar al pueblo de Venezuela”.

Otros como Nelly Niño, y su familia, clamaron por paciencia, por no perder la confianza, pero reconocieron la incertidumbre y que “esta no era la idea”.

El diputado García reunió a un grupo a las afueras del puente, para decir que “viene una lucha más determinante”. 

“El gobierno de allá, que se atenga a las consecuencias”, y lo que queda, indicó, es “seguir pa’lante hasta que salgamos de esta tragedia”.

“¡Ay!, eso ya lo han dicho”, exclamó un joven a sus espaldas, mientras una mujer comentó: “esto estaba preparado… Sentimos que nos usaron, porque querían justificar una intervención militar”.

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Domingo, 24 de Febrero de 2019
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