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‘Los de la toma’ en La Parada, ya son 100 familias

Estas personas duermen, comen y se bañan al aire libre.

Vinieron de todos lados. Sucre, Barquisimeto, Caracas, Aragua, Maracay… Se conocieron lavando ropa o bañándose en un brazo del río Táchira que pasa por el sector La Marina, en La Parada (Villa del Rosario), y allí se quedaron.

Basta pasar un rato en sus improvisados ranchos para comprender que muchos quieren ser escuchados; que sus recuerdos contienen abuso, dolor y carencias de todo tipo.

Aunque son una comunidad, no tienen nombre, solo se hacen llamar 'los de la toma', donde no hay normas, ni reglas, pero sí se pide respetar que a las 8 de la noche ya no haya fogones prendidos y, de haberlos, que no estén ubicados cerca de donde están quienes ya duermen.

En las mañanas, algunos escuchan música sentados al borde de la acera, otros ordenan sus pertenencias mientras llega la hora del almuerzo en la casa de paso La Divina Providencia.

Las colchonetas, cobijas, maletas, mochilas, bolsas y ropa, quedan en el lote que está junto al brazo del río Táchira, agua que es utilizada por los labriegos para el riego de cultivos.

Allí, adultos y niños se bañan ante la mirada de todos. Las mujeres lo hacen con camisa y pantaloneta; muchas de ellas son las compañeras de los 'trocheros'.

Tienen ollas, platos, cubiertos, utensilios que todos puedan usar pero deben devolver.

“Es como hacer un examen. Si no devuelve lo sencillo, es porque viene con malas mañas y ya luego ninguno lo acepta a su lado”, dijo Miguel Castillo, uno de los líderes que aseguró que son al menos 100 familias las que viven y duermen en esa zona de La Parada.

Muchos de quienes integran esta comunidad logran su comida en la casa de paso La Divina Providencia. (Foto Mario Franco)

La misión del líder

Con cuatro meses de haber llegado de Barquisimeto a La Parada, Miguel Castillo, de 34 años, poco a poco se fue convirtiendo en el líder que no tenía esta comunidad.

Llegó con dos amigas pero ellas no aguantaron y se devolvieron. Se quedó solo.

“Me estabilicé vendiendo gaseosas, aguas. Pero eso no alcanza para comer porque necesitas 15 mil pesos diarios para sobrevivir. A los dos días de estar acá alguien se me acercó preguntándome por mis servicios sexuales y yo le cobré 50 mil, eso me dio para mantenerme una semana. Yo vengo de una vida de prostitución y acá tuve que seguir, pero más allá de eso, mi tiempo se me va buscando ayudas en supermercados o en personas que quieran donar algo para todos acá. Tenemos una meta diaria y es conseguir la merienda de los muchachitos”, contó Miguel.

El brazo del río Táchira es la ducha y el lavadero de todos los que allí viven. (Foto Mario Franco)

Sus hijos las obligaron a salir

Aurielis Guardia tiene 21 años y Patricia Pérez 23. Ambas son madres venezolanas que tuvieron que dejar su país en busca de ayuda médica para sus hijos.

Aurielis es de Sucre, al oriente de Venezuela, tiene dos hijas de 7 y 2 años, ambas con trastornos físicos.

“Mi pequeña Davihannys sufre de parálisis cerebral mezclada con microcefalia. He buscado ayuda pero no hemos logrado nada, ni siquiera para mi Valery, la otra nena que tiene problemas en sus huesitos. Aún así no me canso de creer que acá estamos mejor que en Venezuela, al menos se consigue para comer”, dijo la madre.

El caso de Patricia es similar, su hijo Jhosept Elías debe permanecer medicado, si no sus convulsiones no dan espera.

“Ha sido difícil, pero cada día agradezco a Dios poder tener un bocado de comida y la fuerza para salir adelante en busca de un mejor bienestar para los míos”, contó Patricia, mientras preparaba unas arepas con queso y jamón. 

“Tenemos una meta diaria y es conseguir la merienda de los muchachitos”, líder.

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Laura Serrano
Sábado, 3 de Agosto de 2019
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