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Niños migrantes, más propensos a sufrir de depresión

Muchos de los infantes venezolanos traen secuelas físicas y mentales por lo vivido en su país, según la fundación Nueva Ilusión.

Roberto y Carolina dejaron Barquisimeto, una ciudad al noroeste de Venezuela, para buscar un próspero futuro en Cúcuta, especialmente para su hija Valeria, de cinco años. 

En la nueva casa, lejos de sus abuelos, tíos y primitos, la niña dejó de socializar con su entorno. Decía sufrir de dolores de estómago después de comer y sus rabietas se hacían más recurrentes y sin motivos aparentes. 

Entre enero y febrero de 2019, Valeria comenzó a presentar problemas en la nueva escuela. No se relacionaba respetuosamente con la maestra de su sala de preescolar. Se le hacía difícil aceptar y aplicar las normas dadas. Mordía, pegaba y entraba en conflicto con los otros niños. 

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Este cambio de comportamiento, según la voz experta del sicólogo Juan Perdomo, se debe al proceso migratorio de la pequeña, a esa ‘separación forzada’ de su entorno, que hace que no se sienta a gusto en ningún lugar que no sea aquel donde vivía en Venezuela. 

“Dichos síntomas podrían traducirse como rasgos de depresión, que si no se abordan a tiempo, podrían terminar en un trastorno depresivo”, advirtió. 

Por fortuna, en el caso de Valeria, con el acompañamiento de la orientadora de la escuela, dichos comportamientos han ido desapareciendo. “En casa hemos implementado hábitos en cada una de sus actividades y deberes. Dedicamos una hora para jugar, ya sea en la casa o en el parque. Hemos incluido videollamadas con sus tíos y primos que están en Perú, España y Argentina y hemos excluido el azúcar de su alimentación”, contó su mamá, Carolina Pérez. 

A mediados de esta semana, tanto los padres como la niña fueron felicitados. La mamá de Valeria aseguró: “En el corte de mitad del primer periodo, la maestra dijo que ha visto cambios positivos en la niña, con la mejora de su calidad de trabajo y  su interacción con los niños”. 

(El cambio de país puede generar en los menores venezolanos cuadros de ansiedad y depresión.)

Signos de alarma

En términos médicos, cuando ocurre una separación de los seres queridos, los niños pueden sufrir liberación elevada de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina. No obstante, en algunos niños no termina en arrebatos ni berrinches, sino que permanece en silencio, casi invisible. “No hay que subestimar estas actitudes”, agregó Perdomo. 

En Norte de Santander residen 167.958 venezolanos, según el último informe publicado por Migración Colombia, el mes pasado. Aunque no hay datos precisos sobre el número de niños, se estima que representan el 27% de dicha población: unos 33 mil menores.

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La sicóloga Massiel López explicó que algunos niños, con edades entre 7 y 14 años, sufren de sensación continua de aburrimiento, poca concentración, insomnio y pueden desarrollar “ideas de culpabilidad, de muerte”. 

A principios de febrero, en el municipio de Ábrego, se registró el suicidio de un niño migrante venezolano de 9 años. En ese momento, la personera del municipio, Deisy Díaz Torrado, ofreció pocos detalles sobre lo sucedido. “La mamá estaba trabajando y cuando llegó a casa se encontró con la trágica escena”.

En ese momento, trascendió que la abuela del niño, que se quedó en Venezuela por una enfermedad terminal que enfrenta, pudo, al parecer, generar un fuerte impacto emocional por el desarraigo del pequeño de sus seres queridos. 

Por la dinámica de precariedad en la que llegan cientos de familias venezolanas, muchos deben dejarlos sin vigilancia en el hogar. “Al no contar con esa ‘tribu’ de apoyo, como lo son familiares o amigos para que se los cuiden, muchas madres se ven en la obligación de dejarlos en casa, provocando todavía más aislamiento, ansiedad y enfermedades físicas como dolor de cabeza y daño estomacal”, describió López. 

Patricia Salguero, directora de la fundación Nueva Ilusión, que asiste a familias migrantes y retornados colombianos de escasos recursos en Los Patios, indicó que muchos de los niños traen secuelas físicas y mentales por lo vivido en el vecino país. 

En una investigación presentada en la IV Jornada de salud mental y migración, en España, se estableció que un menor inmigrante tiene “5 veces más posibilidades de sufrir una enfermedad mental que el que no haya tenido que abandonar su país, debido al cambio brusco de cultura, costumbres y a las condiciones vividas en el viaje”.

En su caso, Salguero relató que “casi todos vienen con un grave cuadro de desnutrición. Muchos han sufrido de trabajo infantil y situaciones de riesgo durante el viaje hacia Colombia. La mayoría vienen dispersos y con dificultades para adaptarse desde lo más simple, como la comida, hasta lo más complejo, como el sistema educativo”. Para ello, desde la fundación que dirige se imparten actividades de integración, como encuentros deportivos o culturales, de la mano con otras asociaciones de Cúcuta, para prevenir que sufran de un cuadro depresivo.

Otra estrategia que le ha servido a la venezolana Zairubi Díaz, es la discreción. “Debemos ser ser más cautelosos a la hora de manejar nuestras emociones cuando están nuestros pequeños presentes. Háganles saber que esto se trata de un viaje largo, de aventuras y de conocer nuevas culturas”. 

Esa técnica la ha puesto en práctica con sus hijos de 13 y 9 años. “Ellos están felices, les gusta mucho su colegio, y siempre hablan con sus abuelos en Venezuela”.

Gabriel Meza, desde la fundación Camino de Vencedores, imparte talleres para padres migrantes. Aconsejó: “Hay que establecer metas y proyectos que incluyan a los niños para poder motivarlos a visualizar proyectos futuros”.

(La mayoría de los niños que ingresan a Colombia, lo hacen por el Puente Internacional Simón Bolívar.)

¿Qué hacer?

El sicólogo Juan Perdomo explicó que si los comportamientos mencionados anteriormente persisten por más de dos semanas, se deben encender las alarmas y buscar ayuda especializada. 

Encontrar actividades que le puedan generar un buen sentido del humor y que le permita relacionarse con otros niños de su edad. 

Promover las buenas relaciones familiares. Que los miembros adultos de la casa lo feliciten por haber cumplido con sus tareas o haber colaborado en casa, por ejemplo.

Evitar romperle una promesa al niño. Siempre hablar de este nueva etapa de forma positiva. 

Disminuir el tiempo de ocio y el abuso del internet. 

Aprovechar las actividades recreativas y culturales gratuitas de la ciudad. Por ejemplo, en la Biblioteca Pública y en el centro comercial Ventura Plaza tienen actividades para los niños los fines de semana.

Realizar actividades al aire libre, dibujar y hacerles preguntas sobre su día en la escuela, para incentivar la comunicación familiar.

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Alicia Pepe
Sábado, 16 de Marzo de 2019
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