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Paramilitares colombianos o chavistas amotinados

Lo que hoy vive Venezuela no es el resultado de la presencia colombiana en ese país.

Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.

Los colectivos sociales en Venezuela son organizaciones civiles de ciudadanos que se reúnen en torno a diferentes temas que van desde lo ideológico hasta los que buscan la solución de demandas específicas como: espacios de recreo, servicios públicos o incluso seguridad. Se diferencian de los Consejos Comunales porque no son parte formal ni informal del aparato del Estado, no están reglamentados por ley y son una expresión autónoma de las organizaciones civiles.

Algunos existen desde antes que la Revolución Bolivariana ascendiera al poder, algunos de ellos surgieron en los primeros años de gobierno chavista bajo el nombre de Círculos Bolivarianos, incluso fueron un factor fundamental para el retorno al poder del fallecido presidente Hugo Chávez, después de la intentona golpista del 11 de abril de 2002. Bajo el nombre de Colectivos se reúnen diferentes tipos de organizaciones, lo que el chavismo llama pueblo organizado.

Pero algunos de los denominados colectivos no son propiamente organizaciones civiles de ciudadanos políticamente activos, por el contrario son organizaciones criminales que se ocultan bajo dicha figura para escapar de las autoridades. Asesinos, secuestradores, traficantes de droga, contrabandistas, bachaqueros, atracadores, malandros que van desde pequeñas bandas hasta grupos sofisticadamente organizados y pertenecientes a grandes redes de delincuencia transnacional que se han trajeado con los ropajes de los Colectivos Sociales.

La situación que no es ajena al gobierno ‘bolivariano’ desde tiempos del ‘Comandante Eterno’, por el contrario se alentó su existencia y tolero su comportamiento, cuando no animó, contra la oposición o los medios de comunicación.

Figuras como la fallecida Lina Ron, líder de un colectivo, fueron célebres protagonistas del elenco chavista en momentos de confrontación política, incluso se puede recordar cómo Chávez en tono cómplice le llamaba la atención en cadenas de radio y televisión, haciéndose el molesto para después sonreír de forma pícara.

El accionar delictivo de dichos Colectivos era respaldado por un gobierno complaciente que les delegaba la tarea de hostigar a la oposición. Muchos de dichos grupos tuvieron acceso a armas de fuego y adiestramiento militar, en el marco de la nueva Doctrina Militar Bolivariana, la cual transformó la seguridad en Venezuela, se les enseñó organización defensiva, técnicas de asalto y hasta a disparar armas de fuego.

Ciudadanos a los cuales bajo una motivación política e ideológica se les permitió funcionar como cuerpos de seguridad en determinadas zonas. El chavismo en cabeza del ‘Comandante Supremo’ aceptó la paramilitarización de una parte de la sociedad aún a sabiendas de que algunos grupos delincuenciales se estaban mimetizando como Colectivos.

Durante el último año, el presidente Nicolás Maduro ha identificado como “paramilitares colombianos” a los Colectivos que abandonaron las filas del chavismo y le declararon la guerra al Gobierno. Muchas de estas bandas tienen el componente colombiano, sin lugar a duda, pero no como parte de un plan orquestado desde la derecha colombiana con el objetivo de desestabilizar Venezuela.

Sino porque, según datos del propio Maduro, uno de cada seis venezolanos es de origen colombiano, si a ello se suma que la única frontera viva de Venezuela es con Colombia resulta casi inevitable que dentro de la delincuencia figure el componente colombiano, pero también figura en la academia, en la música, en el arte, en los industriales, en los medios de comunicación, en las telenovelas, en todo lo venezolano, hasta en los chavistas y la delincuencia que usó la franela roja rojita.

Lo que hoy vive Venezuela no es el resultado de la presencia colombiana en ese país, por el contrario es el resultado de la política establecida por el propio Chávez la cual pretendía defender la ‘Revolución’ como fuera necesario, así fuera valiéndose de delincuentes.

Los líderes de estos grupos seguían al líder carismático, enfrentarlo no era posible. Chávez era el caudillo electoral que todo lo dominaba incluso lo ilegal, no porque fuera la cabeza de un cartel o recibiera dineros productos de ilícitos, sino porque él todo lo sabía, tenía una red de poder que le permitía saber quién o quiénes contravenían la ley y utilizaba dicha información como un instrumento de control cuando alguien lo desafiaba.

Son varios los casos de chavistas desencantados que al pasar a las filas de la oposición les abrieron investigaciones por corrupción. Algunos colectivos como ‘La Piedrita’ llegaron a desafiar a Chávez, pero pronto reconvenían ante lo que significaba desafiar al comandante.

Nicolás Maduro es la gran víctima del chavismo y el victimario de Venezuela, obligado a sostener una boliburocracia nepotista, no tiene el carisma de su padre político ni es un caudillo electoral, pero tampoco es el tonto que algunos creen. Y la violencia que hoy vive Venezuela es evidencia de ello. Maduro ha iniciado una purga de los colectivos que le dieron la espalda.

En octubre del año pasado los colectivos agremiados en el denominado ‘5 de Marzo’ engrosaron las filas de los enemigos del Gobierno, tras la muerte de su líder, José Odreman, en confusos hechos. Es prudente recordar que antes de ser dado de baja, Odreman, se dirigió a los medios de comunicación diciendo que responsabilizaba al entonces Ministro del Interior, Rodríguez Torres, si algo le sucedía. Desde entonces y hasta la fecha los del ‘5 de Marzo’ y otros colectivos delincuentes han iniciado una guerra que pasa por amenazar directamente al jefe de Estado Venezolano y al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

Maduro primero apaciguó los ánimos retirando de la cartera a Rodríguez Torres y nombrando a Fredy Bernal, líder chavista cercano a los Colectivos, como el encargado de la formación de los nuevos cuerpos policiales. Un año después ha iniciado una purga, en el marco de la llamada OLP –Operación para la Liberación y Protección del Pueblo– que se adelanta en todo el territorio venezolano.

Operaciones de seguridad en las que se reportan números de 22 muertos y 200 detenidos, las cuales no tienen parangón ni siquiera con operaciones en países en situación de guerra regular o irregular. No son casos aislados es un proceso que cubre lo largo y ancho del territorio venezolano, el Gobierno lo llama lucha contra la delincuencia, y sí está luchando contra la delincuencia, pero no solo la delincuencia sino esa delincuencia que el chavismo le permitió crecer y actuar, y que ante la ausencia de Chávez ha decidido amenazar el poder de sus herederos.

Pero Maduro, que no es nada tonto, ha montado un discurso relacionando la delincuencia paramilitar originada en el chavismo con el paramilitarismo colombiano y las bandas criminales. Colectivos delincuentes, bandas criminales y paramilitarismo colombiano, son el mismo fenómeno con diferentes nombres, actores criminales que el gobierno venezolano les permitió actuar y que se han salido de control, a los cuales ha decidido purgar con todo lo que ello significa.

No obstante, al relacionar esto con Colombia evita reconocer que la política de seguridad del ‘Comandante Eterno’ fue un fracaso.

Domingo, 30 de Agosto de 2015
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