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Un cierre que acabó con la frontera más movida de Latinoamérica

1.200 millones de dólares exportó el departamento durante los años de bonanza comercial.

“Esta no es la frontera que conocimos, en donde crecimos los cucuteños, aquella que era una oportunidad para el país”, dijo Carlos Luna, presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cúcuta. Después del cierre del 19 de agosto de 2015, las relaciones comerciales que alcanzaron a mover entre 2007 y 2008 un aproximado de 7.000 millones de dólares, son un espejismo de lo que fueron en los inicios del nuevo milenio.

José Miguel González, presidente de la Comisión Regional de Competitividad de Norte de Santander, resaltó que las relaciones comerciales con Venezuela han tenido “muchos momentos”, en los años de bonanza el departamento logró exportar 1.200 millones de dólares aproximadamente, divididos entre sectores como la cerámica, la agroindustria, el calzado y las confecciones. 

“Tuvimos años muy buenos para el sector comercial, no en exportaciones, sino en ventas, el comercio fue uno de los sectores que más se desarrolló durante esos años”, indicó González, quién además enfatizó en que hoy el departamento no alcanza rubros por encima de los 400 millones de dólares, un decrecimiento del 66 % en casi 10 años.

El 19 de agosto de 2015 se oficializó el cierre por parte del vecino país.​

Desde el 2000, Venezuela se había convertido en el segundo socio comercial del país, después de Estados Unidos. “El cierre nos llevó a una etapa que no conocíamos los habitantes de la frontera, que siempre tuvimos a Venezuela como un cliente importante”, afirmó Luna.

Ambos voceros empresariales consideran fundamental la normalización de las relaciones comerciales, sin importar las diferencias políticas de los modelos económicos de ambos países. “El intercambio comercial es algo histórico, desde hace siglos se hace, tuvimos la época del café, el ferrocarril del Táchira, ese intercambio fronterizo no solamente lo vivimos en Cúcuta, también en Ureña, San Antonio del Táchira y San Cristóbal”, agregó Luna.

El país exportaba manufactura, alimentos, materias primas e insumos hacia Venezuela; mientras importa algunos productos indispensables para la industria colombiana como el acero, los plásticos y los elementos petroquímicos.

Cúcuta era una ciudad bisagra y “más tarde que temprano”, esa situación tiene que regresar, aseguró Luna. El presidente gremial consideró vital una intervención internacional para solucionar el problema migratorio y la gestión de recursos estatales para mejorar la productividad de la región e intentar solucionar el desempleo y la informalidad, “debemos enfocarnos en eso para volver a ser una frontera normal”.

Una ciudad diferente

Cúcuta ya no es la misma “ciudad de paso” que fue en esa época, señala Luna, quien ve en el aparato productivo local una evolución en la producción, la calidad y la eficiencia. “Hoy, somos más competitivos porque hemos buscado alternativas para abrir los mercados al interior del país”.

González señaló que la región respondía a las necesidades de Venezuela, por lo que le ha tocado reinventarse después del cierre. “Hemos perdido un aliado comercial muy importante a raíz de todas las dificultades económicas que Venezuela ha vivido en los últimos años”, señaló y agregó que recuperar ese aliado comercial tendría un “gran impacto” en la generación de empleo, el aumento de la inversión y “mejoraría sustancialmente el bienestar de los habitantes de la región”.

Para Luna, la ciudad está preparada para que cuando se abra el intercambio comercial entre ambos países, se le dé un valor agregado a muchos de los productos que antes usaban la ciudad como “paso”.

Almacenes como El Traki eran visitados masivamente por los cucuteños.

La nostalgia del Táchira

Daniel Aguilar, presidente de Fedecámaras del Táchira, señaló que previo al 19 de agosto de 2015, el comercio binacional no estaba en un 100 % de su producción porque las decisiones del expresidente Hugo Chávez en materia económica lo habían “mermado”.

Sin embargo, por los tres puentes que conectan los dos países se movían mercancías y productos a un 70 % de su capacidad, el comercio y la industria venezolana tenía en Colombia uno de sus mayores aliados comerciales.

San Antonio, Ureña y San Cristóbal eran visitadas por cucuteños casi a diario y los fines de semana los supermercados venezolanos vivían una invasión que vaciaba los anaqueles, pero la razón no era la escasez sino la bonanza del mercado que allí había.

El valor del bolívar fuerte beneficiaba las compras de los connacionales.

Aguilar aseguró que la medida tomada por el gobierno de Nicolás Maduro fue “una cura peor que la enfermedad”, porque el contrabando aumentó, la violencia no se erradicó y según estima la entidad, se perdieron aproximadamente 75.000 empleos, solo en el Táchira.

Aunque industrias como la agrícola aún recibe insumos de Norte de Santander, que pasan algunos por los puentes y otros por los “caminos verdes”, el sector de los plásticos, los textiles, la marroquinería, las fábricas de calzados y bolsos, han tenido una “caída bárbara” por el cierre y la poca demanda interna.

Isabel Castillo, presidenta de la Cámara de Comercio, Industria y Producción de San Antonio del Táchira, señaló que en su ciudad un 85 % del sector comercial ha cerrado sus puertas y en el sector industrial el 92 % de los negocios dejó de producir. 

La líder gremial rememora con nostalgia cómo en 1998 la frontera era catalogada la ‘más dinámica de América Latina’. Hoy, la cantidad de dinero que se mueve es irrisoria comparada con los millones de dólares del pasado.

“En una manzana de 30 locales, solo ocho están funcionando, pero sin trabajadores, solo con la familia”, agregó Cantillo, quien dijo que en San Antonio se perdieron aproximadamente 16.000 empleos directos después del cierre.

A pesar de la coyuntura, las Cámaras de Comercio del Táchira le están apuntando a aquellas personas que quieren emprender e invertir dinero en la frontera, “tenemos que recuperar la credibilidad porque muchos sectores están deprimidos por la difícil situación económica de la zona”.

Lo que hace más de 10 años era una frontera dinámica, con un gran potencial, ahora intenta sobrevivir y renacer de las cenizas de la crisis, para recuperar ese nombre que nunca debió abandonar. Las personas reemplazaron a la carga y Norte de Santander y Táchira intercambian problemas y no mercancía, mientras que quienes vivieron las épocas de bonanza rememoran aquella frontera, ‘la más movida de América Latina’.

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Daniel Villán Bustamante
Sábado, 20 de Octubre de 2018
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