A prinicipios de los años 60, la obra original fue inaugurada.
Guiado por su imparable pasión de registrar la historia del deporte nortesantandereano, el coleccionista cucuteño Andrés Ramírez cumplió hace un par de semanas uno de los anhelos que más lo inquietaban desde hace unos años: encontrar y restaurar una de las estatuas de Daniel Antolinez, ese mítico personaje del inicio del fútbol rojinegro del que se dijo atajó un penal con los ojos vendados.
La misión no fue nada fácil. Andrés creció yendo al General Santander para disfrutar del Cúcuta Deportivo, una actividad que hoy la afición no puede vivir por la crisis en que está sumergido el equipo.
En su entrada a la vieja tribuna de occidental, siempre veía, al lado de la ‘Toto’ Hernández, una estatua del arquero Antolinez, la cual desapareció en 2006 cuando empezaron los trabajos de remodelación del ‘Coloso de Lleras’.
Antolinez fue un emblema del fútbol local que representó a Norte de Santander en las ‘Olímpiadas nacionales’ que se celebraban en los años 30.
Ramírez se inquietó hace tres años por esa vieja obra y empezó la maratónica tarea de encontrarla con la finalidad de incluirla en su conocido proyecto del Museo del Deportista Nortesantandereano.
Mientras indagaba en la ciudad, se enteró que esa vieja y grande obra original, la habían destrozado y no quedaba rastro de ella. Pero, al mismo tiempo, pudo ir comprobando que esa no era la única estatua que le habían hecho al guardameta del fútbol aficionado en los años 30 y 40.
Para su sorpresa, existen otras dos. Una que estuvo ubicada en lo que hoy en día es la Plaza de Banderas, de menor tamaña sirviendo como réplica y otra que un escultor guarda en su casa, en el barrio Carora.
Abandonada y maltrecha
Aquella que también estuvo en los alrededores del estadio y fue inaugurada a principios de los 60, fue encontrada por Ramírez en el barrio San Rafael. Rafael Cañas, un habitante del sector, la tenía recostada sobre una columna en la esquina de su casa.
“Don Rafael me cuenta que la encontró sobre la avenida tercera botada, en la basura. Él la recogió en su bicicleta y la llevó hasta su casa en la que estuvo por más de 25 años”, recuerda Ramírez.
Maltrecha y herida, a la estatua la pintaron de diferentes colores en el trascurrir de los años buscando que luciera con una mejor imagen y sin intención fueron destruyendo la originalidad del monumento.
Pintada de rosado y con una camisa rojinegra la encontró el coleccionista por medio de un vecino de la zona quien lo contactó por redes sociales.
Ramírez, al saber la ubicación, llegó a la casa de Cañas para contarle su proyecto y el deseo de restaurarla a mediados de 2020. Ambos llegaron a un acuerdo y por un intercambio de 200.000 pesos hicieron negocio.