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Anuncios económicos de 1935 (2)
Vamos a continuar exhibiendo las menciones que se hacían de los diferentes servicios en un pueblo que apenas sobrepasaba los cincuenta mil habitantes.
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Sábado, 29 de Octubre de 2022

Mencionábamos en la crónica anterior las características de los anuncios en el año del título y se citaban algunos ejemplos. En este escrito continuaremos mostrando cómo empresarios y vendedores trataban de convencer a sus clientes reales y potenciales de las bondades de sus productos y servicios. Habíamos dicho que para facilitar la comprensión de éstos, los habíamos agrupados por sectores económicos de manera que nos permitiera puntos de comparación o por lo menos, tener una idea de las pretensiones que se tenía en esa época en relación con sus estrategias para llegar a sus consumidores y usuarios. Pero antes, un anuncio interesante de productos de higiene que se había quedado en el tintero, por razones de espacio. Se trata de uno de los avisos de don Caracciolo Vega, propietario del Depósito dental, Óptica, Relojería y música que llevaba el nombre de su propietario, que aunque el mensaje no indica la dirección, estaba situado en la calle diez una cuadra arriba del Parque de Santander. Pues bien, el anuncio iniciaba así: “¿Quiere usted conservar limpios sus dientes y sanas sus encías? Use diariamente la maravillosa CREMA DENTAL S.S.WHITE. La pureza de su preparación le ha dado popularidad en todo el mundo. De venta en nuestro depósito”.


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Vamos a continuar exhibiendo las menciones que se hacían de los diferentes servicios en un pueblo que apenas sobrepasaba los cincuenta mil habitantes. Don Juan Soler era el técnico  en tintes, blanqueos y acabados de los Telares Cúcuta, una empresa que había sido fundada en 1930 y ofrecía “toda clase de trabajos relacionados con el ramo del agua y en seco”. 

El señor Soler había construido un negocio integrando tanto la actividad textil como la confección y por esa razón, aprovechaba que la publicidad le permitía mostrar todos los servicios y productos que ofrecía. En la calle 13 y con la nomenclatura distinguida por los números 101 y 103, estaba ubicados la Sastrería Catalonia, a cargo del excelente maestro cortador, don Pedro María Hernández, encargado de la fase inicial y más importante de la elaboración de los trajes para caballero. Adicionalmente y en el mismo local, se ofrecían todas las telas nacionales y extranjeras que había en mercado, de las cuales según lo publicaba “…nosotros estamos en condiciones de poder garantizar la firmeza de los colores que vendemos así como la calidad de cada tela”. Tenía una sección llamada “Drilería” en la que se vendían telas en dril desde $0.30 hasta $2.20 la yarda, en calidades sencillas, finas y extrafinas.

Lo interesante de este aviso  era que indicaba que la dirección de sus almacenes era “Contiguo al Pierrot” y que su número telefónico era el 509.


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El anuncio remataba con la siguiente advertencia: “Avisamos: queda suspendido el agente No.4 y el talonario desde el 9601 al 9700”.

Los servicios fotográficos era otra de las actividades que venía ofreciéndose en la ciudad, incluso desde antes del terremoto, particularmente por profesionales extranjeros, en especial por ciudadanos italianos quienes, en algunas ocasiones, transmitían sus conocimientos a sus ayudantes locales, que posteriormente continuaban con sus labores, bien cuando partían o cuando morían. En cuanto a esta actividad, es necesario aclarar que quienes la ejercían combinaban sus habilidades fotográficas con dotes artísticas, pues parte del éxito del fotógrafo eran los retratos, usualmente familiares, que eran retocados y a veces ‘coloreados’.

Por esta razón, la mayoría de los primeros fotógrafos eran artistas pintores que en últimas mezclaban ambas técnicas. Es así como aparece en escena el fotógrafo y pintor ocañero Eulogio José Cabrales, quien a finales del siglo XIX ya se destacaba en su patria chica como retratista  al crayón y grabador. Avanzado el siglo XX  se traslado a la capital del departamento y se dedicó no solamente a la fotografía sino que montó un amplio almacén en el que ofrecía muebles de toda clase, tanto para amoblar viviendas como para negocios, pues ofrecía desde muebles de Viena color caoba hasta sillas de barbería y billares americanos. En cuanto a su actividad original, vendía álbumes para colocar fotografías, postales ‘Instanto’ que se entregaban “al minuto, más rápido que las demás postales de minuto”, y camaritas Kodak a $150, que permitía tomar fotografía grupales, una gran novedad para la época.


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Otros servicios muy promocionados era la hotelería. En los años mencionados el hotel más conocido de la ciudad era el Hotel Internacional que se localizaba en la esquina de la avenida cuarta con calle catorce, hotel que se mantuvo hasta comienzos del siglo XXI cuando por efecto del avance del tiempo tuvo que vender sus instalaciones que fueron adquiridas por una conocida universidad de la ciudad. Allí llegaban, principalmente los artistas que se desplazaban por la América del Sur, bien cuando ingresaban a su territorio o cuando salían de él, pues esta ciudad era paso obligado, toda vez que las giras suramericanas comenzaban y terminaban en Venezuela. Como curiosidad histórica, los personajes políticos y algunas autoridades civiles que venían a la ciudad, no se alojaban en hoteles sino que llegaban y eran atendidos en alguna de las lujosas mansiones de los magnates locales.

En general, los visitantes tradicionales, turistas nacionales y extranjeros, tenían a su disposición hoteles y residencias que ofrecían servicios de alojamiento y alimentación al alcance de todos los bolsillos. Vemos entre ellos avisos como el del Hotel España, en el que su propietaria Rosa Salazar,  anunciaba como “el más céntrico y por lo mismo el más grato para los pasajeros y pensionistas. Situado en pleno Parque de Santander entre los mejores salones de heladería, a pocos pasos de la estación de automóviles, del comercio y del templo principal. Alimentación esmerada”.


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Y el Hotel Pálace, recién inaugurado ese año, se encontraba en la calle 9ª entre carreras seis y siete. Se anunciaba como “establecido en casa construida especialmente para este fin; ofrece a sus favorecedores buen servicio de mesa, botiquín, piscina de natación y piezas cómodas provistas de agua corriente y W.C.”

Para la misma época, la Empresa Departamental de teléfono avisaba a sus suscriptores que “para reconectar un teléfono que haya sido desconectado por incumplimiento en el pago, hay que consignar en la Gerencia la suma de UN PESO ($1,00) moneda legal”.

Y para rematar, el teatro Guzmán Berti presentaba la película “La muerte Negra” y el Santander “Confesión sublime, con el apuesto Clark Gable”.

Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com

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