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Sábado, 19 de Junio de 2021

Era el año 43 del siglo XX y los cucuteños comenzaban a cansarse de los continuos escándalos protagonizados por los más diversos personajes de ciudad, privados o funcionarios de las administraciones locales y regionales. Eran tantos y tan diversos que fueron la delicia de los lectores de los distintos medios escritos de la época, que llenaban páginas enteras de chismes y habladurías, los que después se recreaban en mayor proporción en los tradicionales cafés, donde los más criticones ampliaban a su acomodo las, a veces, incómodas realidades.

Resulta que en una oportunidad fueron tantas las quejas que llegaron a la alcaldía y a la gobernación que ambos funcionarios tuvieron que reunirse para poder tomar una decisión conjunta para tratar, por lo menos, de atenuar en una mínima proporción, el malestar generado. Se trataba de un vulgar cabaret, decían los vecinos de la calle diez con avenida novena, en cuya esquina se propiciaba toda clase de escándalos, al punto que las familias ‘honorables’ que por allí vivían estaban abandonando el lugar para no seguir siendo testigos presenciales de esos ‘prostíbulos vergonzosos’. Aunque por el momento se conocía sólo de su intención de darle solución al problema, los periodistas reconocieron el noble gesto de los mandatarios.

Pero ese no era el único de los inconvenientes, en ese mismo sentido. Otro de iguales o mayores dimensiones ocurría en torno a otro botiquín llamado ‘Bacardí’, en el que decían textualmente “donde sí que es verdad que no se paran en pelillos para escandalizar a todas horas del día y de la noche”. El argumento esgrimido por la ciudadanía en general, era que muy posiblemente, los dueños de tales negocios no se hubieran dado cuenta de lo ocurrido por tratarse de dos jóvenes decentes, sin embargo, se espera que la policía les hará las notificaciones pertinentes a fin de que ordenen morigerar esos brotes de excesivo machismo, en el propio corazón de la ciudad, pues tampoco es creíble que porque al ron le hayan puesto el nombre de ‘Motilón’, que viene de salvaje, los que lo tomen se ‘salvajisen’ tan afrentosamente.

Todas estas consejas que se entablaban en los corrillos de los edificios públicos y en los cafés, se habían tornado más frecuentes de lo tradicional y todo porque, según decían, el señor alcalde se ‘motilonizó’ a raíz de unas intervenciones que protagonizó en algunas viviendas populares, “con las mismas furias del río Pamplonita, en tiempos de invierno”.

Por los lados de la Asamblea, las cosas no eran diferentes. Algunos de los diputados se quejaban por los debates que se habían desarrollado en torno a un proyecto que llamaron “mortuorio de la Empresas Municipales”, en un momento de mucha tensión para tratar de solucionar los problemas de suministro de agua potable, pero también de modernizar la ciudad con la construcción de un sistema de alcantarillado, proyecto que apenas estaba ideándose para un futuro que consideraban aún lejano. Pero eso no fue todo en el recinto de la Duma. En la sesión del 14 de junio, dicen las crónicas de la época que hubo desastres de magnitud gigantesca. Los diputados Sixto Reyes Peinado e Isidoro Herrera pusieron de vuelta y media al gobierno, debido a la defensa ‘cursi’ que el señor Secretario de Hacienda don Ernesto Vargas Lara, trató de hacer sobre los proyectos de Ordenanzas que fueron presentados a su consideración. Los diputados se fueron lanza en ristre contra el funcionario a raíz de un asunto de contrabando en el cual estuvo involucrado y que era desconocido por gran parte de la opinión cucuteña y que por acusarlo de la pérdida de una tubería destinada a la población de Ricaurte, hubo vocablos de grueso calibre y casi se van a las manos con el seño Herrera. Las cosas fueron calmándose con la ayuda de los presentes y no hubo desgracias que lamentar.

Siguiendo con los cuentos de la Asamblea de ese año, el tema más álgido fue el de la Empresa Departamental de Teléfonos, empresa que llevaba varios años oficializada por cuenta del gobierno departamental, para evitar los monopolios que venían presentándose en otras regiones del país y evitar los abusos, sobre todo en tarifas, que obligaron al gobierno nacional a intervenir el sector. En el año que venimos comentando, como sucedía desde el momento de su ‘departamentalización’, algún tema era de debate obligado en la Asamblea  y en esta ocasión, según denuncias que fueron enviadas a los diputados, se decía que había unos faltantes de más de 900 teléfonos en los depósitos oficiales y que en las cuentas de caja le sobraban al contador más de mil pesos. Como sucedía en la mayoría de los casos, en esos aciagos tiempos, nada trascendental ocurría, pues los padrinazgos políticos todo lo tapaban.

Pero no eran únicamente motivo de controversia y de discusión las cuestiones de política partidista a las cuales no perdonaban oportunidad para ‘darle palo’, en un momento dado y por cuestiones no propiamente políticas, al Colegio de la Presentación le cortaron algunos servicios del acueducto, sencillamente porque así lo estimó necesario el encargado de la administración respectiva, hasta el extremo que durante varios días  el establecimiento no pudo atender los servicios sanitarios y todo porque según los rumores, se debía a la ‘odiosidad’ que manifiestan ciertos jovenzuelos por la instrucción religiosa que allí se impartía. Ese rumor, de ser cierto, obligaba a la ciudadanía a tomar cartas en tan delicado asunto pues no era justo que quienes llegaban a esos puestos de poder, cumplieran instigaciones tan repugnantes y repudiables; eran los días de las apariciones de grupos de funcionarios con tendencias ‘comunistoides’, que se habían enquistado en algunos niveles del gobierno, aprovechando la asunción del partido liberal.

Los problemas derivados de la falta de empleo, en parte originados como consecuencia de la guerra, que aunque estaba llegando a su final, no era menos incierta, la población cucuteña se quejaba de la indolencia de las autoridades en remediar esa angustiosa situación, por esta razón, pedían que del gobernador para abajo se bajaran a la plaza pública a examinar los abusos que estaban cometiendo con la clase trabajadora, pues de un lado, empresarios se negaban a contratar a los obreros no adictos al régimen actual y por otro, patrones, jefes e ingenieros de las obras públicas, pretenden estandarizar un ‘modus vivendi’ única y exclusivamente para los amigos del gobierno, en perjuicio de una mayoría que sí trabaja alejada de los políticos y la politiquería. Así dicen… que era como remataba el redactor sus columnas.

Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com

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