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¡Abrazo a la libertad! Auxiliares de Policía narran secuestro en medio de la pandemia

Dayan Flórez y Jhon Torres hablan con La Opinión de la pesadilla vivida durante dos meses y medio.

La ilusión de estar cerca a la familia durante la pandemia se convirtió en una pesadilla para el joven Dayan Camilo Flórez Gómez y su amigo Jhon Carlos Torres Rincón, quienes permanecieron secuestrados por el Eln durante 75 días en las montañas del Catatumbo.

Habían terminado el servicio social en la estación de Policía del municipio de Teorama, alistaron la maleta para el esperado reencuentro con sus seres queridos y someterse a la cuarentena ordenada por el Gobierno Nacional. 

Iban de civil pasando los acostumbrados retenes de control montados por los líderes comunales para evitar la llegada del virus y jamás imaginaron que se iban a tropezar con los subversivos.

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Ante el corte del cabello y las prendas de vestir los guerrilleros se percatan del oficio, fueron señalados como informantes y así comenzó el calvario que se prolongó durante dos meses y medio.
 
La amarga experiencia 

(Jhon Carlos Torres Rincón y Dayan Camilo Flórez Gómez.)
  
Privar de la libertad a cualquier persona viola los derechos fundamentales del hombre y los jóvenes viven en carne propia ese flagelo que afecta a la sociedad colombiana.
 
Con la voz entrecortada Dayan Camilo Flórez Gómez narró los momentos difíciles vividos durante la retención y los días de cautiverio lejos de la familia.
 
“Fue algo inesperado, nos apartan del grupo y dijeron que teníamos que acompañarlos para investigar bien nuestra presencia en la zona. De una vez pensamos en nuestros seres queridos, un duro golpe ya que nos esperaban con ansiedad, luego de terminar la misión social y comenzar a trabajar para ayudar a los gastos del hogar”, indicó.

Aseguró que recibieron buen trato durante el cautiverio y agradeció la mediación de la Diócesis de Ocaña, la Personería de Teorama, la Defensoría del Pueblo y el Comité Internacional de la Cruz Roja para su liberación 

No hubo maltrato físico, ni psicológico, recibían las raciones de comida y los elementos de bioseguridad como tapabocas y guantes para prevenir el contagio. Al comienzo tuvieron algunos problemas abdominales propios de la angustia, el agua consumida y el cambio del régimen alimenticio.
 
Insistió que lo más difícil, a pesar de las inclemencias del clima y lo escarpado del terreno, era pensar en la familia. En una ocasión sintieron miedo cuando escucharon el sobrevuelo de helicópteros por posibles enfrentamientos.

Recordó que la primera semana en cautiverio fue bastante difícil, pero a raíz de las circunstancias, mantuvieron la calma. Desayunaban arepa con huevo, almorzaban carne, pollo, variedad de verduras y para la comida repetían el menú de la mañana.

Se presentaron algunas dificultades con las vías digestivas ya que no estaban acostumbrados a beber el agua y de inmediato les fueron suministrados medicamentos. 

Eran sometidos a largas caminatas entre 6 a 8 horas diarias y cambiaron de puestos unas 12 veces. Poco hablaban de la situación vivida en el país y tocaba esperar el momento de la entrega. 

“Mucha paciencia, los riesgos eran propio de la guerra por posibles enfrentamientos, pero mantuvimos la calma. Aguantamos lo suficiente al igual que nuestras familias”, agregó.
 
Señaló que en toda la zona existe mucha presencia de uniformados y lo más importante es que regresaron sanos a los hogares.

Por su parte, el amigo de cautiverio Jhon Carlo Torres, con la barba crecida por el secuestro, manifestó que infortunadamente llegaron a ese lugar donde estaban los subversivos. Añadió que los secuestradores suministraron la comida normal, los medicamentos y elementos de aseo.
 
“Fue una experiencia muy dura desde que nos bajaron del carro, nos pidieron los documentos y quedamos retenidos. Se pusieron a hablar ahí y nos llevaron”.
 
Siempre temían un posible enfrentamiento con la Fuerza Pública, pero no se registró la confrontación.

Soplan vientos de libertad 


   
Todos los días se levantaban con la esperanza de la liberación, pero las condiciones climáticas y el estado de la carretera retrasaba el proceso, hasta cuando llegó el domingo celebración del Corpus Cristi, donde tuvieron la oportunidad de abrazar a sus seres queridos.
 
Fueron trasladados hacia otro lugar más cercano y entonces veían cerca la luz de la libertad. Después llevados a una llanura donde pudieron apreciar a los delegados de los derechos humanos con el obispo encargado de la Diócesis de Ocaña, monseñor Luis Gabriel Ramírez Díaz, para emprender el retorno a casa.
 
“Fue un instante muy emocionante, se siente una alegría inmensa poder viajar al hogar y abrazar a la familia”, confesó Dayan Camilo, quien ha derramado muchas lágrimas de felicidad por la libertad.

Mientras tanto, Jhon Carlos Torres elevó las plegarias al creador y se fundió en un abrazo con sus seres queridos para expresar el sentimiento puro de la convivencia pacífica de los pueblos.

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Lunes, 15 de Junio de 2020
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