“Qué hubo marica, qué hace”, le escribió este domingo un amigo a las 10:00 de la mañana a su cuenta de Whatsapp. Ella, su pareja sentimental, dijo entre lágrimas, “mire, otro amigo que no sabe”, sosteniendo el celular de él en una mano y los papeles para reclamar su cadáver, en la otra.

A Mario Antonio Combariza Urbina, el hombre que la acompañó los últimos 10 años de su vida y con quien tenía 2 hijas –una de 4 y otra de 7 años- lo vio morir luego de que un desconocido le propinara cinco balazos en la entrada de su casa en el barrio Tucunaré.

Eran las 9:00 de la noche del sábado. La pareja acababa de llegar a la casa. Ella se bajó de la motocicleta para abrir la puerta del porche y él se quedó montado esperando para entrar.

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“Yo solo sentí los disparos. Cuando voltee a mirar él ya estaba en el piso con la moto metida entre las piernas”, contó la mujer que ayer preparaba todo para darle el último adiós a su ser querido.

En el momento del ataque, ambos estaban mirando hacia la casa, por lo que a la pareja le fue imposible reaccionar.  El atacante llegó y le pegó tres tiros en la espalda. Huyó, cruzó la calle, pero se arrepintió, tal vez no estaba seguro de haber hecho bien su trabajo. Dio la vuelta, se regresó, y estando ya Combariza moribundo en el piso, le disparó otras dos veces, esta vez en la cabeza.

Por la oscuridad del lugar y la rapidez con que sucedieron los hechos, la mujer no pudo reconocer al atacante. Sin embargo, algunos testigos que lo vieron correr hacia el barrio Antonia Santos, dijeron que era joven, “bien vestido”, con una camisa blanca manga larga y un pantalón negro.

Aunque la ayuda llegó pronto porque la suerte permitió que motos de la Policía Metropolitana de Cúcuta pasaran por el lugar casi que en ese momento, las heridas fueron muy graves para este hombre de 44 años, oriundo de Gramalote.

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Combariza, que tenía cuatro hijos más de otra relación y dos hermanos, era un hombre tranquilo. No tenía amenazas contra su vida, tanto así que ni siquiera llevaba su arma al momento del ataque, explicaron sus familiares.

Los últimos 15 días estuvo desempleado. Su último jefe fue Wilmer Carrillo, representante a la Cámara por Norte de Santander, al que le prestó sus servicios como escolta y con quien esperaba trabajar en los próximos meses, como al parecer se lo habrían prometido.

Mientras que esta promesa se cumplía, estaba buscando cómo ocupar su tiempo, también prestando los servicios de seguridad. 

En su momento trabajó en la misma labor con Elkin Caballero, alcalde de El Zulia, así como con algunos negocios y empresarios de las casas de cambio de la ciudad. 

“Toda la vida fue escolta”, dijo la viuda. “Así lo conocí”, agregó, haciendo referencia a que no trabajó en otra cosa diferente.

Su último antojo fue un jugo de lulo, bien frio. Se lo iban a preparar apenas entrara a la casa, pero no fue posible cumplir este deseo.

Segundo caso

Con el asesinato de Mario Antonio Combariza Urbina, es la segunda vez en menos de dos meses que un trabajador o, en este caso, extrabajador del representante a la Cámara por Norte de Santander, Wilmer Carrillo, termina haciendo parte de un delito, en este caso como víctima.

El 6 de julio de este año, las autoridades detuvieron a Edwin Daniel Albarracín Ortega, conductor del dirigente político, por presuntamente estar vinculado a una red de contrabando de ganado desde Venezuela.

A esto se suma que la semana pasada la Fiscalía General de la Nación le pidiera a la Corte Suprema de Justicia investigar al representante por posibles casos de corrupción en el hospital de Ábrego.

Las autoridades iniciaron las pesquisas que les permitan establecer cuales fueron los móviles que llevaron al asesinato de Mario Antonio Combariza.