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Grupos armados y las alianzas por el Catatumbo
El Eln, Los Rastrojos, La Línea, el Clan del Golfo, Los Pelusos y disidentes de las Farc generan violencia en Norte de Santander.
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Sábado, 17 de Agosto de 2019

El Catatumbo se ha convertido en una de las zonas más violentas de Colombia desde la firma del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), hace dos años, que llevó a la desmovilización de la guerrilla más antigua del continente, pues otros grupos luchan para ocupar el espacio que dejó el grupo insurgente.

La anterior fue la apreciación de la ONG Human Rights Watch (HRW), la cual divulgó un reciente trabajo de campo desarrollado en Norte de Santander. Según la organización, desde 2015 los homicidios en el Catatumbo se duplicaron.

HRW destaca que hay tres grupos armados ilegales y que el más numeroso y poderoso es el Ejército de Liberación Nacional (Eln), le sigue una disidencia del Ejército Popular de Liberación (Epl) o Los Pelusos; ambos luchan entre sí y contra el Ejército; y el tercero lo conforman disidentes de las Farc, que no se sumaron al proceso de paz.

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Bajo este panorama, también la frontera con Venezuela ha aportado un nivel de violencia superior con grupos armados que actúan en la línea divisoria entre los municipios venezolanos de Ureña y San Antonio del estado Táchira, en una auténtica ‘guerra’ por el control fronterizo.

Ariel Ávila, politólogo y subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación señaló que se trata de una ‘guerra’ abierta en los dos países, con un Eln que se está expandiendo desde el Catatumbo y ha logrado llegar a Villa del Rosario y Puerto Santander. En territorio vecino hasta Ureña y parte de San Cristóbal.

“Además de un Clan del Golfo que aglutinó un montón de estructuras locales y que están resistiendo al embate del Eln”, señaló.

Ávila referenció un hecho puntual, como lo fue, en días pasados, el lanzamiento de la cabeza de un “guerrillero” contra el comando de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en Ureña, estado Táchira, frontera con El Escobal, Cúcuta.

“Ese guerrillero es el mismo que hostigaba al pueblo y lo hacía aliado con la Guardia Nacional Bolivariana y el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc)”, decía el mensaje que llevaba el cráneo, en un hecho  atribuido a un grupo paramilitar liderado por alias el Paisa, que se identifica como jefe de los Urabeños.

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En varios barrios de Ureña las calles están marcadas con letreros alusivos a los enfrentamientos que se han dado entre las diferentes bandas criminales. A pocos metros del mismo comando la guerrilla dejó un mensaje: “fuera paracos, no más extorsiones, objetivo militar todo el que colabore con los paracos”.

Alianzas

Según Ávila, las alianzas entre organizaciones criminales son diversas y cambiantes en la frontera.

“Está el Eln que tiene alianzas con varios colectivos violentos del país fronterizo y ha establecido, al parecer, una pequeña coalición con lo que queda de Los Rastrojos. Del otro lado (en Venezuela) está la organización local La Línea y el Clan del Golfo, que mandó refuerzos desde el urabá antioqueño y chocoano, y Los Pelusos, a los que el Eln volvió ‘nada’ en el Catatumbo. Estos tres últimos han establecido una alianza”, agrega el politólogo. 

Como resultado de este conflicto, también se sumó la  reciente  captura de los cinco ciudadanos que llevaban 3 cabezas humanas en costales cuando intentaban cruzar el río Táchira.

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Según Freddy Bernal, representante político de Nicolás Maduro en el estado Táchira, estos sujetos tenían instrucciones de lanzar las cabezas contra las sedes de la Guardia Nacional, el Comando Nacional Antisecuestro (Conas) y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y criminalísticas (CICPC), junto a panfletos que amenazaban tanto a estas instituciones como a algunos de sus representantes en la región.

Todo ello, además “de una guardia nacional inoperante y corrupta que no es capaz de controlar nada y después vendrán más retaliaciones y así va a seguir por este año”, considera Ávila.

El experto agrega que por ahora, el foco se encuentra en los puentes internacionales, pero lo que se prevé es que la violencia va a volver al Catatumbo y volverán los enfrentamientos con armas largas en plenas cabeceras municipales (como antes).

El premio en esta guerra indiscutiblemente será el botín por el negocio del narcotráfico, las extorsiones, el contrabando y la trata de personas, entre muchos más delitos.

(En los barrios de Ureña, estado Táchira, las calles están marcadas con letreros alusivos a los enfrentamientos. Las trochas las custodian grupos armados.)

Los venezolanos en el Catatumbo

Según Human Rights Watch, muchos venezolanos que huyen de la crisis humanitaria de su país van al Catatumbo, “porque pueden ganarse la vida allí, en muchos casos trabajando para grupos armados o en economías ilegales. Y muchos se quedan allí porque para ellos es difícil, en la práctica, conseguir un permiso de trabajo”.

El organismo de derechos humanos resalta que otro tema preocupante es la desesperación de los inmigrantes, pues “muchos terminan trabajando en los cultivos de coca, a menudo solo a cambio de comida. Pero (ellos) estaban tan desesperados por irse de Venezuela, que estaban dispuestos a pasar por todo eso”.

En la investigación de HRW se subraya también la limitada presencia del Estado en el Catatumbo. “¿Cómo es posible que este país tenga instituciones que funcionan en ese nivel y, a su vez, haya áreas como el Catatumbo que parecen ser tierra de nadie?”, se preguntan quienes hicieron el trabajo de campo.

Por último, la ONG afirma que para solucionar la situación de violencia que se vive en esta zona de Norte de Santander se necesitan fiscales, investigadores, asistencia humanitaria y más protección, así como mayores oportunidades de trabajo y progreso.

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