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Otro mundo, debajo del puente Gaitán Durán de Cúcuta
Allí hay una de las ventas de droga más antiguas, que no se ha acabado ni teniendo a pocos metros la Policía.
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Jueves, 24 de Mayo de 2018

Son las 5:30 pm y la calurosa tarde que se vive en Cúcuta comienza a caer. En los patinaderos Enrique Lara Hernández y Teódulo Gélvez Albarracín, que bordean la intersección Arnulfo Briceño, una treintena de niños y adolescentes practican este deporte. 

Y allí mismo, a unos cuantos metros de estos jovencitos, y ante la mirada pasiva de todas las autoridades de la ciudad, se mueve un millonario negocio que no conoce de horarios, ni de días cálidos o lluviosos.

Se trata de una de las ‘ollas’ más antiguas que existe en Cúcuta, la misma que ha pasado por manos de varios ‘narcos’ locales, y ha logrado sobrevivir a cruentas guerras que han dejado muchos muertos. Este sitio, un paraíso para la venta y el consumo de alucinógenos, está debajo del puente Jorge Gaitán Durán, a unos cuantos metros del CAI Arnulfo Briceño.

Este expendio de drogas es tan rentable, que ni tener cerca ese punto de vigilancia de la Policía Metropolitana (Mecuc), así como una cámara del sistema de seguridad de la ciudad, han influido para que se acabe.

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Basta con pararse unos cuantos minutos en algún punto cercano para observar cómo desde debajo del paso elevado emerge gran cantidad de personas, día y noche, como si se tratara de un hotel al aire libre. Es un inframundo que nadie se alcanza a imaginar. 

Allí, mientras unos van compran su dosis personal, otros buscan ‘mercancía’ para irla a vender por San Luis, Alto Pamplonita, Torcoroma, o algún otro barrio cercano.

En este lugar todo funciona a la perfección. Los drogadictos y jíbaros llegan a su madriguera. Entran apresuradamente, permanecen varios minutos y luego salen caminando como ‘zombis’. Todo se mueve sistemáticamente. 

Hay quienes ingresan por un pequeño camino que está a espaldas del CAI, entre la enorme maleza de donde emanan olores fétidos. Mientras que otros lo hacen por el extremo del puente que está cerca a la glorieta de ‘Los Panches’. 

Por este último lugar, entre la estructura vieja del paso elevado que hace muchos años se cayó, y el Jorge Gaitán Durán, ponen una escalera de madera, por donde bajan y suben quienes van a consumir y comprar la droga.

(Este sitio, un paraíso para la venta y el consumo de alucinógenos, está debajo del puente Jorge Gaitán Durán. / Foto: Juan Pablo Bayona)

Lo sorprendente es que todo esto sucede a espaldas del CAI Arnulfo Briceño. Incluso, La Opinión pudo constatar al atardecer del miércoles que muchos de esos consumidores entraron a la ‘olla’, bajo la mirada de los policías que allí permanecen.

Algunas personas que residen cerca a esa ‘olla’, aseguran que ese sector es peligroso y no es raro ver a habitantes de la calle por ahí consumiendo bazuco, heroína o cualquier otro tipo de alucinógenos. “Es más, para tener plata para comprar esa ‘vaina’, se roban lo que pueden y la Policía no hace nada”, indicó un residente.

Otro habitante señaló que cuando han intentado hacer algo para acabar con el expendio, reciben amenazas, “pues quienes manejan esa venta de drogas andan armados y con gente que los cuida. Además, dicen que ellos le pagan una cuota a la Policía para poder vender, entonces es mejor aguantarse”.

Una ‘olla’ con historia

Este expendio es famoso y muy apetecido en el mundo del microtráfico porque viene funcionando desde hace más de 20 años, dejando ganancias millonarias a quien logre controlarlo. 

Varios han sido los ‘patrones’ que controlan el comercio ilegal debajo de este puente y en cada cambio de ‘dueño’ se presentan ‘guerras’ que han dejado varias personas muertas. 

Según una fuente judicial, cada vez que quieren apoderarse de esa ‘olla’ se registran enfrentamientos y hasta desapariciones.

Hasta este lugar llegan microtraficantes apoyados por bandas criminales, a apoderarse del negocio. El año pasado se registraron algunas muertes precisamente por el control de esa ‘olla’. Una de esas peleas, según las autoridades, fue entre el Negro Espitia y Ñuñú, pues el primero ya tenía el dominio y el segundo se lo quería arrebatar, por eso llegaron a enfrentarse a plomo.

Y, presuntamente, cuando asesinaron al Negro Espitia, alias Ñuñú tomó el control de esa venta y de los barrios aledaños. 

Pero, el poder le duró muy poco, pues la Policía se dio a la tarea de capturarlo y después de unos meses de indagar y recopilar las pruebas suficientes, lo logró.

Extraoficialmente, se conoció que hasta hace poco un venezolano era quien mandaba en ese sector, pero hoy Popis y Wilmar estarían peleándose la ‘olla’, pues ellos saben que de llegar a ser el ‘amo y señor’ de ese lugar, sus ganancias económicas se multiplicarían exponencialmente.

Muchas personas que viven por los alrededores de ese lugar tienen conocimiento de esto, pero nadie se atreve a denunciar porque tienen claro que si el CAI Arnulfo Briceño y la cámara que la Policía tiene a 50 metros de ahí, no frenan ese negocio de microtráfico, mucho menos lo harán sus quejas, “pues ahí ‘comen’ muchos”, puntualizó un vecino de San Luis.

Algunas acciones

La Policía Metropolitana (Mecuc) y la Alcaldía de Cúcuta han hecho algunas acciones en ese sector, buscando frenar esa ‘olla’, pero los esfuerzos han sido en vano y el consumo continúa. Tanto jíbaros como drogadictos se burlan de las autoridades.

La última acción se dio el pasado 26 de abril, cuando la Secretaría de Gobierno Municipal, en asocio con la Policía y el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), inspeccionaron a un grupo de personas. Horas después de que los funcionarios se marcharan, la ‘normalidad’ volvió al lugar y la droga volvió a fluir.

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