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Amores en tiempos de Juegos Olímpicos
Historias ‘reales’ como sacadas de los libros de cuentos de hadas son recordadas para esta época cuando los Juegos Olímpicos de Tokio se despiden.
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AFP
AFP
Lunes, 9 de Agosto de 2021

El caso de la esgrimista argentina María Belén Pérez Maurice, a la que su entrenador Lucas Saucedo le pidió matrimonio delante de las cámaras el lunes después de su participación en el torneo de sable, es el último capítulo de la crónica rosa de los Juegos, que en cada edición no deja de sumar nuevas historias del corazón.

Cuando Emil Zatopek partió a hacer su servicio militar en 1945, sus éxitos como atleta le sirvieron para ser el niño mimado del regimiento. De este modo conoció a Dana Ingrova, hija de su coronel. 

En sus segundos Juegos Olímpicos, en Helsinki-1952, Emil ganó (entre otras) la prueba de 5.000 metros. Dana, participante en la prueba de jabalina, tomó esa medalla de oro y la deslizó en su bolsa de deporte. "Me traerá suerte". El primer lanzamiento de Dana : 50,47 m, récord olímpico y medalla de oro. La pareja vivió feliz el resto de sus días.

El atleta estadounidense Harold Connolly regresó de Melbourne-1956 con un oro en lanzamiento de martillo y una novia, la discóbola checoslovaca, Olga Fikotova, campeona 24 horas antes que él.

Emil Zatopek y Dana Zatopkova

Dana Zatopkova, campeona olímpica y esposa de Emil Zatopek.

 

Amor en tiempos de la Guerra Fría 

En tiempos de la Guerra Fría, el idilio no era 'políticamente correcto', pero dos meses y medio más tarde, Harold desembarcó en Praga y se casaron, con Emil y Dana Zatopek como testigos. Acabarían divorciándose en 1973.

A unas semanas de México-1968, la gimnasta checoslovaca Vera Caslavska, campeona olímpica de Tokio-1964, tomó posición contra la intervención soviética en la primavera de Praga. Finalmente autorizada a acudir, conservó su corona en el concurso general individual. 

En el podio, cuando agitó la mano en señal de victoria, saludó a la multitud pero sobre todo el hombre de sus pensamientos, Josef Odlozil. Fue en Tokio, cuatro años antes, cuando encontró al corredor de semifondo, subcampeón olímpico de 1.500 metros en 1964. El 26 de octubre, al día siguiente de las finales por aparatos, los dos enamorados se casaron en México, aunque su bella historia se terminaría con un divorcio en 1987. Peor, Odlozil falleció en una pelea con su hijo Martin en 1993.

Cuando el alemán oriental Roland Matthes logró sus primeros laureles olímpicos, en 100 y 200 metros espalda, en 1968 en México, Kornelia Ender sólo tenía 9 años. Ocho años más tarde, en los Juegos de Montreal, Matthes se contentó con el bronce sobre 100 metros espalda, mientras que Ender ganó cinco medallas, cuatro de oro. La nadadora reveló que se había prometido a Matthes dos meses antes de Montreal y se casaron 1978, divorciándose cuatro años después... El matrimonio duró el tiempo de una olimpiada.

El balonmanista vasco Iñaki Urdangarin ganó una medalla de bronce en su deporte con la selección española y además inició su relación con la Infanta Cristina, hija del rey Juan Carlos I, con la que se casaría un año después, en 1997, en Barcelona. Fue el portero la selección de waterpolo, Jesús Rollán, el que presentó a la pareja durante en Atlanta-1996.

Iñaki Infanta

Iñaki Urdangarin e Infanta Cristina, hija del rey Juan Carlos I

 

Idillios ´reales´

No ha sido la única historia de amor 'real' en unos Juegos. Federico de Dinamarca conoció a la australiana Mary Donaldson en Sídney-2000, en la misma edición en la que Alberto de Mónaco se enamoró de la nadadora sudafricana Charlene Wittstock.

También en la ciudad australiana, otro 'rey', en este caso del tenis, Roger Federer, conoció a su esposa Mirka Vavrinec, cuando ambos formaban parte del equipo suizo de tenis.

Pero la historia más recordada de ese año fue la de Marion Jones y su marido Cottrell J. Hunter, con el que compareció públicamente cuando éste fue acusado de dopaje. La velocista manifestó su apoyo al lanzador de bala, con el que se casó en 1998. 

Menos de un año después de los Juegos, Marion Jones anunció que se separaba del lanzador de bala. Fin del idilio entre la gacela de las pistas, triple medallista de oro en Sídney, y el coloso de 150 kilos. 

Cuando Jones cultivó un nuevo amor con Tim Montgomery, el nuevo plusmarquista mundial de 100 metros, CJ Hunter acusó a la velocista de haberse dopado, a pocos meses de los Juegos de Atenas. La historia terminó mal.

La estrella del salto con garrocha Yelena Isinbayeva vivió un romance con el discóbolo argentino Jorge Balliengo en Pekín-2008, con el que ya había empezado a salir en 2006 cuando ambos entrenaban en Italia. Lo dejaron poco antes de los Juegos, pero en la capital china se reencontraron y se dieron una nueva oportunidad que tampoco tuvo futuro.

La expansión de las redes sociales y un escenario como Rio provocaron que la de 2016 fuese una edición olímpica pródiga en demandas de matrimonio, aunque seguramente la más recordada, por romántica, fue la del clavadista chino Qin Kai, quien justo después de que su novia He Zi recibiese la plata en el trampolín de 3 metros, se acercó a ella y, como mandan los cánones, se arrodilló, le mostró el anillo de compromiso y le pidió matrimonio. Emocionados ambos, ella dijo que sí y se abrazaron.

Tokio-2020 aún puede seguir alimentando las páginas rosas del olimpismo.

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