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El sepelio de Toto Hernández
La tragedia fue muy lamentada en la región fronteriza.
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Viernes, 25 de Agosto de 2017

El mérito que rodea al teniente de la fuerza aérea colombiana componente entonces, del Ejército Nacional, Antonio José “Toto” Hernández Mora, casi desconocido en nuestro medio, a no ser que sea recordado porque el coliseo y anteriormente, la cancha de baloncesto lleve su nombre, es que fuera declarado como el mejor jugador del campeonato nacional de ese deporte, realizado en 1939 en la ciudad de Cali. Su pasión por el deporte era compartida con la afición que tenía por los aviones y por esa razón, regresó a la ciudad de Cali para enrolarse como estudiante de la base-escuela Ernesto Samper acantonada en la localidad de El Guabito, en las cercanías de la capital del Valle del Cauca. Después de un año de intenso trabajo ascendió al grado de alférez y posteriormente fue galardonado con las alas que lo identificaba como piloto-subteniente. Por su dedicación, la Escuela de  aviación lo envió a realizar el curso de instructor de vuelo en Estados Unidos, de donde regresó en noviembre de 1943 e inmediatamente dedicó sus energías a entrenar a los futuros aviadores militares del país, actividad que apenas comenzaba a tomar importancia entre las fuerzas militares. Por desgracia a pocos días de su regreso, el primero de diciembre, ocurrió un accidente fatal, cuando en compañía de un alumno, en un vuelo de entrenamiento, el avión en que realizaban la maniobra sufrió un desperfecto mecánico y se estrelló en cercanías a la ciudad base de sus operaciones. 

La tragedia fue muy lamentada en la región fronteriza al punto que el gobernador Ardila Ordóñez solicitó al Ministro de Guerra que el cadáver del desafortunado militar fuese trasladado a su ciudad de origen siendo esta petición negada y el cuerpo sepultado con los honores militares correspondientes, en la ciudad de Cali.

En esa época, por las circunstancias, especialmente las económicas, no se permitían erogaciones costosas y por ese motivo, todas las solicitudes eran archivadas, a menos que las presiones se mantuvieran vigentes y lograran convencer a los superiores jerárquicos a dar las autorizaciones reclamadas. Efectivamente se logró después de cuatro largos años de insistencia, que se autorizara el traslado del cuerpo del militar a su ciudad natal, acción que fue realizada por el personal castrense originario de esta ciudad, como lo fue el teniente César Fernández Acero y el alférez José Manuel Villalobos en compañía del sacerdote Jorge Pérez Gómez y el técnico Guillermo Ramírez.

Gran agitación hubo en la ciudad por la noticia, cuando se supo que llegaría el sábado 29 de noviembre de 1947, cuatro años después de ocurrido su deceso. En Cúcuta lo esperaban para rendirle un grande y justísimo homenaje a quien identificaban como “un gallardo muchacho, todo inteligencia y simpatía, que supo darle a su tierra honor y gloria, ya en los campos del deporte como uno de los mejores, ya como piloto militar experto, intrépido y valiente”. Fue recibido por una multitud que se hizo presente en el aeropuerto Cazadero, en ese momento de propiedad de la Avianca, como le decían entonces. El cabildo de la ciudad, como representantes del pueblo y las distintas organizaciones y entidades invitaron por medio de carteles a las honras fúnebres y al desfile hasta el cementerio donde depositaron sus restos en un panteón, especialmente dedicado a su honor. Hubo una ofrenda floral copiosísima. El cuerpo fue trasladado a los salones de la Sociedad Mutuo Auxilio de la avenida quinta entre calles nueve y diez, para permanecer en Cámara Ardiente hasta la hora del entierro. Esto en razón a que su padre, don José Antonio Hernández era un socio dilecto de la institución y esa era la manera de expresarle su testimonio de simpatía y cariño a quien fuera modelo inspirante para la juventud y timbre de orgullo para el Norte de Santander, según lo expresaba la Proposición firmada por las directivas de la Sociedad. La Cámara Ardiente fue organizada por las destacadas damas Virginia de Ramírez, Merceditas Gandica y Elisa de Ibarra, con la colaboración de una comisión de caballeros miembros de esa sociedad. El programa establecido desde el mismo momento que se conoció el traslado fue el siguiente: a las 10 a.m. recepción en el Aeropuerto Cazadero con asistencia de las comisiones del Concejo Municipal, oficiales del Batallón Santander No. 15, representantes de diversas instituciones y asociaciones, periodistas y ciudadanos. Traslado a la Sociedad Mutuo Auxilio donde estará en Cámara Ardiente hasta las 4 de la tarde; la guardia de honor estará a cargo del Batallón Santander. A esa hora se realizarán las exequias en la iglesia de San José y el desfile hasta el Cementerio estará acompañado por la Banda del Departamento. Sus condiscípulos de colegio, los compañeros de triunfos deportivos y sus camaradas de la aviación militar fueron los encargados de llevar en hombros el féretro. En el Cementerio se le rindieron los honores militares y las palabras fúnebres fueron pronunciadas por el doctor José Manuel Villalobos a la sazón director del periódico Comentarios y padre de su compañero de armas.

Las autoridades civiles de la ciudad y el departamento expidieron sus respectivos decretos de honores. La alcaldía expidió el decreto 229 de la fecha, en el que se resume, primero; lamenta la temprana y trágica desaparición del distinguido militar; segundo; que el alcalde así como todos sus secretarios, asistirán a los actos oficiales con los cuales se honrará su memoria y tercero; copia del presente decreto será entregado a sus familiares. Fue firmado por el alcalde Gustavo Soto Franco y todos sus secretarios. Por su parte, el Concejo Municipal, presidido por el ingeniero Virgilio Barco Vargas, también se manifestó con una Resolución en la cual se declaraba que el Concejo se asociaba en nombre del pueblo a los homenajes que se le rendirán al personaje; que se nombraba una comisión que representara al Cabildo en la recepción de sus restos y en todos los actos fúnebres programados, así como el envío de corona de flores naturales; finalmente, la entrega de un ejemplar autógrafo de la Resolución que será enviada a sus familiares y además publicado en carteles y en la prensa.

Fue una triste despedida que tuvo una espera de cuatro años, para que sus familiares, compañeros y amistades en general, tuvieran la oportunidad de acompañarlo hasta su última morada. Hoy descansa en paz en la tierra de sus ancestros.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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