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Eran noticias hace 60 años

Otra campaña, ésta emprendida por la prensa hablada y escrita local, era la de sensibilizar a las autoridades.

En 1957 comenzó la modernidad democrática de la nación y con ella los nuevos horizontes que le permitiría un trascender armónico, tanto en lo económico como en lo social, excepción hecha de algunos eventos que posteriormente produjeron desasosiego y desazón en una sociedad que se había ido acostumbrando pero que terminaron por desaparecer a fuerza de las intervenciones del Estado.

A medida que transcurrían los días los hechos cotidianos se desarrollaban con la normalidad acostumbrada y de ahí el título de esta crónica, cuya sencillo objetivo es recordar las incidencias del diario transcurrir en nuestra ciudad de mediados del siglo pasado.

Apenas comenzando el año, don Alfredo Cabrera lanzó su ofensiva comercial con una serie de avisos en prensa y radio en la que ofrecía a sus clientes y a la ciudadanía en general los productos y servicios de su negocio establecido en la avenida cuarta No. 12-68, los cuales también atendía telefónicamente por la línea 24-69 o por el moderno servicio de cable telegráfico identificado como “CAROS”, acrónimo que identificaba su firma. Don Alfredo era comisionista, representante y agente de varias de las empresas más grandes del país en una extensa y surtida gama de bienes y mercancías que iban desde el sector automotor hasta productos alimenticios, sin olvidar que también los productos de la Empresa Licorera del Valle, como eran las lociones y los alcoholes industriales. En este año, ofrecía llantas, lubricantes, baterías y parches para los neumáticos, así como pinturas de la afamada marca Sherwin Williams, entonces importadas de los Estados Unidos.

También aprovechó el momento de expansión del mercado de la cervecera Bavaria, para conseguir la representación de la cerveza Águila y de la Nutrimalta, bebida que prometía beneficios altamente nutritivos para niños y jóvenes. Conocedores del comercio aseguran que su principal renglón era la distribución del azúcar, razón por la cual los ingenios Riopaila, Castilla y Providencia lo tenían como uno de sus principales clientes. Finalmente, los aceites y mantecas no faltaban en su portafolio, productos de alta demanda en esta región del país y que eventualmente eran objeto de acaparamiento, debido principalmente a la escasez de materias primas, situación que se presentaba con bastante frecuencia en la primera mitad del siglo pasado.

Por esa misma fecha, se iniciaba una campaña social que pretendía lograr reconocimiento oficial a la prestación de servicios culturales por parte de virtuosos que se habían destacado por sus cualidades artísticas en las diversas modalidades y que por razón de las circunstancias no tenían su vejez asegurada.

En diciembre del año anterior, el virtuoso y veterano Eusebio Velasco, el “Mago de la Flauta” fue agasajado por sus amigos para celebrarle sus setenta y un años y los cincuenta y siete como profesional de su arte musical. El viejo Eusebio, como le decían, era toda una gloria en la música de la región y de él señalaban que “nadie podía reproducir mejor los arpegios en una flauta. Eusebio ha reinado como mago de la flauta en el Departamento, a través de sus cincuenta y siete años  como profesional, sin que nadie haya osado discutirle su título porque nadie ha sentido como él, la dicha de ser músico, ni nadie ha amado tanto su instrumento”. Eusebio hacía parte del grupo de privilegiados músicos integrado por Fausto Pérez, Ángel María Corzo y Rafuchas (Pedro Rafael Martínez), considerados los “divinos” de la música en el Norte de Santander y con ocasión de esta doble celebración, sus amistades solicitaron de manera muy especial a la Asamblea del departamento que se vote un “auxilio para solventar y premiar, así sea en parte, a “quien sin claudicaciones ni renunciamientos supo dedicar toda una vida a la música, al arte en una palabra de esta ciudad de Cúcuta y de todo el departamento Norte de Santander”. Lo que no puedo asegurarle, mis lectores, es el resultado de dicha petición, la que probablemente haya sido acatada en momentos en que el reconocimiento a las personas de su talla era sensiblemente correspondido.

Otra campaña, ésta emprendida por la prensa hablada y escrita local, era la de sensibilizar a las autoridades sobre la necesidades evidentes que debían solucionarse para la buena imagen de la ciudad y facilitar su transición hacia la modernidad. En conjunto habían elaborado en memorial en el que solicitaban se consideraran los siguientes aspectos, “Un servicio de policía que dé protección a todos los habitantes de la ciudad y a quienes la visiten. Una barrida total de rateros y maleantes, enviándolos  colonias, única manera de poner fin a la alarmante y penosa ola de robos. Que los numerosos muchachos sucios y mal hablados que pululan por las calles mortificando a las gentes y sirviendo de instrumento a los rateros, sean llevados al Reformatorio de Menores o al Amparo de Niños. Que a los visitantes venezolanos se les brinde toda clase de seguridades en sus vehículos y se les facilite el establecimiento, de modo que no tengan que sufrir las impertinencias de algunos Agentes de Tránsito, que se olvidan de las instrucciones categóricas de su jefe don Jorge E. Rangel. Que se pavimente y modernice la avenida Quinta, principal arteria de la ciudad, hasta la calle 18, dotándola de un lujoso sistema de alumbrado público de mercurio. Que se termine la pavimentación de la Carretera de la Circunvalación, llamada a ser uno de los más bellos paseos de la ciudad. Que la Sociedad de Mejoras Públicas cumpla su misión y arregle y cuida los parques, especialmente el de la heroína Mercedes Ábrego, que se encuentra en completo abandono. Que se termine y decore el frontis de la iglesia catedral que ofrece un feo aspecto en contraste con la belleza del interior del templo. Que se controle rigurosamente la apertura de zanjas en las calles a fin de que no queden desperfectos que constituyan peligro para los vehículos. Que se resuelva, siquiera en parte, el grave problema de la vivienda y de la higiene en algunas barriadas donde la miseria constituye un caso social grave que reclama una humanitaria y pronta solución. Que la obra del alcantarillado –ya asegurada- se adelante lo más pronto posible, a fin de facilitar el desarrollo de las urbanizaciones que habrá de solucionar el problema de escasez de vivienda. Que se den las mayores facilidades para las nuevas construcciones, aprobando pronto los planos y eximiéndolas de impuestos, siquiera por cinco años. Que se haga un llamamiento a los ricos que tienen lotes sin construir en el centro y casas ruinosas que explotan con altos arriendos, para que levanten edificios que hagan honor a la ciudad. Y... que los cucuteños reconozcamos y trabajemos unidos y sin egoísmos por la prosperidad, honor y gloria de la ciudad con la nobleza, civismo y gallardía conque lo hicieron nuestros antepasados.”

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

Viernes, 14 de Julio de 2017
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