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Historia contemporánea: desórdenes en Chinácota

En la opinión pública se conocía con certeza que Chinácota contaba con hombres capaces de imponerse por la fuerza.

En los años de la mitad del siglo veinte, cuando campeaba la violencia bipartidista, los pueblos del nororiente colombiano eran particularmente belicosos, especialmente en los Santanderes. Era reconocida su fama de defensores de la ideología de los partidos en cada uno de esos pueblos, a tal punto que durante las elecciones, se sabía con anticipación que solo se presentarían votos por los candidatos del partido que identificaba al pueblo. Aún recuerdo los escándalos que se destapaban –escasos por cierto-, en ciertos caseríos, cuando aparecía una papeleta, -un voto de entonces cuando se utilizaba ese procedimiento-, por un candidato del partido contrario; casi que se despertaba una cacería de brujas para descubrir al traidor. 

Con excepción de las grandes ciudades, era común conocer la filiación de los pueblos y a medida que crecían, esas inclinaciones comenzaban a dispersarse, situación que comenzó a calmarse con la aparición del Frente Nacional.

En un día cualquiera de los años mencionados, en la población de Chinácota, sucedió un caso que conmovió y para ceñirme a los acontecimientos, me permitiré transcribir lo ocurrido, tal como fue relatado por un “distinguido chinacotero”, cuyo nombre quedó en la reserva por obvias razones. El testigo en mención comienza diciendo que ‘ya fuera del alcance de la bala y la piedra, presenció los abusos y los atropellos de la chusma conservadora’. Un domingo de la época de marras, ocurrió un asalto a una camioneta del señor Ciro Camargo, ilustre conservador, chofer de profesión; dicho asalto se produjo en la vía que conduce a Iscalá, región conservadora y en dicho evento resultó muerto un joven de apellido Calderón, liberal de filiación y además, herido el señor Camargo. La noticia se regó rápidamente hasta que llegó a oídos del cura del pueblo, recién terminaba la misa y como se imaginaba que fueron liberales los autores, el mismo cura David Cote, organizó la chusma, la que empezó, como a eso de las diez de la maña
na a recorrer las calles, ebrios y agresivos y a medida que transcurría el tiempo, la montonera de feroces manifestantes iba tomando mayor furor, debido al consumo desmedido de licor que habían sacado de la Asentia de Rentas Departamentales, que era la dependencia que manejaba entonces, los licores, tabacos y demás géneros sujetos a los impuestos departamentales y en cuyas bodegas se guardaban en custodia hasta su liberación para ser consumidos. Dice el testigo que ‘cuando la embriaguez llegó a su grado óptimo, empezó el abaleo a las casas, donde se las atacó además, con piedras palos y garrotes, con una furia imposible de narrar.’ El tumulto, dicen las noticias, estuvo encabezado por un conocido jefe conservador, así como algunos funcionarios de la administración pública radicados en el municipio, incluidos algunos músicos, hijos del director de la banda (musical, se entiende) y un número significativo de campesinos que seguían a sus cabecillas, muchos de ellos si saber lo que hacían. En su vandálico recorri
do apedreaban, baleaban y saqueaban viviendas y negocios; se dice que fueron más de mil disparos los que se realizaron; los gritos de “viva el partido conservador”,  “abajo los rojos”, “viva la religión” y otro sinnúmero de expresiones de la más desconcertante vulgaridad iban precedidos de los disparos y los golpes a las puertas hasta que quedaban destrozadas. El pueblo vivió horas de terror indescriptible; ancianos, mujeres y niños sufrieron ataques de pánico. Algunos octogenarios que habían sido testigos de las cruentas guerras civiles del siglo diecinueve y principios del siguiente, dijeron que jamás habían visto un espectáculo de esta magnitud, pues en esa época, las familias liberales y conservadoras se protegían mutuamente y ahora son más de doscientos los hombres que son perseguidos por su ideología, con la mayor crueldad y que han tenido que emigrar a las vecinas poblaciones de Bochalema, Durania y La Donjuana.

Lo peor de esta sanguinaria situación, es que durante la zambra, el cura se paseaba por el atrio en compañía de los jefes de policía y algunos de sus subalternos, lo mismo que los efectivos del ejército allí destacados, quienes permanecían sin tomar medida alguna, por temor, tal vez, a desatar peores consecuencias. También se dijo que el alcalde no se había aparecido y que las demás autoridades habían sido figuras decorativas durante el asalto. Era el domingo 28 de diciembre y tal vez, creyendo que se trataba de alguna de las guasas que se acostumbra durante el día de los inocentes los espectadores que contemplaban atemorizados el auge que iban tomando los acontecimientos, nunca se imaginaron sus terribles consecuencias.

Mientras esto sucedía, en Cúcuta la gente se preguntaba ¿qué ha hecho el gobierno para contrarrestar estos desmanes? En la opinión pública se conocía con certeza que Chinácota contaba con hombres capaces de imponerse por la fuerza, capaces de producir una resistencia y de repeler cualquier ataque del conservatismo de esa ciudad, pero desgraciadamente la lucha ya no era con los civiles miembros de ese partido, sino con las mismas autoridades que están patrocinando esas asonadas. Para demostrarlo cito las notas publicadas en un prestigioso diario de la época: “Para neutralizar la acciones violentas que se han venido presentando en la región chitarera, el gobierno departamental, mandó a un tal Lizarazo, figura patibularia, que dizque fue el promotor del famoso asalto a la ‘Bucaramanga’, región ubicada entre Salazar y Arboledas, donde en 1933, fue asaltado un retén del ejército, donde perdieron la vida varios soldados y robados sus fusiles y munición. Y se agregaba a manera de conclusión, “estos personajes sombrí
os y tenebrosos, son los funcionarios encargados por el gobernador, para mantener la paz y la concordia en el Departamento.” Para rematar se lee en uno de los diarios liberales, “narrar la vida de la ciudad mártir donde otrora se vivía en perfecta paz, con las mayores garantías, sin odios ni persecuciones sería tarea larga e inútil, porque ya el gobierno sordo, parece que realiza un fin premeditado, el de acabar con el liberalismo a sangre y fuego.”

Hoy, a principios del siglo 21, este pueblo ha vuelto a sus raíces de paz y prosperidad, olvidando las desgracias del pasado, gracias al apoyo y empuje de sus pobladores y a la contribución de sus funcionarios.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

Viernes, 19 de Agosto de 2016
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