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Memorias
Visita privada del presidente Isaías Medina
A mediados del año 43, entre el 18 de julio y el 26 de agosto, decidió realizar un periplo por los países bolivarianos.
Viernes, 8 de Julio de 2016

Terminados los largos mandatos intermitentes del presidente Juan Vicente Gómez, sobrevino un periodo de gobiernos desempeñados por militares, casi que calcando la política establecida por el “Benemérito“, después de  27 años de presidencia autoritaria y cuya característica principal era su lugar de origen común: el estado Táchira. El primero de ellos, ejercido por el general Eleazar López Contreras, quien estuvo al mando del gobierno hasta 1941, fecha en la que asumió el también general Isaías Medina Angarita, protagonista de esta crónica.

Como buen militar, en pleno auge de la Segunda Guerra Mundial, manifestaba sus simpatías por el fascismo y por su líder, el dictador italiano Benito Mussolini. A pesar de estas características, durante su gobierno se permitía y garantizaba la plena libertad de expresión y como hombre de grandes convicciones, su temple de estadista le permitió convertir a su patria en una moderna república. En desarrollo de sus múltiples actividades aprobó la legalización de los partidos políticos y de los sindicatos, implementó el Seguro Social Obligatorio, fijó los salarios mínimos e introdujo una serie de normas fiscales que establecieron un equilibrio en la tributación haciéndola más equitativa. Finalmente, impulsó una reforma petrolera que amplió el horizonte económico del país, colocándolo a la vanguardia de esa explotación en el contexto latinoamericano.

Realizadas estas labores, a mediados del año 43, entre el 18 de julio y el 26 de agosto, decidió realizar un periplo por los países bolivarianos para llevarles un mensaje amistad y de colaboración, además de sondear las expectativas que tendrían algunos posibles convenios, que procuraran bienestar para sus respectivos países. Esta travesía comenzó, precisamente en  nuestra ciudad. Quería el presidente Medina reeditar la visita que en años anteriores realizara su predecesor, el general Eleazar López Contreras, quien tuvo un emotivo encuentro en el puente internacional Simón Bolívar con su homólogo Eduardo Santos, reunión que aún permanecía vívida, por las expresiones emocionantes de cuantos habían participado. La visita tenía un carácter privado, pues oficialmente se trataba de un recorrido particular, por ciudades y países bolivarianos, para consolidar, como se dijo anteriormente, los sentimientos de amistad y confraternidad generados por el Libertador.

Desde las primeras horas del día, la ciudadanía estuvo preparada para el recibimiento, debidamente apostados a lo largo de la calle 10 y la primera avenida hasta el parque de Santander. Se estableció que la multitud allí reunida sumaba unas quince mil personas, todo un acontecimiento si se tiene en cuenta que la población  de la ciudad era de unos sesenta mil habitantes. El presidente Medina y su esposa, Irma Felizzola, llegaron en el avión oficial a la población de San Antonio con su comitiva, integrada en su mayoría por  militares, ningún ministro, solamente algunos funcionarios intermedios de la Cancillería, como el director de Protocolo, quien por razones obvias debía acompañar al presidente, además de un senador, el doctor Juan Iturbe y un diputado, el señor Pedro Sotillo. El lugar de encuentro, como siempre, el puente fronterizo. Allí lo esperaron los ministros colombianos de Relaciones Exteriores, Hacienda y de Minas y Petróleos, quienes lo acompañaron hasta el centro de la ciudad. En tribuna especial, fue recibido por el alcalde Jorge Hernández Marcucci, quien le hizo entrega del pergamino que lo declaraba “huésped de honor” y le entregó las llaves simbólicas de la ciudad. Acto seguido, desfilaron ante la tribuna del señor presidente, todos los establecimientos de educación con sus “bandas de guerra” y el Sindicato de Obreros con las banderas de los dos países; terminado el desfile, el invitado se dirigió a la casa del gobernador Ardila Ordóñez, seguido del numeroso público que colmaba las calles. A las cinco de la tarde, el turno fue para los periodistas afiliados a la Asociación de Periodistas del Departamento, encabezados por su presidente don Luis Gabriel Castro, quien, en términos castizos rememoró la prerrogativa de que disfruta la prensa de los dos países y le ofreció una “tarjeta de plata” con la que se le rinde homenaje a su investidura. A las seis de la tarde, la delegación se trasladó a la casa del doctor Encarnación Centeno, miembro de la colonia venezolana radicado en la ciudad, en donde por cuenta del Cónsul de Venezuela, doctor Armando Gonzalo Puccini se les ofreció una “copa de champaña”, con asistencia de lo más granado de la sociedad cucuteña. Ya para terminar el ajetreo del día, en los salones de la gobernación, le fue obsequiado un suntuoso baile de gala, donde los estamentos locales, los poderes eclesiásticos, civiles y militares, los representantes de la banca, la industria y el comercio, aprovecharon para pedirle su intervención en los problemas que tradicionalmente se presentan en la región y a los cuales, el primer mandatario de los venezolanos prometió intervenir tan pronto regresara a su país.

Al día siguiente, se desplazó a la ciudad de Pamplona para conocer, de primera mano, la importancia que ésta revestía en la educación de muchos de sus compatriotas y que consideraba muy importante en su formación, pues serían en el futuro, los dirigentes de la nación. De regreso a Cúcuta y a San Antonio, su próxima parada sería la ciudad de Bucaramanga, en donde el recibimiento fue igualmente espectacular. Sólo estuvo un día, pues en las horas de la tarde, se dirigió a la capital de la república, para ponerle fin a su estancia en nuestro país.

De Bogotá su próxima parada fue en Quito, Ecuador, en donde hizo recordación del “pregón de gloria” que hiciera el Libertador en la cima del Chimborazo. De la capital ecuatoriana, se dirigió al puerto de Guayaquil, interesado en conocer los avances que en temas portuarios había desarrollado esa localidad. En los siguientes países, sólo visitó sus capitales y en cada una de ellas, su interés era el de despertar el sentimiento de admiración que se le profesaba al prócer venezolano. En Perú y Bolivia, lanzó la idea nacionalista de conformar una Asociación Bolivariana que sería el signo de unión, afecto y esperanza para las seis naciones liberadas, incluida Panamá, última etapa de su extensa gira. De regreso a Caracas, su bienvenida fue apoteósica. Una gran manifestación popular organizada por todas las fuerzas populares, estimada  en unas cincuenta mil personas, se reunió en el Hipódromo Nacional y allí rindió cuentas de los resultados de su viaje, sacando como conclusión que los países bolivarianos, como pueblos hermanos, debían propender por buscar soluciones a sus problemas comunes por la unidad el continente.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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