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Fidel Castro, en claro y oscuro
Castro fue el tercero de los siete hijos de la pareja formada por el inmigrante gallego.
Miércoles, 28 de Diciembre de 2016

Los cubanos exiliados en Miami, que desde que salieron de la isla tuvieron como costumbre anunciar y propalar la muerte de Fidel Castro Ruz en los más de 600 atentados que se fraguaron en su contra, no podían creer la noticia de su muerte verdadera, la noche del pasado 25 de noviembre. No podía ser, decían. Pero, tras la alocución del presidente Raúl Castro haciendo el anuncio oficial, estallaron en júbilo y desde entonces comenzaron a celebrar ruidosamente esa noche y los días que siguieron. Era la noticia que estaban esperando, algunos desde hace 50 años, pues asumían que la muerte de Fidel era el fin también de la revolución. 

Pero las muertes del comandante Fidel no fueron solo de la autoría exclusiva de los exiliados. La dictadura de Fulgencio Batista que Castro derribó con sus barbudos seguidores, anunció a principios de febrero de 1957 la caída en combate del líder revolucionario. El 17 de febrero del mismo año, The New York Times publicó un texto del comandante Huber Matos, quien después de varios años acompañando a Fidel se apartó de él y de la revolución, y se refugió también en Miami, en el que señaló: “Fidel Castro, el líder rebelde de la juventud cubana, está vivo y peleando con éxito en la intrincada Sierra Maestra».

Fidel Alejandro Castro Ruz nació el 13 de agosto de 1926 en la aldea oriental de Birán (Holguín); fue el tercero de los siete hijos de la pareja formada por el inmigrante gallego y devenido en terrateniente Ángel Castro y la cubana Lina Ruz.

El asalto al Cuartel Moncada 

El 26 de julio de 1953, Fidel Castro, con 26 años y casado todavía con Mirtha Díaz-Balart, miembro de una rica familia cubana con la que tendría el primero de sus ocho hijos reconocidos, Fidelito, encabezó el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba que, pese a fracasar, se considera el inicio de la lucha revolucionaria.

En el juicio que se le siguió junto al puñado de rebeldes que no murieron en el asalto o en las torturas que le siguieron, Castro asumió su propia defensa, en la que pronunció un extenso alegato político-ideológico, incluyendo un amplio programa de reformas para una futura Cuba liberada de la dictadura, que después del proceso se haría famoso al publicarse con el título “La historia me absolverá”.

Más agitador que buen estudiante 

Los biógrafos de Fidel destacan que como estudiante de Derecho brilló más en la agitación que en las aulas. Su verbo encendido se reveló por primera vez como un arma poderosa en 1946, cuando intervino en un acto de la Federación de Estudiantes Universitarios de La Habana. Un año después, cuando disfrutaba de cierta notoriedad entre sus compañeros, se vio envuelto en un tiroteo nunca aclarado en el que resultó herido el estudiante Lionel Gómez. Lo que allí sucedió no fue del todo revelado, pero por aquel entonces no era extraño que los ardores universitarios contaran con el ocasional auxilio de las armas.

De aquellos tiempos de agitación permanente datan sus dos primeras experiencias de hombre de acción a gran escala. La primera fue la fracasada expedición de oponentes al dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, encabezada por Juan Rodríguez García y Juan Bosch, y la segunda, su presencia en Colombia durante el bogotazo, el 9 de abril de 1948, tras el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Luego se trasladó a Nueva York, donde pasó cuatro meses de 1949; al año siguiente, de vuelta a Cuba, obtuvo el título de Derecho.

La crisis de los misiles 

La crisis de los misiles de octubre de 1962 dejó sin efecto aquel amago de acercamiento. La instalación en la isla de plataformas de lanzamiento soviéticas puso al planeta al borde de la guerra nuclear.

El bloqueo de Cuba decretado por Estados Unidos, la presión de los generales sobre el entonces presidente John F. Kennedy para que adoptara alguna medida expeditiva contra la URSS y la resolución de la crisis a través de la diplomacia secreta establecieron para siempre una norma de conducta en las relaciones de Castro con los jerarcas soviéticos: en caso de crisis, si debía elegir entre mantener el statu quo con Estados Unidos o secundar a Cuba, el Kremlin optaría siempre por la primera opción. El castrismo se mantendría bajo el paraguas protector soviético, pero no hasta el punto de descoyuntar la lógica de la guerra fría, algo que probablemente Castro nunca quiso reconocer, según escribió uno de los biógrafos del líder cubano.

La transición en vida

En la víspera de la celebración del 50 aniversario de la revolución de la que Fidel fue inspirador, organizador y líder, no fue posible su presencia en los festejos debido a la inesperada y misteriosa enfermedad intestinal que el 31 de julio de 2006 lo llevó a delegar el poder en su hermano menor Raúl, desencadenando una oleada de acontecimientos que casi ningún “cubanólogo” había vaticinado: la “transición en vida” de su líder máximo. Fue una enfermedad hasta hoy no revelada la que le hizo cambiar su uniforme verde olivo de toda la vida por la ropa deportiva con la que se ha mostrado en las contadas fotografías, videos y entrevistas que ha concedido en los últimos largos años de convalecencia.En su mensaje de renuncia, Castro no sólo anunció que desistía de seguir ejerciendo la presidencia cubana.Incluso se autodespojó del título de “comandante en jefe” y aseguró que pasaba a ser un mero “soldado de las ideas”.Fidel se dedicó entonces a escribir sus reflexiones en el diario Granma, en las que abordaba los más variados e interesantes temas.

La letra de Fidel

De una estupenda crónica publicada hace 20 años en El Espectador por el premio Nobel Gabriel García Márquez: “Una vez dijo: ‘En mi próxima reencarnación quiero ser escritor’. De hecho escribe bien y le gusta hacerlo, aun en el automóvil en marcha, y en unas libretas de apuntes que lleva siempre a mano para anotar cuanto se le ocurre, inclusive las cartas de confianza. Son libretas de papel ordinario, empastadas en plástico azul, que con los años han llegado a ser incontables en sus archivos privados. Su letra es menuda e intrincada, aunque a primera vista parece tan fácil como la de un escolar. Su modo de escribir parece de un profesional. Corrige una frase varias veces, la tacha, la intenta de nuevo en los márgenes, y no es raro que busque una palabra durante varios días, consultando diccionarios, preguntando, hasta que queda a su gusto”.

Resumen de agencias

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