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Guerra civil española, una herida todavía abierta

El 18 de julio de 1936, una conspiración de generales se levantó contra la República proclamada cinco años atrás.  

Hace 80 años, España se sumergía en una dolorosa guerra civil cuyas heridas todavía deben cicatrizar. Oscuro preludio de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto despertó pasiones en todo el mundo y terminó por instaurar una larga dictadura.

Los diferentes gobiernos no habían podido reformar un país muy agrícola, con retraso respecto a Europa y muy dividido ideológicamente.

Escogido en febrero el gobierno del Frente Popular, apoyado por socialistas y centristas, fue incapaz de mantener el orden e impedir los asesinatos políticos de ambos bandos y los incendios de iglesias.

El golpe de Estado fracasó y empezó una cruenta guerra entre el bando republicano y el bando “nacional” insurgente.

El grueso de las tropas insurgentes esperaba en el Marruecos español, bajo el mando del general Francisco Franco. Adolf Hitler y Benito Mussolini, los dictadores alemán e italiano, le enviaron sus aviones para poder llegar a la península. Fue el primer puente aéreo de la historia.

Su contribución no terminó ahí. Sus aviones fueron los primeros en bombardear sistemáticamente poblaciones como Gernika, en el País Vasco, arrasada por las bombas en 1937.

Fue también la primera guerra mediática. Las nuevas cámaras permitieron el desarrollo de reportajes fotográficos y cinematográficos. Las imágenes del combate y la destrucción llenaban las portadas internacionales y se difundían en los cines.

Sin cuartel
         
Mientras, en el terreno, se desencadenaba una lucha sin cuartel.

“Es necesario crear una atmósfera de terror (...) eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piensa como nosotros”, declaró el general insurgente Gonzalo Queipo de Llano, encargado de la campaña en el sur de España.

Diputados de izquierdas, sindicalistas, militantes socialistas, simpatizantes y sus familiares fueron perseguidos, ejecutados y masacrados.

En el otro bando, socialistas, anarquistas y comunistas se hacían con el control de la calle. Las fábricas fueron nacionalizadas, las tierras colectivizadas y los adinerados o sospechosos de simpatizar con la derecha ejecutados en los primeros meses de guerra.

Se los llevaban de noche para un “paseo” del que nunca volvían.

También los clérigos pagaron su identificación con la clase poderosa con asesinatos y torturas. Más de 6.500 murieron, la mayoría a manos de los republicanos.
       
Fascismo contra comunismo
   

Aunque Madrid pidió ayuda a sus vecinos, ni el Reino Unido ni Francia acudieron, temerosos de entrar en una nueva guerra mundial. Se refugiaron en un “pacto de no intervención”, ignorado completamente por Roma y Berlín.

La República solo contó con las armas de la Unión Soviética y las municiones del México revolucionario. La guerra se convirtió en un enfrentamiento entre fascismo y comunismo.

El dictador soviético Stalin lo aprovechó para reforzar su influencia. Los militantes de la Internacional Comunista, liderada por Moscú, dirigían las tropas republicanas.

“Nuestros enemigos son los Rojos, los Bolcheviques del mundo entero”, cantaban los jóvenes pilotos de la Legión Cóndor enviada por Hitler.

Madrid | AFP

 

Sábado, 9 de Julio de 2016
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