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Los niños que se ganan la vida con gigantes títeres
Son contratados en celebraciones públicas o privadas, como las circuncisiones, para ayudar a alejar los malos espíritus.
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AFP
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Viernes, 17 de Mayo de 2019

Escondida en el interior de una marioneta gigante emblemática del folclore de Yakarta, Juniarti, una adolescente indonesia, suda la gota gorda desfilando bajo el ardiente sol.

La joven de 15 años, acompañada de un grupo de niños, se gana la vida animando una de estas coloridas figuras de más de dos metros de altura llamadas "Ondel Ondel".

Con su cabeza de ojos saltones de papel maché o plástico, su cuerpo de bambú vestido con ropa de colores vivos y sus cabellos erizados confeccionados con hojas de cocotero secas, estos gigantes tradicionales suelen verse a menudo por la capital.

Tradicionalmente contratados en celebraciones públicas o privadas, como las circuncisiones, para ayudar a alejar los malos espíritus, hoy sirven sobre todo para divertir a la gente.

Los Ondel Ondel se deplazan balanceándose por parejas: una figura masculina a menudo con la piel de color rojo vivo y un espeso bigote y su compañera de tez blanca y labios rojos.

Selfis y rupias

Juniarti y sus amigos se marcan unos pasos de baile y posan para selfis con los viandantes, a los que piden a cambio algunas rupias.

El primo de la adolescente, de cuatro años, se mueve al ritmo de la música de un teléfono móvil y tiende un cubo para que los más generosos les den limosnas.

En época de ramadán, los niños esperan que los habitantes del mayor país musulmán del mundo serán más caritativos que de costumbre.

Pero aunque pueden llegar a recaudar el equivalente de más de 20 dólares diarios, no es dinero ganado fácilmente.

Los niños de los Ondel Ondel deben cargar con hasta 30 kilos en la espalda.

"Por supuesto que es agotador", reconoce  Juniarti durante una pausa en la parte trasera de un lujoso centro comercial de la ciudad.

"Hace tanto calor en el interior que mi ropa está empapada", cuenta.

Bastian lleva los estigmas de este trabajo difícil que desempeña desde hace tres años.

"El Ondel es muy pesado, mire mi cicatriz", dice el niño de 11 años subiéndose la camiseta para mostrar unas marcas rojas y arañazos sobre los hombros.

Aunque los adultos practican también esta actividad, los niños son cada vez más numerosos, lo que preocupa a las asociaciones de protección de la infancia que temen que sean explotados y maltratados.

Juniarti y Bastian aseguran que nadie los acosa, salvo cuando los expulsan los agentes de seguridad.

Pero tampoco tienen más elección que ejercer esta actividad.

Juniarti abandonó la escuela para ayudar a su familia cuando perdió a su padre. Como los habitantes de su barrio estaban especializados en la fabricación de gigantes, le pidieron si quería trabajar para ellos para ganar algo de dinero.

A pesar de las dificultades, Yogi Susanto, de 13 años, cree que es un buen empleo: "Puedo divertirme con mis amigos y trabajar al mismo tiempo", explica.

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