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Niños hambrientos de Yemen piden limosna
Unicef estima que 2,2 millones de niños sufren desnutrición crónica.
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AFP
AFP
Domingo, 26 de Febrero de 2017

Alí tiene 14 años y su hermano Majdi, 7. Desde que su padre murió en un bombardeo se pasan los días mendigando por las calles de la capital de Yemen, donde los niños son las principales víctimas de la guerra.

El mayor de los dos cuenta su historia sin emoción. “Vivíamos en seguridad en la provincia de Haja con mi padre, que vendía qat (una planta con propiedades sicoestimulantes) para vivir”.

“Un día se enfermó y lo llevamos al hospital de Médicos Sin Fronteras. El hospital fue alcanzado por un bombardeo aéreo y mi padre murió. Nos mudamos a Saná cinco días después de haberlo enterrado”.

Desde entonces, Alí y su hermano pequeño, sucio y andrajoso, vagan por las calles. Se cuelan entre los coches y proponen limpiar el parabrisas a cambio de unas monedas.

Es una historia bastante corriente en Saná, la capital yemení controlada por los rebeldes chiitas hutíes desde septiembre de 2014, y en el resto de Yemen, asolado por la guerra.

“Todos los males que padecen los niños progresan: el trabajo, la mendicidad, el alistamiento en las fuerzas armadas, la no escolarización...”, se alarma Nasim Al Muliki, directora de una organización de protección de la infancia. Además “los servicios sociales de ayuda a los niños se hundieron completamente”.
       
‘Un poco de dinero’ 

“Mendigamos porque ya no encontramos nada qué comer”, declara Mustafa Ahmed Abdalá, de 15 años, cuyo padre murió combatiendo. 

“He intentado encontrar trabajo pero no ha funcionado, me he quedado en la calle”, añadió. Como mucho gana cinco dólares por día.

A unos pasos de allí, Abir, de 8 años, pasa de un coche a otro con su hermano pequeño, Abdelrahman. “No tenemos nada qué comer. Buscamos dinero o comida”, dice la niña.

La situación se ha deteriorado mucho, sobre todo desde que en marzo de 2015 una coalición árabe bajo mando saudí intervino en la guerra en apoyo a las fuerzas progubernamentales que se habían replegado en Adén tras haber sido expulsadas de buena parte del territorio.

La guerra se libra lejos de las cámaras y sin visos de una solución política.

Alrededor del 20% de las aproximadamente 7.400 personas muertas desde hace dos años son niños, según la ONU.
       
Riesgo de hambruna

En septiembre, el presidente Abd Rabbo Mansur Hadi ordenó el traslado del Banco Central desde Saná a Adén, declarada “capital provisional” desde que fue reconquistada en 2015 junto con otras cuatro provincias del sur.

Esto significa que los rebeldes, que formaron su propio gobierno en Saná, no pueden pagar los salarios de los funcionarios en las zonas bajo su control.

Además las condiciones sanitarias de los 26 millones de yemeníes no paran de deteriorarse. 

Dos tercios de ellos no tienen acceso a cuidados médicos decentes y ya se han detectado casos de cólera y de hambruna.

Unicef estima que 2,2 millones de niños sufren desnutrición crónica.

“La desnutrición nos golpea de lleno y aumenta cada día”, afirma el pediatra Ahmed Yusuf. Pero “ni el gobierno ni las oenegés son capaces de hallar una solución para hacer frente a esta catástrofe”.

Fayza Ahmad, responsable del hospital Al Sabin de Saná, lo constata: “Los casos que llegan son muy graves, los niños sufren diarreas severas”.

A veces, declara el doctor Yusuf, “un niño se muere mientras el padre todavía sostiene en las manos la receta” para un tratamiento que no puede pagar.

La ONU reclamó 2.100 millones de dólares  para ayudar este año a los yemeníes. 

“Sin apoyo internacional, pueden sufrir hambruna en 2017”, advierte el jefe de las operaciones humanitarias de la ONU Stephen O’Brien.

20 millones sufren hambre en 4 países

Un total de 20 millones de personas pasan hambre en Sudán del Sur, Nigeria, Somalia y Yemen, y la ONU necesita 4.400 millones de dólares antes del fin de marzo para prevenir “una catástrofe”, afirmó el secretario general Antonio Guterres.

Apenas 90 millones han sido recaudados hasta ahora.

El mundo “enfrenta una tragedia” y “debe evitar que se convierta en una catástrofe”, enfatizó Guterres, que le dio mayor resonancia a los temores que ya habían sido expresados por otros funcionarios de la ONU.

Guterres dijo que piensa que los gobiernos y otros donantes proveerán la ayuda financiera.

“La situación es terrible”, añadió. “Millones de personas apenas sobreviven en un estado entre la desnutrición y la muerte, vulnerables a epidemias y a enfermedades, obligadas a matar a sus animales para comer y a alimentarse con semillas que debían plantar durante la próxima temporada”.

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