Sin rastros
Cargando unos 45 kg de equipamiento -tanque de aire comprimido, hacha, tramos de manguera, pitones- fue uno de los primeros que intentó entrar a la torre norte para intentar evacuar personas mientras llegaban las primeras unidades de bomberos.
"Alcanzamos a subir cinco escalones, nada más. El caos era tremendo, la gente se lanzaba una encima de la otra. Era imposible subir, había una turba humana", recuerda Marulanda, que posee una gran experiencia como rescatista en terremotos, avalanchas y otras catástrofes en Colombia, Ecuador, Perú, México, Haití y Nueva Zelanda, además del 11/9.
"Gracias a Dios no nos dejaron subir, porque hubiéramos perecido en el colapso" como muchos bomberos que lograron hacerlo poco después, asegura.
Permaneció en la Zona Cero tres meses, primero buscando sobrevivientes, durmiendo un par de horas junto a otros rescatistas en oficinas cercanas desiertas, y luego recogiendo evidencia de todo tipo. Halló desde restos humanos hasta el tren de aterrizaje y la caja negra de uno de los aviones secuestrados.
"Vi miembros sueltos, troncos sueltos (...) Vi muchos, muchos cuerpos calcinados que quedaron muy pequeños, reducidos, imposibles de identificar", en medio de un fuerte olor "a pura carne asada", contó este experto en estructuras colapsadas hace dos décadas, exhausto y cubierto de polvo y sudor, bajo los enormes focos que iluminaban la Zona Cero, envuelta en humo.
Esta es una de las cosas que aún le perturban: el impacto del colapso de las torres fue tan tremendo que nunca se hallaron los restos -ni siquiera rastros de ADN- de cientos de víctimas. Muchas familias nunca pudieron enterrar a sus muertos.
"Vi a una familia mexicana a la cual le entregaron un par de zapatos para enterrar, recuerdo su cara, el traductor les hablaba y la mujer decía: '¿Y usted quiere que me lleve esto?'".
"Me tocó encontrar dedos, y un manojo de pelo largo, digo yo que era de una mujer. De ahí sacaban el ADN. Camisas, un brazo, una mano aplastada...", recuerda.
De las Torres Gemelas, le conmocionó "la destrucción gigante, muy, muy gigante, y en un espacio muy reducido". Y el recuerdo de muchos inmigrantes sin papeles que no osaban ni siquiera pedir los restos de familiares desaparecidos por temor a ser deportados.
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