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Nuestra diplomacia
Luego de la victoria de Enrique Olaya Herrera en las elecciones presidenciales de 1930 se desató en Colombia una guerra civil –sí, guerra civil no declarada- cuando agentes del gobierno amedrentan a los conservadores para impedirles el derecho al sufragio.
Lunes, 19 de Agosto de 2013
Luego de la victoria de Enrique Olaya Herrera en las elecciones presidenciales de 1930 se desató en Colombia una guerra civil –sí, guerra civil no declarada- cuando agentes del gobierno amedrentan a los conservadores para impedirles el derecho al sufragio. En el transcurso del citado gobierno se presentó la guerra con el Perú y en el Senado de la República el jefe de la oposición, Laureano Gómez, que recién había regresado a Colombia y se había convertido en el más virulento crítico del presidente Olaya, pronunció su histórica frase: “¡Paz, paz en el interior, y guerra en las fronteras!”. Frase que olvidó siete años más tarde cuando el 15 de septiembre de 1940 afirmó en el Senado: “¡…llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la República!”. En 1946, al asumir la presidencia Mariano Ospina Pérez, comienza la rebatiña burocrática, que fue el origen de la violencia, según Salom Becerra. Lo cierto de todo esto de la guerra civil tácita que vivió Colombia a mediados del siglo XX es que las clases dominantes se enfrentaron fieramente “en el interior” de la República, y en el servicio exterior hubo confraternidad entre los partidos políticos: se sentaban a manteles en el Jockey Club y compartían la diplomacia.

Hoy podemos decir que Colombia anhela paz “en el interior” y en sus fronteras y la otrora confraternidad que se dio entre los partidos políticos en lo externo aún le hace falta al país, principalmente en lo relacionado con nuestra diplomacia. Muchos países militar y diplomáticamente más débiles que Colombia nos tienen arrinconados. Ecuador nos arrincona porque fumigamos cultivos de coca en nuestro territorio fronterizo. Nicaragua, fortalecida por un fallo inicuo de la Corte de La Haya, nos arrincona y amenaza. Venezuela, en épocas del coronel Chávez, nos arrinconó porque firmamos acuerdos militares con EE.UU. y las trifulcas con el expresidente Uribe eran porque no agachábamos la cerviz. Todo el vecindario, reunido en una cosa que llaman ALBA para que reemplazara a la OEA, que no podían manejar a su antojo, nos arrincona cuando Colombia manifiesta su deseo de comprar escopetas nuevas, pero ellos sí pueden embarcarse en una onerosa carrera armamentista, como lo hizo Venezuela y lo acaba de manifestar Nicaragua y nadie ha chistado. La ONU y Human Rights Watch nos arrinconan por el proyecto de fuero militar dizque porque no les sirve, como si fuera para ellos.

En la reunión de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, donde debe reinar un interés patriótico y el sentido de pertenencia por parte de sus integrantes, olvidándose de intereses partidistas u odios personales –que efectivamente los hay entre expresidentes de la República- lo que reina es el caos, la envidia, las ofensas, la maledicencia y chismografía. En la reunión de dicha Comisión Asesora, convocada para el pasado miércoles 14, no fue el expresidente Andrés Pastrana Arango porque sus posiciones, relacionadas con el fallo de La Haya, no se adoptaron inmediatamente. El expresidente Uribe tampoco asistió por la misma razón y por su contrariedad con el “señor” que encumbró en el Solio de Bolívar. Mientras tanto, Nicaragua nos ha repetido incesantemente que “va por más” y ellos saben que tienen opción porque el famoso y arbitrario fallo les abrió las puertas. Colombia necesita presentarse ante la comunidad internacional como un frente monolítico y sin fisuras, porque al paso que vamos…
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