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Cebolla ocañera, en 'amargo' momento por contrabando de alimentos

La tradicional cebolla ocañera está en su peor momento ante el auge del contrabando de alimentos procedentes de Perú y Ecuador.

El toque especial a los exigentes paladares de la buena cocina sazonada con la tradicional cebolla cabezona roja, cultivada en los prados de la provincia de Ocaña y zona del Catatumbo, se esfuma paulatinamente.

 Ese sabor especial ya no se percibe en los platos típicos de la gastronomía colombiana producto de la apertura económica, la falta de investigación, un seguro de cosecha y la denominación de origen que conlleva a la ruina a los labriegos de la región.

 “Aquellas recuas de 20 mulas de Silverio Morales que atravesaban la cordillera para llevar las cargas es cosa del pasado. Ahora usted no encuentra ni para un remedio ya que la cebolla peruana invadió el mercado”, exclama Pedro Claver Jiménez Ascanio un campesino de la vereda San Miguel de Ábrego, quien se cansó de cultivar el producto.

 Se observaban familias enteras en los cuadros durante la recolección, luego el arreglo y posterior empacado del bulbo como sinónimo de bienestar, progreso y convivencia pacífica de los pueblos. “Ahora no quedan más de 10 hectáreas en la quebrada de La Esperanza, jurisdicción de Ocaña, se acabó nuestro patrimonio como especie única en Colombia”, exclamó con profunda tristeza Emiro Cañizares Plata, quien acompañó en la titánica labor de gestionar programas para reactivar el agro en esta zona del país.

“Hicimos el periplo con 15 ministros, varios presidentes e incluso el general Naranjo dejó la palabra empeñada para salvaguardar el producto del creciente contrabando y se perdió la batalla”, agregó.

El sinsabor                 

El sistema de la reproducción asexual con bulbos ofrece una característica especial para condimentar las comidas. De las cien cargas, los labriegos vendían la gruesa y dejaban 25 de la delgada como semilla. El mal manejo de los fertilizantes y la raíz rosada que genera podredumbre es otro de los factores de la desaparición de la génesis. Anteriormente permanecían en los soberados de los tambos 60 días de latencia para el aireado, aseguran los expertos.

 Los suelos están cansados y no se tienen políticas certeras para abonar con el estiércol de los bovinos como se hacía en el pasado. Ahora, no se cuenta con estudios sanitarios y el Estado no apoya la investigación para el control de plagas, entonces la peruana es más resistente y está desplazando el cultivo.

 Ante la aguda crisis económica el campesino aprendió a sembrar la variedad denominada Camaneja que se adapta a los suelos de la provincia de Ocaña. Irónicamente la pandemia fue la temporada más próspera en la región ya que el cierre de frontera elevó el precio hasta los 500 mil pesos por carga.

Algo huele mal

Los acuerdos de la Comunidad Andina de Naciones establecen mecanismos de salvaguarda al ingreso en tiempo de cosechas, pero el Gobierno nacional no aplica esas disposiciones. “Por más lapicero que ‘tire’ uno las cuentas no son claras. Las tractomulas ingresan por Ipiales se gastan millones de pesos atravesando el país  y llegan a la provincia. Luego, la reempacan para ofrecerla a 60 mil pesos carga como ocañera en la Costa Norte colombiana. Aquí algo huele a mal, hay lavado o contrabando. Para que a un campesino le dé se debe vender a 150 mil pesos la carga”, precisa Cañizares Plata.

 El sistema de producción de la peruana se hace a través de la floración en las regiones frías, la cual es más resistente y por ende aumenta la producción. Esa circunstancia permite que los labriegos de la zona se inclinen hacia esos semilleros, pues no existe control alguno a la calidad y se adapta mejor a los bolsillos.

Said Sánchez, cultivador de San Calixto, afirma que la extinción de la variedad ocañera obedece a la poca producción ya que la semilla no se renovó por parte de los laboratorios de entidades especializadas. Asegura que la peruana es más desarrollada porque cuenta con el apoyo de los mandatarios de turno. “Si nos presentan una alternativa viable, nosotros volveríamos a sembrarla porque dio buenos resultados en su momento”, recalco.

El toque especial de la tradición se esfuma paulatinamente.

Se comen el cuento

En la Costa Norte e incluso en Medellín se encuentra arraigado el consumo de la cebolla ocañera y al no gozar con la denominación de origen los comercializadores utilizan el rótulo y conquistan esos mercados. Un tendero de Barranquilla o Cartagena prefiere adquirir el producto sin importar que sea de territorio Inca, sólo le interesa la rentabilidad,  porque una carga le aguanta más por el sistema de curado, así el sabor sea distinto al paladar. “Despachan el producto peruano como si fuera ocañero, la gente se come el cuento y eso es un delito donde se aprovechan las bondades para promocionar el bulbo extranjero, eso ocurre al no contar con la denominación de origen. Pero, nadie demanda esa irregularidad, ni se han preocupado por alcanzar ese estatus como lo ha hecho el café de Toledo”, indica el ingeniero Emiro Cañizares.

 Wilmar Sánchez, el master chef ocañero, manifiesta que la cebolla roja cabezona contiene capas delgadas con un sabor picante dando un toque especial a las recetas, haciéndola única en el mundo debido al clima y las horas luz. Esa genética se ha perdido.

Las verdes y las maduras 

En la década de los 80 y 90 habían 3 mil 800 hectáreas cultivadas en la provincia de Ocaña de las cuales obtenían el sustento 6 mil familias sin contar con los empleos indirectos, ahora los precios no dan ni para pagar obreros y los fletes para sacarla a las plazas de mercado.

 En antaño el cebollero tenía un estatus en la sociedad, era respetado por el aporte a la dinámica socioeconómica de la región, hoy se convierte en un humilde campesino que vive ‘las verdes y las maduras’ para poder subsistir en un mundo tan competido.

El gobierno nacional ha descuidado ese renglón de la economía, no existen laboratorios de investigación para “determinar los periodos vegetativos de las cosechas, mejoramiento de las semillas, los ministros de agricultura se caracterizan por hacer discursos baratos y no entienden que los labriegos desesperados incursionan en los cultivos ilícitos debido a ese abandono del Estado”, asegura Ólger Antonio Pérez.   

 Los cultivadores de cebolla piden una política certera de control al contrabando, aplicar la salvaguarda de cero importación durante la temporada alta de cosecha como lo establece la Comunidad Andina de Naciones. Asimismo, garantizar los precios superiores a los 150 pesos por carga.

Modelo de producción sostenible

El director ejecutivo de la Asociación de Municipios de la Provincia de Ocaña, sur del Cesar y zona del Catatumbo, Edgar Pallares,  gestiona ante Agrosavia un modelo de producción sostenible de la cebolla de bulbo para la provincia de Ocaña donde se hagan análisis de laboratorios para recuperar la genética y obtener la denominación de origen con el fin de garantizar mejores ingresos a unas 6 mil 500 familias de la región.  

 

Irónicamente la pandemia fue la temporada más próspera en la región ya que elevó el precio de la carga de cebolla.

Un salvavidas para los cebolleros

La cebolla peruana ingresa al país por medio de tratados de libre comercio, en miles de toneladas distribuidas en el mercado nacional, abaratando los precios de la colombiana.

 La falta de un diálogo y de estrategias entre el Gobierno nacional y los productores de cebolla roja en todo el país en especial en la región del Catatumbo y provincia de Ocaña, aumentan la crisis que existe en la región, a causa de los altos costos de producción de cultivos de ciclo corto, vías en mal estado, conflicto armado, y la proliferación de cultivos ilícitos como principal medio económico que obstaculiza la construcción de paz en el campo colombiano. 

La Asociación de Municipios, provincia de Ocaña y sur del Cesar, en cabeza del director ejecutivo Édgar Pallares busca establecer una mesa anticontrabando con entidades oficiales para buscar una salida a esta problemática que enfrentan los productores de cebolla en la región.

 El campesino Sergio Arturo Sánchez, asegura que son afectados con los precios que no compensa el esfuerzo hecho en el cuidado de los cultivos en una zona roja de difícil acceso. “Que el Estado frene la llegada del producto extranjero ya que aún nos mantenemos en la legalidad”, recalca.

 Said Sánchez explica que la importación ocasiona que los precios se vayan al piso y reclama controles aduaneros. “Es duro para nosotros, que el Gobierno nos escuche. Estamos en crisis”, exclamó.

 Uriel Ramírez asegura que son más las pérdidas que las ganancias para un gremio que no ha querido incursionar en los cultivos ilícitos. “Que miren al Catatumbo con ojos de piedad, el presidente Duque recién posesionado visitó a Tibú y se comprometió con la Asociación a salvaguardar la cebolla, pero olvidó la promesa”, dijo.

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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Domingo, 21 de Febrero de 2021
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