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¿En serio?
¿Qué siglo es este?  ¿Aún estamos educando a la (dizque) civilización que es posible evitar y prevenir la violencia contra las mujeres? 
Viernes, 1 de Enero de 2016

Hace un mes “celebramos” El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. 

Los medios de comunicación todavía están publicando estadísticas sobre las mujeres asesinadas, la edad promedio de las víctimas, los días de la semana más comunes de los hechos, el porcentaje de la violencia intrafamiliar y otros “balances” de esta criminalidad.

¡Hell-o-o-o!  ¿Qué siglo es este?  ¿Aún estamos educando a la (dizque) civilización que es posible evitar y prevenir la violencia contra las mujeres?  

Montamos campañas para educar a los hombres y a los jóvenes que deben tratar a las mujeres como personas. 

Estamos enseñándoles  a las mujeres que deben hacerse respetar y denunciar los abusos.  Se habla de la no mutilación de los genitales, la no violación, la no esclavización.   Se programan desfiles para decir NO al feminicidio.  

Creo que requiero orientación acerca de esta orientación.  

Algunos dirán que “...en ciertas culturas... a través de la historia...”  Bueno. Primero que todo, hay que  examinar el significado de cultura ahí.  Y segundo, seamos sinceros.  Las protestas que vimos, los reclamos que leímos, todo ese hype para proteger a la mujer y su dignidad no se trata únicamente de algunos sectores árabes o tribus aisladas, selváticas.  El enfoque no se centra en el pasado.  Se trata también de nuestro propio entorno.  Ahora.

La atrocidad de las discriminaciones, las desigualdades y los desequilibrios sociales consecuentes son temas frecuentes, no solo respecto a los géneros. 

Sin embargo, causa cierto asco intelectual que aún estamos combatiendo la degradación, humillación y maltrato emocional, físico y sexual de las mujeres por ser mujeres.  

¿Qué tal si propusiéramos El Día Internacional de no Cascar a los Hombres y todos los hombres salieran a marchar por las calles con grandes letreros profesando  ¡No!  ¡No maltrate a su marido!  ¡No le falte al respeto a su novio! ¡No acose a sus empleados!  Todos los cucuteños se reirían pensando que era una mamadera de gallo. 

Indudablemente existen casos de maltrato contra hombres y no por esto son abusos subestimados.  No obstante, creo que inmediatamente se nos vendría a la mente la imagen de una agresora bien machona, hormonalmente alterada  y desmesuradamente chiflada.  

En cambio, estamos rodeados de personas “bien”, con supuesto estatus social, de familias respetadas, con amplia formación y egresadas de las mejores universidades que ven a sus amigas, colegas, compañeras y familiares mujeres como entes menores.  Algunos piensan que sus parejas deben obedecer a sus caprichos, aguantar sus temperamentos y someterse a una vida de insultos y violencia porque ellas no producen el sustento de los hijos, porque la sociedad o su religión les obligan a conformarse o porque su propia familia desestima sus quejas como una forma de rebelión.  La víctima se vuelve la agresora al amenazar todo un sistema de subyugación.  

*Beth Ann Budde | columnista

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