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Un proceso de paz que siempre se negoció de “visitante”

Pese a la complejidad de los temas, la negociación ayudó para que se entendiera la magnitud del conflicto.

Este lunes al caer la tarde, cuando en el Patio de Banderas del Centro de Convenciones Julio César Turbay Ayala, el presidente Juan Manuel Santos, en representación del Estado colombiano, y Rodrigo Londoño Echeverri, ‘Timochenko’, por las Farc, firmen el documento histórico con el cual se sella el acuerdo de paz con esa guerrilla, no solo cerrarán uno de los conflictos armados más largos del mundo, sino que, además, recogerán el fruto de casi cuatro años de trabajo en Cuba.

Aunque la foto que quedará para la historia será la de Santos y Timochenko, en los recuerdos perdurarán las anécdotas de más de un centenar de hombres y mujeres, tanto del Gobierno como de las Farc, que desde sus niveles de función, unos como negociadores, otros como asesores, asistentes y hasta los que se dedicaron a la inteligencia, hicieron posible que el acto de mañana se materializara.

Y es que fueron muchos los protagonistas que estuvieron tras bambalinas y quienes tuvieron que vivir momentos muy particulares, incluso, extremos. 

Una de las mujeres de la delegación del Gobierno resumió en una frase lo que para ellos significó toda la negociación en la isla de los hermanos Castro. “Desde el primer momento nos tocó llegar a negociar en campo de visitante, eso lo supimos siempre”, cuenta hoy, tras advertir que esta situación fue el primer escollo que tuvieron que vivir al inicio de la compleja conversación.

Manteniendo su reserva, dice que las primeras semanas resultaron muy complicadas. “Nosotros sabíamos que nos hacían inteligencia. Incluso hasta la basura que sacábamos de la casa que se nos asignó en El Laguito era revisada para conseguir información”. 

En ese momento eran muy pocos los que tenían alguna especie de ventaja, por llamarlo de esa forma, para dirigirse a los negociadores de las Farc. 

Algunos de ellos eran Frank Pearl y Sergio Jaramillo, quienes estuvieron en la fase secreta de la negociación y ya tenían identificado cómo sería el trato con la contraparte. 

Otro miembro del equipo de Gobierno contó que ya sabiendo que las condiciones eran muy difíciles para trabajar, a la delegación oficial le tocó ‘blindarse’ de muchas maneras. “La inteligencia de la Policía decidió que lo mejor era trabajar en la casa del embajador Gustavo Bell, en donde a las ventanas se les instalaron una especie de tapones (chupas) que impedían que las conversaciones fueran filtradas”, relató la fuente, quien advirtió que ese mecanismo de protección se mantuvo hasta el último día de las conversaciones. 

Y era lógico que existiera la intención de interceptar las conversaciones. En un comienzo, el mejor aliado que tenían las Farc era precisamente el gobierno cubano, de ahí que el presidente Juan Manuel Santos tuviera que aceptar que allí fuera la sede de los diálogos, pese a que, como señaló la persona consultada, esto significó siempre estar en terreno ajeno. 

Otra de las integrantes del equipo de Gobierno recordó que uno de los momentos más complejos, en lo personal, fue participar en una de las primeras reuniones con todos los negociadores de las Farc. “Eso fue muy complejo. Unos lloraron de la rabia de verlos, otros expresaban su preocupación, pero a los que estuvimos ahí en ese primer momento nunca se nos olvidará”, relató. 

Y aunque la escena fue muy dura, ella explica que eso no significó que hubiese maltrato o abuso de algún tipo hacia la delegación, especialmente porque buena parte de los asesores y asistentes del Gobierno eran mujeres. 

“Ellos sabían que se estaban metiendo con unas mujeres duras. Sabían que Helena Ambrosio y Mónica Cifuentes así lo eran. Nunca hubo algún irrespeto de su parte”, contó esta mujer, quien acompañó la negociación durante más de cuatro años, dejando de lado a su familia en Colombia por aportar a la terminación del conflicto. 

Ese respeto, según interpretó uno de los consultados, fue lo que ayudó a que las partes siempre estuvieran seguras de que la negociación se podría concretar, pero sobre todo, a generar la confianza que se necesitaba para sellar los puntos fundamentales como el de las víctimas, la justicia transicional, el cese del fuego bilateral y la transición formal de las Farc a la vida civil y política.

La presencia de los militares y policías

Uno de los momentos trascendentales que se vivió en la mesa de La Habana, fue la presencia de los militares y policías. Dos de ellos, los generales Óscar Naranjo y Jorge Enrique Mora, miembros del equipo plenipotenciario.

Según se conoció, las preocupaciones inicialmente recaían sobre el general Mora, puesto que para la guerrilla de las Farc, él era considerado como el guerrerista, pero además, porque el oficial retirado del Ejército no era tan versátil ante los medios de comunicación como el general Naranjo. 

A Mora, incluso, tuvieron que hacerle  ejercicios de vocería, con el fin de que se pudiera defender ante los periodistas, si en algún momento la guerrilla buscaba cuestionarlo porque durante su ejercicio militar lo mencionaron por supuestos vínculos con falsos positivos y paramilitarismo. 

Tampoco se les olvidará a los negociadores el momento vivido a mediados de 2014, cuando se dio la llegada de los militares y policías activos a la mesa de negociación. 

“Fue muy difícil para ellos. Los mandos medios le preguntaban al general Javier Flórez (quien coordinó ese equipo) que cómo debían saludar a los guerrilleros; que si dándoles la mano, pronunciado su nombre o simplemente con un seco buenos días”, relató uno de los miembros del equipo que tuvo que acompañar esos momentos. 

Lección de vida

Pese a la complejidad de los temas que fueron puestos sobre la mesa y de lo difícil que resultó acercar a dos partes enemigas, la negociación ayudó para que se entendiera la magnitud del conflicto. 

Uno de esos instantes fue cuando se logró cerrar el punto sobre las víctimas, que para las delegaciones era uno de los aspectos más grandes de lo que se logró.

“Con la guerrillera que era mi par en ese momento y hacíamos las mismas funciones, casualmente cumplimos años el mismo día y tenemos la misma edad. El día del acuerdo ella me dijo llorando que ese era el mejor regalo de cumpleaños que le habían dado en toda su vida. Hubo lágrimas, un abrazo y comprendí mucho más la importancia de la terminación del conflicto”, contó una mujer del equipo de Gobierno, quien pese a su corta edad ya tiene para su historia personal haber sido una de las protagonistas, a la sombra, de lo que fue la terminación de un conflicto armado de más de 50 años, el cual se sellará mañana en Cartagena.

Las familias de todos ellos también tendrán un capítulo especial, pues fueron las esposas, esposos, padres, nietos, novios y demás, quienes aguardaron con paciencia y sacrificaron  muchos momentos especiales, con la única esperanza de que el intento de acabar una guerra de 52 años, tuviera su fruto.

Esos personajes anónimos hoy también tienen parte de ganancia en el histórico acuerdo. 

Argemiro Piñeros | Colprensa

Sábado, 24 de Septiembre de 2016
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